Por Boris Yopo
Que se vuelvan a tolerar la masiva violación a los derechos humanos, y el uso de la fuerza sin apego a principios básicos del derecho internacional, es algo que debe ser resistido, ahora, y para ello, Chile y otros países que creen en estos principios, deben articularse globalmente.
En los últimos años, los líderes políticos de gobiernos de Occidente, de Estados Unidos, y la Unión Europea, enfatizan con regularidad, y casi como dando una lección a los demás, la importancia de que todos los países se rijan por un orden global basado en las reglas concordadas del derecho internacional, y acuerdos alcanzados en los diversos foros multilaterales, sobre todo en el sistema de Naciones Unidas.
Cuando se produjo la invasión rusa a Ucrania, ese fue el principal argumento que entonces levantaron, para oponerse a dicha invasión, y ayudar a Ucrania a resistir la agresión de Putin a una nación vecina. Y tenían toda la razón. Los principios de respeto a la soberanía e integridad territorial de otro Estado, fueron abiertamente violados con la invasión de Rusia, y esto sentaba un pésimo precedente para un Orden Mundial frágil, y uno de cuyo pilares claves, es la no modificación de las fronteras existentes y reconocidas, a través del uso de la fuerza.
Más aún, explícita o implícitamente, todos los países de Occidente, incluyendo Estados Unidos, avalaron la acción de la Corte Penal Internacional, cuando el Fiscal de la Corte dictó una orden de detención contra Putin, por el secuestro de miles de niños ucranianos, un grave crimen de guerra, en el derecho internacional humanitario.
El problema sin embargo, es cuando estos países, y sobre todo Estados Unidos, interpretan que estas reglas aplican a los demás, pero no a ellos o a países aliados. Washington, gran promotor del libre comercio regido por acuerdos comerciales, acaba de aplicar por ejemplo, una serie de medidas restrictivas contra China, que expertos dicen, violan reglas esenciales de la Organización Mundial de Comercio.
Pero el caso más flagrante de este doble estándar, ha sido la guerra de Israel en la franja de Gaza. Cuando se producen los ataques de Hamás el 7 de Octubre del 2023, todos los países de Occidente dieron de inmediato su apoyo incondicional a un “derecho de auto defensa” que implicaba una masiva acción militar en Gaza. Lo hicieron sin exigir prácticamente ninguna contención respecto al alcance y naturaleza que tendría ese ataque, en un territorio pequeño donde la población está fuertemente concentrada en 3 o 4 ciudades. Las posibilidades de una masacre eran claras desde un comienzo, y lo que todos los organismos humanitarios denunciaron desde un inicio, es que se trataba en muchos casos, de ataques indiscriminados, con bombas de alto poder destructivo, que nunca deben usarse en zonas altamente pobladas por civiles. Esto ha sido denunciado aún por la propia prensa de Estados Unidos, siempre muy propensa a favorecer los intereses de Israel.
Y el resultado en estos 7 meses, han sido más de 36 mil muertes, la mitad de ellos, niños, en las más horribles circunstancias. Todos los organismos de la ONU, todos, han condenado en los más enérgicos términos, como graves crímenes de guerra, las acciones del gobierno israelí, la Corte Internacional de Justicia ha señalado que hay peligrosos indicios de genocidio y acaba de ordenar a Israel detener sus acciones en Rafah, y el Fiscal de la Corte Penal Internacional (CPI) solicitó la detención del Primer Ministro, y del Ministro Defensa de Israel, después de constatar que hay una política deliberada de privar a los palestinos de Gaza, de alimentos básicos y agua, lo que en el derecho internacional humanitario da base, para una acusación de genocidio.
No obstante lo anterior, sin embargo, durante todo este período, Estados Unidos y la gran mayoría de Europa se han negado a una condena frontal, e imponer sanciones eficaces, contra un Estado que sin el apoyo material, económico y militar de Occidente, no podría continuar con algo, que Aryeh Neier, un emblema en el campo de los derechos humanos, ex Secretario Ejecutivo de Human Rights Watch (y judío, cuya familia escapó del Holocausto) ha calificado a estas alturas, como el primer genocidio en este siglo 21. Aún más, la Administración Biden, que antes apoyó la acción de la CPI en el caso de Ucrania, ahora la crítica, mientras el Congreso de Estados Unidos amenaza con represalias al Fiscal y personal de la CPI, que han trabajado en el caso.
Un Orden Internacional basado en reglas compartidas, no funciona y pierde credibilidad, cuando esas reglas aplican a unos, pero no a otros. O como dijo un destacado internacionalista, eso no es Orden, es Imperialismo. Y entonces, desde el Sur Global se escucha ahora mucho, el argumento de que Occidente no nos hable más de un mundo “regido por reglas”, reglas que por los demás, fueron construidas de manera importante, por ese mundo occidental, pero que ahora se escogen y usan a veces, como una suerte de “menú a la carta” según de quién se trate, y la coyuntura del momento (algo que también sucedía durante la Guerra Fría, pero al menos ahí no había la pretensión de hablar de un “Nuevo Orden Internacional” ).
China y Rusia por otra parte, han sabido explotar esta inconsistencia Occidental, para avanzar sus intereses en ese Sur Global, y las consecuencias de ello, lo veremos en los próximos años. Pero lo cierto es que la erosión de un sistema de reglas e instituciones, que con todos sus defectos, han sido un avance civilizatorio, es algo preocupante, porque abre espacios a más discrecionalidades de los poderosos, y esto nunca es bueno para los países medianos y pequeños.
Que se vuelvan a tolerar la masiva violación a los derechos humanos, y el uso de la fuerza sin apego a principios básicos del derecho internacional, es algo que debe ser resistido, ahora, y para ello, Chile y otros países que creen en estos principios, deben articularse globalmente, para reafirmar un mundo de reglas, pero que apliquen por igual a todos.
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