La reconstitución del espacio sudamericano avanza. El 30 de mayo tendrá lugar en Brasilia un retiro a nivel presidencial convocado por el Presidente Lula. Se anticipa una buena asistencia de los convocados. Por su gravitación se le reconoce a Brasil un liderazgo natural, fortalecido por el prestigio internacional de Lula.
La existencia de un espacio sudamericano es fundamental para superar años de fragmentación y divisiones que le han impedido a la región tener una voz común, condenándola a la marginalidad e irrelevancia.
Este proceso pasa, pero no termina, por la reorganización de Unasur. Cabe insistir que no se trata de una reconstrucción nostálgica. En vez de crear por enésima vez un nuevo organismo, se propone pragmáticamente utilizar Unasur, que dispone de un tratado vigente en la mayoría de los países, como el vehículo más adecuado para avanzar en la integración.
La revisión crítica del desempeño de Unasur es legítima y necesaria. No fue por casualidad que pudo ser paralizada en el 2018 por los gobiernos conservadores de la época. Muchos factores hicieron posible su parálisis. Entre ellos: el abuso del derecho a veto que impidió la designación de un reemplazante del ex Presidente Samper, su último secretario general; los excesos retóricos de algunos presidentes; una institucionalidad poco funcional y en fin la ausencia de una dimensión económica. De ese diagnóstico se desprende la necesidad de introducir en esta nueva etapa cambios importantes respecto de la antigua Unasur. Varios de ellos se proponen en la carta a los 12 presidentes de América del Sur enviada en noviembre del 2022 por un conjunto amplio de personalidades, entre ellas, 7 expresidentes. Bachelet y Lagos en el caso de Chile.
Previo al Retiro de Brasilia tendrá lugar entre viernes 26 y sábado 27 de mayo el Coloquio Montevideo por la Integración Suramericana. Se trata de reimpulsar el proceso alimentándolo con nuevas ideas como la generación de una institucionalidad ligera que permita avances reales en temas prioritarios como migración, autonomía sanitaria y energética o integración física. Especial énfasis debe darse a la integración productiva facilitando la cooperación y los emprendimientos conjuntos de las empresas que por su propia dinámica han traspasado las fronteras nacionales. Así conviene tener presente que solamente las empresas chilenas disponen de un stock de inversión extranjera directa en América del Sur que podría alcanzar a los US$150 mil millones. Otra idea novedosa es la posibilidad de “suramericanizar” una iniciativa chilena muy exitosa como el Congreso del Futuro.
En los últimos días se han escuchado voces críticas sobre la reorganización de Unasur. Los reparos bien fundamentados merecen una respuesta sólida. Con seguridad un buen debate debiera despejar las aprensiones que se han acumulado y desterrar la idea absurda y muy peligrosa de decirle adiós a América Latina.