El Foro Permanente de Política Exterior emitió, el martes recién pasado, una breve y contundente declaración criticando el anuncio hecho por la Cancillería del cierre simultáneo de cinco Embajadas de Chile en tres continentes: Dinamarca, Grecia y Rumania en Europa, Siria en Asia y Argelia en África. Se señala que esta decisión “representa un retroceso objetivo en nuestra implantación internacional y no tiene precedentes en la diplomacia chilena en democracia”. Destaca las insuficientes justificaciones que se han dado para una decisión sorpresiva e inconsulta. Señala la inconveniencia de cerrar tres Embajadas en países de la Unión Europea en circunstancias de que está culminando la negociación para modernizar el Acuerdo de Asociación con dicho bloque, lo que deberá ser aprobado por cada uno de los países integrantes y los inconvenientes políticos de clausurar dos embajadas en países árabes, una región políticamente convulsionada en la que Chile tiene diversos intereses. El Foro llama al Gobierno a reconsiderar la medida adoptada y a que “inicie un diálogo amplio sobre estos temas que son atingentes a la generación de una política de Estado en las relaciones exteriores”.
Simultáneamente un conjunto de dirigentes de entidades árabes, y particularmente sirias, en carta a El Mercurio manifiesta su “consternación” por el cierre de la Embajada en Damasco, detallan la solidaridad que han desarrollado con las víctimas de la guerra civil en ese país y en la acogida en Chile a familias sirias desplazadas. Finalmente, dan un buen consejo al Gobierno: “la política exterior de un país debe ser coherente, de largo plazo y sustentarse en sus activos más valiosos, en este caso una colectividad siria de Chile que ha servido y quiere seguir sirviendo las relaciones bilaterales de acuerdo con la misión, objetivos y valores que le asigna el propio Ministerio de Relaciones Exteriores”. Es siempre bueno recordar que las comunidades palestinas, sirias y libanesas son de lejos las más numerosas de origen extranjero que existen el Chile.
un conjunto de dirigentes de entidades árabes, y particularmente sirias, en carta a El Mercurio manifiesta su “consternación” por el cierre de la Embajada en Damasco
Es siempre bueno recordar que las comunidades palestinas, sirias y libanesas son de lejos las más numerosas de origen extranjero que existen el Chile.
También El Mercurio en su editorial del día de ayer crítica abiertamente la medida, con argumentos muy similares a los anteriores y concluye diciendo que “parecería necesario que se reconsidere el cierre anunciado de embajadas, considerando sus costos y beneficios”.
Nunca se ha producido un rechazo tan amplio y general a una decisión de política exterior de la Cancillería del Gobierno de Piñera. Razón demás para que se recapacite y se la deje sin efecto.
Nunca se ha producido un rechazo tan amplio y general a una decisión de política exterior de la Cancillería del Gobierno de Piñera. Razón demás para que se recapacite y se la deje sin efecto.
El cierre de una Embajada evidentemente tiene costos en las relaciones internacionales. Nunca beneficios. Ningún país recibe tal decisión con beneplácito. La interpretación mas obvia es que se ha restado prioridad a la relación bilateral. Aumenta el costo cuando se cierran Embajadas en países que las tienen en Chile, como es el caso de los cinco países concernidos. Si alguna razón de peso obligara a reducir la presencia internacional de Chile en alguna región o país determinado, ello tendría que ser sólidamente fundamentado y con el mayor acuerdo interno posible. Ninguna de las dos condiciones se da en este caso.
Aumenta el costo cuando se cierran Embajadas en países que las tienen en Chile, como es el caso de los cinco países concernidos.
Se trata de una decisión sorpresiva e inconsulta. Ninguna de las instancias que tradicionalmente la Cancillería ha consultado para decisiones importantes de política exterior lo ha sido en esta oportunidad: ni el Consejo de ex Ministros de Relaciones Exteriores, ni las respectivas Comisiones de la Cámara y el Senado. Se ha llegado al absurdo de que el Consejo Permanente de Política Exterior creado hace solo un mes, e integrado por un arco relativamente amplio de personalidades, como un órgano de consulta del ministro, tampoco fue tomado en consideración. Ello obligó al Embajador Cristián Barros, de larga y reconocida trayectoria al servicio de la Diplomacia chilena, a renunciar a dicho Consejo, en un gesto personal que lo honra.
