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La guerra tonta duró un fin de semana

por José Miguel Insulza

Lo que lleva a Donald Trump a acusar de manera tan diversa a los que son, y no casualmente, los tres mayores socios comerciales de Estados Unidos, es la decisión esencial de su programa: reducir sustantivamente el déficit comercial de su país, para que vuelva a ser la mayor potencia mundial.

De todas las promesas que hizo Donald Trump durante su campaña, dos recibían la mayor atención: la expulsión inmediata y masiva de inmigrantes ilegales y la protección de la economía sobre la base de la aplicación de fuertes tarifas a aquellos países que, siendo principales socios comerciales de Estados Unidos, tienen un amplio superávit en los intercambios.

No sorprendió, entonces que, durante la primera semana de gobierno, se realizaran las primeras expulsiones masivas. No hay muchos detalles de cifras o de la condición en que se encontraban los expulsados, pero como tampoco existen noticias de grandes redadas efectuadas en pocos días, es muy probable que se tratara en general de personas que aguardaban expulsión y/o se encontraban recluidas. Lo importante era mostrar números importantes de expulsados, maniatados y con overoles blancos, que dieran la clara muestra de que Trump cumple sus promesas desde el primer día.

Como se demostró en el caso de Colombia, con la reacción inusitada y la retractación del Presidente Petro, ningún gobierno puede, ni debería, rechazar el retorno de nacionales a su país de origen. El carácter indiscriminado de la operación ayudó a algunos gobernantes autoritarios a congraciarse con el nuevo ocupante de la Casa Blanca: Maduro ofreció recibir a todos los venezolanos (y Trump agregó que todos son criminales); Bukele ofreció su mega cárcel para los salvadoreños, incluso si se tratara de nacidos en Estados Unidos; y repitió la oferta en un X que le ofrece el outsourcing parcial de sus cárceles. El anuncio del proyecto de construcción de un recinto en Guantánamo para alojar permanentemente a indocumentados completó la semana. Quedó claro, en todo caso, que el proceso continuará, masivo y con un aparato nacional de búsqueda y detección.

Ese resultado relativamente tranquilo parece haber convencido a Trump de que, con el viento a su favor, podía implementar su segunda gran promesa. Y el sábado 1 de febrero anunció que había firmado los decretos para aplicar, desde el martes 4, tarifas de 25% a todos los productos importados desde Canadá y México; y de 10% a los importados de China. En el caso de Canadá la tasa bajaba al 10% para petróleo y derivados; en el caso de China, el 10% se suma a la tarifa de 25% ya existente para casi todos los productos de ese país.

La opción utilizada por Trump para abordar un tema claramente económico, fue unirlo con sus principales objetivos políticos, mucho más respaldados por la población estadounidense. El instrumento jurídico es la IEEPA (Ley sobre Poderes Económicos ante Emergencias Internacionales), pero las causales invocadas se refieren al daño que se provoca a Estados Unidos con el procesamiento y tráfico de fentanilo y otras drogas y por el fomento o inacción sobre la inmigración ilegal proveniente de los tres países. En otros términos, Estados Unidos vive una emergencia provocada por la inmigración ilegal y las drogas, incluido el mortífero fentanilo, y la inacción de estos tres países, que permitirían estos flujos. La descripción de cada país difiere según los casos: en el caso de China se habla de la producción de precursores químicos; en el de Canadá de no actuar ante la producción de fentanilo en laboratorios clandestinos. El lenguaje hacia México es mucho más ofensivo, hablando de una “alianza intolerable con el gobierno de México de las organizaciones criminales”. En virtud de esa alianza se habrían permitido “zonas protegidas” para manufacturar y traficar drogas, que habrían redundado en la muerte, por sobredosis, de “cientos de miles de estadounidenses”.

Como se ve, las acusaciones fueron distintas para los tres países, pero las sanciones fueron las mismas. Y ello obliga a preguntarse si estas son efectivamente las razones para la emergencia o si existen tras ellas razones económicas más ligadas a otros asuntos del programa de Trump. La verdad es que lo que lleva a Donald Trump a acusar de manera tan diversa a los que son, y no casualmente, los tres mayores socios comerciales de Estados Unidos, es la decisión esencial de su programa: reducir sustantivamente el déficit comercial de su país, para que vuelva a ser la mayor potencia mundial. El MAGA (Make America Great Again) no tiene que ver con las drogas, ni con la inmigración ilegal: tiene que ver, para Donald Trump, con el trillón (millón de millones) de dólares de déficit que, en sus cuentas, tiene Estados Unidos en su comercio con estos tres países.

