Por Jorge Heine
Publicado en: La Tercera
La gira a Europa del Presidente Boric ha recibido atención sobre todo por sus visitas a España y Francia. Sin embargo, en muchos sentidos, la parte más importante de la gira será su participación en la Cumbre Unión Europea-América Latina en Bruselas.
Esta cumbre no se lleva a cabo desde 2015, en los que han sido ocho años de profunda crisis en la región, incluyendo la pandemia y la mayor caída del PIB en más de siglo según la Cepal, crisis en las que Europa brilló por su ausencia. Este desinterés europeo por responder a las necesidades de América Latina culminó con la negativa inicial de los europeos de proveer vacunas anti-Covid a la región, en los momentos en que ésta más las necesitaba, a comienzos de 2021.
Ahora que hay una guerra en Europa, el Viejo Continente redescubre a América Latina y reentabla el diálogo. En estas circunstancias, uno habría esperado un esfuerzo por responder a las actuales prioridades de la región y darles así un nuevo ímpetu a los alicaídos vínculos birregionales. Lejos de ello, y por increíble que parezca, la UE ha querido convertir la Cumbre en una gran plataforma de apoyo a Ucrania en la guerra con Rusia, una guerra en la que la región no tiene ni arte ni parte. De acuerdo a este diseño, la UE invitó al Presidente Volodymyr Zelensky como una especie de orador estrella del evento. Ello ha sido rechazado por los países de la región y el Mandatario ucraniano ha debido ser desinvitado por Bruselas, dando lugar a lo que ha sido un faux pas diplomático no menor.
América Latina no está dispuesta a alinearse con la UE y con la OTAN en la guerra en Ucrania. Por el contrario, las posiciones de los principales países de la región han sido de No Alineamiento Activo, condenando la invasión rusa, pero negándose a proveer de armas a Ucrania (como les pidieron Alemania y EE.UU.) y a endosar las sanciones diplomáticas y económicas a Rusia. En el caso de Brasil bajo el Presidente Lula, ello lo ha llevado a una significativa iniciativa de paz para poner fin a la guerra y a esfuerzos por construir una “coalición por la paz”, con otras potencias emergentes.
Según documentos internos de la UE, Chile es visto como uno de los países claves para inclinar la balanza a favor de las posiciones europeas en la guerra, así como para meter una cuña en los crecientes lazos de América Latina con China. En esas condiciones, la tentación de convertir a Chile en el “perrito faldero” de los europeos en el Nuevo Mundo, y alejarse de las posiciones progresistas mayoritarias es grande. Sin duda que hacerlo sería aplaudido por diversos sectores. Ello, sin embargo, sería un craso error, y no haría sino aislar a Chile en la región. Además, sería una apuesta perdedora en un mundo cuyo eje geopolítico y geoeconómico se desplaza cada vez más del Atlántico Norte al Asia-Pacífico.