Escrito por: Edgardo Riveros
Esta publicación fue obtenida de la plataforma: Cooperativa
La elección presidencial en Brasil estuvo dada en un contexto de confrontación entre democracia y autoritarismo. Los perfiles de los candidatos que pasaron a la segunda vuelta electoral, Lula y Bolsonaro, determinaron que este fuera un elemento central del debate. Los acontecimientos del domingo pasado en Brasilia, que siguieron una conducta similar a la ocurrida en Estados Unidos luego del triunfo del presidente Biden sobre Trump, dieron sustento a que la aproximación señalada no era mera teoría, sino que tenía sustento real.
Luis Inácio Lula da Silva, entre otros aspectos, construyó una base de apoyo amplio desde sectores de centro derecha hasta la izquierda, precisamente por el riesgo que significaba para la institucionalidad democrática la reelección de su contrincante, el presidente en ejercicio Jair Bolsonaro, quien, entre otros planteamientos, amenazó constantemente con no reconocer el resultado denunciando vicios en el sistema electoral. No obstante ser éste el mismo que le había permitido llegar a ser parlamentario y presidente.
El estrecho resultado que arrojaron las urnas incentivó a Bolsonaro y sus partidarios más recalcitrantes a agudizar su conducta destinada a deslegitimar el resultado, siendo puntos culminantes en ello, la no presencia del presidente saliente a la entrega del cargo y los hechos, de extrema violencia, ocurridos una semana después de asumir la presidencia Lula da Silva.
Lo sucedido obliga al presidente Lula a reforzar su mensaje y actuar democrático, y a construir un gobierno de unidad nacional en torno a ello, a objeto de enfrentar de manera eficaz los desafíos que, en los diferentes planos, plantea el más gravitante país de nuestro continente.
En este sentido hay que valorar la reacción inmediata de los tres poderes del Estado, que mediante una declaración conjunta indicaron que como «defensores de la democracia y de la Carta Constitucional de 1988, rechazamos los actos terroristas, de vandalismo, criminales y golpistas sucedidos en Brasilia».
A esta reacción de rechazo y condena al interior del país se debe sumar la ocurrida en el ámbito internacional, la que se manifestó a través de los gobiernos de diversos países y también de las organizaciones internacionales y de instituciones no gubernamentales.
La democracia y su institucionalidad es, a raíz de la historia de nuestro continente, un tema particularmente sensible y requiere de un compromiso con sus valores. Esto no puede estar sujeto a vaivenes ideológicos coyunturales, sino que requiere de conductas permanentes que la defiendan y fortalezcan.