Ninguna de las instancias que tradicionalmente la Cancillería ha consultado para decisiones importantes de política exterior lo ha sido en esta oportunidad
Ello obligó al Embajador Cristián Barros, de larga y reconocida trayectoria al servicio de la Diplomacia chilena, a renunciar a dicho Consejo, en un gesto personal que lo honra.
Se profundiza así la tendencia de este Gobierno, y de sus dos Cancilleres, de abandonar la más que centenaria tradición de la diplomacia chilena de intentar hacer de la política exterior una de Estado. Esta tradición fue abandonada, obviamente, durante la Dictadura de Pinochet, y retomada con fuerza y consistencia una vez recuperada la democracia, por todos los Gobiernos, incluida la primera administración de Piñera. Chile logró presencia y prestigio en la región y en el mundo. Para un país de tamaño medio y extraordinariamente abierto al mundo una política exterior consistente, construida sobre la base de principios sólidos y un amplio acuerdo interno, previsible y activa, constituye un activo fundamental para enfrentar los desafíos de su desarrollo económico y social. En poco más de dos años la actual administración ha dilapidado gran parte de este valioso capital acumulado en decenios.
Esta tradición fue abandonada, obviamente, durante la Dictadura de Pinochet, y retomada con fuerza y consistencia una vez recuperada la democracia
En poco más de dos años la actual administración ha dilapidado gran parte de este valioso capital acumulado en decenios.
Sorprende también la pobreza de argumentos para sustentar la medida. En una sesión de la Comisión de Relaciones Exteriores citada al efecto el Canciller intentó explicarla. Desestimó que la razón principal fuera el económico, como había sido destacado por la prensa, sino una reformulación de misiones en función del programa presidencial de Piñera. No exhibió ningún plan específico de tal reformulación. Para fundamentar la opción por el cierre de las cinco embajadas cedió la palabra a la cientista política Caterina Cabral, quien explicó que se había realizado un ranking de todas las misiones en función de cuatro variables, cada una de las cuales incluían varios indicadores y diferentes ponderaciones. Las cuatro variables: políticas, económicas, de innovación y cultural. Un mero ejercicio estadístico. Se supone que los cinco países estuvieron en el rango inferior del ranking. Cuando al Ministro se le pidieron mayores explicaciones sobre los casos individuales, éste pidió sesión secreta. Inexplicablemente la Comisión accedió a ello. Las sesiones secretas en el Congreso solo se justifican cuando están envueltas cuestiones vinculadas a la seguridad nacional. No se consigue advertir como puede afectar a la seguridad del país la explicación que llevó a cerrar la Embajada de Chile en Dinamarca, por ejemplo. Al final ninguna explicación política de la decisión, ni respuesta sobre sus inevitables costos diplomáticos respecto de regiones y países importantes para Chile.
Cuando al Ministro se le pidieron mayores explicaciones sobre los casos individuales, éste pidió sesión secreta.
Urge una rectificación. Los efectos de la pandemia desatada por el COVID producirán transformaciones en el escenario internacional. Aún no sabemos ni su profundidad ni su alcance, pero si es seguro que tensiones y problemas existentes antes de la pandemia pueden agudizarse, y los graves efectos económicos y sociales de la crisis traerán otros nuevos. Casi todos ellos afectan directamente a Chile y la región: desde el calentamiento global, a las migraciones, al cuestionamiento al modelo de globalización desregulada, a las tensiones crecientes entre los Estados Unidos y China, al aumento de la pobreza y las desigualdades, a las nuevas demandas del feminismo, y así por delante. Ello requerirá una activa presencia de Chile en el escenario multilateral y un gran esfuerzo por retomar los procesos de integración en América Latina. La exigencia de construir una política de Estado será aún mayor que antes.
Urge una rectificación. Los efectos de la pandemia desatada por el COVID producirán transformaciones en el escenario internacional.
La exigencia de construir una política de Estado será aún mayor que antes.
Es lo que ha planteado esta semana en la Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara, Juan Somavía, Presidente del Foro Permanente de Política Exterior.
Contenido publicado en: La Mirada Semanal