Escrito por: Fernando Reyes Matta
Esta publicación fue obtenida de la plataforma: El Mostrador
Un análisis del programa cumplido por el presidente Gabriel Boric en Nueva York y su discurso en Naciones Unidas, teniendo como referencia no los debates en Chile sino el devenir del mundo, demuestra que este país tiene una vía para incidir en el escenario internacional: su búsqueda de una relación propia del siglo XXI entre ciudadanía y poder.
Porque encontrar las mejores respuestas para ese desafío está en escenarios geográficos muy diversos. Ahí están las manifestaciones en Irán, la resistencia a la convocatoria de los reservistas en Rusia, los temores de gobiernos bajo partidos de tendencias neonazis en Italia y en Suecia, la tensión entre autoritarismo y digitalización ciudadana en varios países de Asia, la demanda de las nuevas generaciones por salvar el medio ambiente y los océanos, las migraciones de Africa hacia Europa o en América Latina. Con las instituciones heredadas después de la Segunda Guerra Mundial no basta para dar certidumbres y confianzas al mundo que viene.
El discurso del mandatario chileno en la ONU tuvo un contexto el cual no se puede ignorar si se trata de entender todo su alcance. Son las palabras de Antonio Guterres, Secretario General de la entidad mundial, dichas sólo momentos antes en la apertura de la Asamblea General: “Necesitamos actuar en todos los ámbitos. No nos hagamos ilusiones. Navegamos aguas turbulentas. Se avecina un invierno de descontento a escala mundial. La crisis del costo de la vida está haciendo estragos. La confianza se desmorona. Las desigualdades se disparan”. Es en ese marco cuando toma su dimensión internacional el testimonio entregado por el mandatario chileno al dar cuenta de como la experiencia chilena aborda esa realidad: es la opción por la vía democrática y la búsqueda de acuerdos constitucionales, a partir de lo que la ciudadanía ha señalado en diferentes pasos y con amplia participación. No es poco mirando la realidad del mundo.
Es claro el Presidente Boric al respecto: “Consciente que no soy quién para dar lecciones sobre cada uno de los problemas que vive el mundo convulso en el que habitamos, pensé que contarles nuestra experiencia reciente como país puede servir, a quien quiera escuchar, para sacar vuestros propios aprendizajes”. Ese es el ángulo que apreciaron medios influyentes a nivel internacional como Bloomberg, al decir que el líder más joven en esa cita global «hizo sonar la alarma sobre el riesgo de disturbios sociales, recordando a sus colegas más experimentados reunidos en las Naciones Unidas que el descontento que estalló localmente puede repetirse en todo el mundo».
Lo que se busca – y en ello Chile es promotor principal – es la articulación de un grupo de países de alta ambición para la protección de los océanos que tiene como objetivo central la protección del 30 por ciento del océano al año 2030.
Si la canciller Antonia Urrejola lo vivió en Londres al asistir al funeral de la reina Isabel II, donde distintos altos dignatarios le preguntaron por el proceso chileno y sus derivaciones, lo mismo ocurrió en las conversaciones del presidente Boric con los dos países más potentes de Europa: Alemania y Francia. Junto con tratar los avances para llegar a la ratificación del acuerdo renovado con la Unión Europea, no es menor el interés por Chile y su devenir político tanto del presidente de Francia, Emmanuele Macron, y del canciller de Alemania, Olaf Scholz. Fueron dos encuentros potentes, donde cupo dar la misma imagen: este país con 200 años de historia, busca de nuevo, desde el fondo de su devenir político, la respuesta institucional para preguntas que no son sólo de Chile, sino de muchos países en el orbe, al Norte y al Sur. El mismo nivel tuvo el encuentro con Pedro Sánchez, presidente del Gobierno de España.
Es con esa perspectiva que cabe valorar el encuentro con la Primera Ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern. En este caso, el intercambio de ideas y propósitos entre dos gobernantes con la mirada generacional que los acerca: ella nació en 1980, el chileno en 1985. El encuentro de ambos – en la cercanía creciente entre dos países que cruzando el Pacífico construyen su vecindad – tenía el marco de cumplirse ahora los 50 años desde que Chile y Nueva Zelanda abrieron sus respectivas embajadas. Dos países con temas comunes en el escenario internacional, con la urgencia de manejar los equilibrios entre Estados Unidos y China (ambos con tratados de libre comercio con las dos potencias), unidos por un acuerdo para el desarrollo de la economía digital, determinados por dar cauces eficientes a la relación con los pueblos originarios, firmantes ambos del TPP11 del cual Nueva Zelanda es país depositario de las ratificaciones: sólo tres pendientes de hacerlo, entre ellos Chile. Ese diálogo tuvo el significado de una mirada a largo plazo, de las proximidades y convergencias posibles entre dos países a los cuales el siglo XXI y el Pacífico llaman a actuar con cercanía.
La obsesión por dar cobertura predominante a lo ocurrido con el embajador de Israel o los dichos del embajador chileno en Madrid – lógico dirá más de un editor local – remitieron a no más de una foto de reuniones tan importante como aquella con el presidente del Banco Mundial o de la OCDE. Y, por cierto, aquella sobre el rescate de los océanos para asegurar su preservación a las futuras generaciones. Con la participación de diversos mandatarios como el primer ministro de Canadá, Pierre Trudeau, y del representante especial del presidente de Estados Unidos, John Kerry, (nuevo encuentro con Boric), tuvo lugar esta reunión del “Financing Ocean Solutions for People and Planet” (Financiando Soluciones para el Océano para la Gente y el Planeta). Lo que se busca – y en ello Chile es promotor principal – es la articulación de un grupo de países de alta ambición para la protección de los océanos que tiene como objetivo central la protección del 30 por ciento del océano al año 2030.
Una tarea no menor si se piensa que a mediados de agosto fracasó la conferencia de la ONU sobre un tratado de protección de los océanos. Después de 15 años, los negociadores no consiguieron alcanzaron un acuerdo vinculante sobre los crecientes retos medioambientales y económicos de altamar, o aguas internacionales, una zona que abarca casi la mitad del planeta. Habrá que seguir batallando por ello y Chile, ahora con el presidente Boric, es actor importante del denominado “Blue Leaders”, con toda la sensibilidad que las nuevas generaciones en Chile tienen sobre éste tema.
Hace 50 años el presidente Allende colocó en Naciones Unidas una advertencia que la historia demostraría en todos sus alcances: la emergencia de corporaciones tanto o más poderosas que muchos países, capaces de actuar por sobre los Estados para avanzar hacia sus propias metas, y pasar por encima de un desarrollo con el ser humano como centro. Google acusado por la Unión Europea de “abuso de posición dominante” es un ejemplo de hoy y tal vez el más suave. Ahora, medio siglo después, el discurso de Boric coloca otro testimonio desde la realidad de Chile en un ámbito de alcance mundial: la urgencia de encontrar respuestas institucionales modernas para las demandas ciudadanas que, en diversas realidades y culturas, reclaman más participación, más oportunidades, más igualdad. En síntesis, democracias eficientes en el mundo digital del siglo XXI.