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Bachelet, la mejor carta para Naciones Unidas

por José Miguel Insulza

Ojalá antes de la Asamblea General de este año, estén hechas las consultas para que el Presidente de la República, con una delegación multipartidaria, presente a Michelle Bachelet como candidata de América Latina a la Secretaría General, en septiembre, en Nueva York.

La persona que ocupará el cargo más importante del Sistema Internacional, la Secretaría General de las Naciones Unidas, debería ser elegida a mediados de 2026 y asumir el cargo el 1 de enero de 2027. Un plazo aún bastante largo, aunque los primeros movimientos en esa dirección están ya comenzando. Dentro de algunos meses de este año 2025, los Presidentes de la Asamblea General y del Consejo de Seguridad deben enviar cartas a los Estados Miembros, señalando la apertura del proceso y solicitando que se presenten las candidaturas. Ello debería concluir dentro de este año.

Concluido el plazo fijado para las postulaciones, las mismas dos presidencias distribuirán, conjuntamente, entre todos los Estados Miembros, la lista continua de nombres de las personas que se hayan presentado para su consideración. Estos candidatos o candidatas serán invitados, en los primeros meses del 2026, a presentar su visión de futuro, ocasión en que estarán también disponibles para un diálogo con los estados miembros.

La elección misma se realiza por votación de la Asamblea General, a propuesta del Consejo de Seguridad. Se requiere el voto favorable de los dos tercios de la Asamblea. El Consejo requiere mayoría para la nominación, pero se exige también el consentimiento de sus cinco Miembros Permanentes.

Proceso largo, convocatoria amplia, decisión de mayoría calificada, consentimiento de los gobiernos de China, Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia, son entonces los requisitos para ser Secretario/a General de la ONU. Pero el proceso debe iniciarse ahora mismo.

Nada en las reglas señala que los candidatos o candidatas deben provenir de una determinada región del mundo. No obstante, hasta la elección anterior se había producido una rotación de continentes, que indicaba que esa vez correspondía elegir a una persona de América Latina. No fue así, sin embargo, pero es razonable esperar que ese precedente se respete ahora. En toda la comunidad internacional existe hoy la idea de que es el turno de América Latina

Tampoco existe ninguna norma que diga que debe elegirse a alguien de un género determinado, pero muchos países han señalado que esta vez, por primera vez en 70 años y después de ocho Secretarios Generales varones, debería elegirse una mujer.

Sobre esta base, es natural que, en las últimas semanas, haya circulado en nuestro país la posibilidad de Michelle Bachelet, dos veces Presidenta de Chile y alta funcionaria de Naciones Unidas en dos posiciones vitales de la organización, como son ONU Mujeres y la Oficina del Alto Comisionado para Derechos Humanos.

No es la ex Presidenta, por cierto, la única opción. Circulan también nombres de distinguidas ex ministras y funcionarias de alto nivel de Panamá, Costa Rica y el Caribe. Pero ninguno de estos nombres tiene la resonancia internacional de la ex Mandataria de Chile, lo cual permite pensar que, superada la instancia del Consejo de Seguridad, no sería difícil obtener los dos tercios de la Asamblea General.  

Precisamente en la decisión del Consejo de Seguridad es donde se ha puesto el acento por quienes piensan que está el mayor obstáculo; aludiendo a la posibilidad de veto por parte de dos países, una por la afiliación política de la candidata y otra por la presentación de un informe relativamente crítico en materia de derechos humanos.

No creo que ninguno de estos obstáculos, si ellos en verdad existen, sean insuperables. Michelle Bachelet tiene a su haber una extensa carrera, culminada en ocho años de gobierno, caracterizada por un escrupuloso respeto a la democracia, a los derechos humanos y el Estado de Derecho. A ello agrega su trayectoria internacional que incluye las posiciones ya indicadas y la Presidencia de la Unión de Naciones Sudamericanas en su mejor momento. La defensa de los valores democráticos; los esfuerzos por completar objetivos de desarrollo del milenio; el diseño de los objetivos de desarrollo sustentable, estuvieron en el centro de su acción como Presidenta; y la vocación de paz que deben proyectar las Naciones Unidas; difícilmente podría encontrar una mejor exponente.

Las dos campañas, además, están vinculadas, porque un apoyo muy grande entre los Estados miembros puede hacer que un cuestionamiento o veto sea más difícil de emitir. Por ello, el esfuerzo para lograr el mayor número de adhesiones, que vayan más allá de los dos tercios. Nuestra Cancillería se ha movilizado muchas veces en elecciones exitosas; tenemos experiencia para alcanzar este cargo.

Chile ha desarrollado en este siglo y el anterior, en democracia, una política exterior de apertura al mundo, buscando siempre los consensos necesarios para una política exterior de Estado. Somos fundadores de todos los organismos internacionales de la región y el mundo. Hemos hecho de la política exterior multilateral uno de los principales vehículos de nuestra presencia global. Varios exponentes de nuestro país han desempeñado, a plena satisfacción, cargos internacionales de la mayor importancia, en el plano económico y político. Todo ello nos ha ido preparando para responsabilidades mayores, que debemos ahora ejercer. Tenemos un bien ganado prestigio en la comunidad internacional, lo cual hace que una candidatura chilena, lejos de constituir una sorpresa, aparezca como algo natural.

La Presidenta Bachelet ha dicho esta semana que está considerando una candidatura. Madrugar en este aspecto es una buena idea. Nuestra Cancillería debería asumir esta campaña muy pronto y trazar un plan en muy pocos meses. Para elegir una Secretaría General hay que recorrer 192 países, que esperan ser visitados e invitados a apoyar a nuestra candidata.

El punto de partida debería ser América Latina. Si, como se ha dicho antes, existe la difundida convicción de que la prioridad esta vez es una mujer latinoamericana, deberíamos conquistar ese espacio lo más rápidamente posible. Nuestra buena relación con los mayores países de nuestra región debe ser el comienzo; ojalá antes de la Asamblea General de este año, estén hechas las consultas para que el Presidente de la República, con una delegación multipartidaria, presente a Michelle Bachelet como candidata de América Latina a la Secretaría General, en septiembre, en Nueva York.

De allí debería comenzar una larga campaña y un largo recorrido. Pero para que esta tarea, más que posible, se haga realidad, se requiere un esfuerzo nacional. Esta candidatura debe ser compartida por todos. De lo contrario, arriesgamos mezclar este tema con las elecciones de fin de año. Y no puede ser así, porque si bien el actual gobierno de Chile debe iniciar este proceso, este debe continuar durante el siguiente gobierno, con el mismo entusiasmo. Cuando el próximo gobierno de Chile haya cumplido nueve meses en funciones, asumirá la nueva Secretaria General de Naciones Unidas. Para que ese día llegue, este gobierno y el próximo deben esforzarse al máximo, lograr que todo Chile sienta que ha ganado algo de la mayor importancia, en la que todos y todas habremos participado.  

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