Las cifras, como todo lo de Trump, son exageradas, pero muy sustantivas. En 2022 el total del comercio entre México y Estados Unidos fue de 855 mil millones de dólares, con un superávit para México de 131 mil millones; con China el total fue menor, 690 mil millones, pero el déficit fue de 536 mil millones. Y en cuanto a Canadá, el total fue mayor, 909 mil millones, pero el déficit de Estados Unidos fue mínimo, apenas 53 mil millones. La selección de estos tres países es aún más inexplicable, salvo porque son los tres mayores competidores, que significan más de la mitad del déficit total y dos de ellos, únicos vecinos. Alcanzar el dominio global, significa dominarlos a ellos, antes que nada. Pero, aun así, la odiosidad de Trump con Canadá es difícil de explicar, salvo por motivos geopolíticos.  

La respuesta de los países agredidos vino de inmediato y probablemente no fue como Trump esperaba. No hubo llamados urgentes de México ni Canadá, sino anuncios de represalias. El gobierno de México replicó a los excesos verbales de Trump, recordando los esfuerzos que hace para contener la migración y el tráfico de drogas, las confiscaciones de miles de dosis de fentanilo y, especialmente, el tráfico incesante de armas fabricadas en Estados Unidos que se trafican hacia las bandas criminales en México. Al igual que Canadá, anunció tarifas retaliatorias, referidas especialmente a productos mexicanos fuertemente consumidos en Estados Unidos. El gobernador de Ontario, donde se encuentran las mayores inversiones de Estados Unidos anunció no habría admisión a participar en proyectos de infraestructura por doscientos mil millones para empresas estadounidenses. La frase clave del gobernador fue: “no hacemos negocios con quien nos quiere destruir”.

También las reacciones internas fueron inesperadas para Trump. Las encuestas, que él lee temprano, mostraron de manera contundente la molestia de la ciudadanía: 51% en contra de las tarifas, con 36% a favor. A ello se unieron las bolsas y el Dow Jones mostró una caída de más de 1000 puntos. Y por primera vez desde su inauguración, Trump reconoció los daños que también podría producir a Estados Unido. Sin dejar de proclamar que su estrategia terminaría siendo victoriosa, reconoció que la gente sufriría, unos más y otros menos. Este “there will be pain”, fue la noticia de la mañana y llevó a un cambio de clima muy visible. Estas muestran que la contienda es de carácter económico y político y tiene poco que ver con la migración o las drogas, por graves que sean estos asuntos.

A pesar de la escalada del día anterior, a mediados de la tarde del lunes, las hostilidades disminuyeron, cuando la agresividad de Donald Trump cambió, dando lugar a una inusitada disposición al diálogo.  

Es imposible saber de estas conversaciones si hubo excusas o explicaciones de parte del Presidente por su lenguaje verbal, porque el detalle no fue público. Primero, hubo una conversación de Trump y Claudia Sheinbaum, en la cual se suavizo el tono y se adoptaron acuerdos que luego se reportaron de manera distinta. Trump puso el énfasis en el compromiso de Sheinbaum de poner diez mil militares más en la frontera, para evitar el contrabando de fentanilo y Sheinbaum puso su énfasis en el compromiso de Trump de buscar las ventas de armas por parte de productores de armas. Pero lo fundamental fue la decisión de Trump de postergar las tarifas por un mes, mientras se buscaban negociaciones. Algo similar ocurrió con Canadá; Justin Trudeau se había negado a hablar con Trump, pero esa conversación se produjo y se sabe hasta ahora del nombramiento de un “Zar del Fentanilo” y de las conversaciones en los próximos treinta días, con las tarifas suspendidas. Y en cuando a China, hasta esta entrega no ha existido la conversación de Trump y Xi Jinping, pero todo parecía indicar en que habría propuestas chinas importantes sobre la mesa, incluyendo un fondo para adquirir bienes estadounidenses por hasta 200.000 millones.

“La Guerra Comercial más Tonta de la Historia” como la llamó el Wall Street Journal, que no es precisamente un medio contrario al Presidente, se ha terminado sin disparos y con el alivio que la mayoría de sus ciudadanos tuvo al saber que se postergaba el conflicto, que muchos piensan que probablemente ya no volverá a ocurrir de la misma manera.

Pero Donald Trump no debe sentirse derrotado y les dirá a sus partidarios que ganó puntos importantes en la lucha contra las drogas y la migración. Y seguirá adelante con otros puntos de su programa. Pero se ha demostrado ya que no es invulnerable a las reacciones duras y seguramente atacará en otros planos. Su retiro del Consejo de DD.HH. de Naciones Unidas, el congelamiento de fondos a la entidad a cargo de Palestina en la ONU, su decisión de recibir a Netanyahu antes que a ningún otro dirigente mundial, muestran a un Trump en plena acción, a pesar de su prematuro traspié.  

Fuente: ellibero.cl

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