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Columna de Ricardo Lagos. América Latina: nuevos desafíos de reinserción en el mundo

No ha sido fácil el andar de la entidad en los últimos años –Brasil suspendió su participación–, pero en ese traspaso vemos señales de una acción futura positiva. Se trata de un espacio en el que los 33 países de América Latina y el Caribe deben pensar en cómo responder a los desafíos actuales, y buscar los consensos y puntos de encuentro para el diálogo consigo mismos y con otros.

Y es aquí donde aparecen las preguntas: ¿Será este espacio capaz de dar coordinación a lo que cabe hablar con Estados Unidos, cuando ocurra la Cumbre de las Américas en junio próximo? ¿Podremos articular ciertas posiciones compartidas ante la Unión Europea y sus invitaciones a trabajar más y con más cercanía en la nueva realidad internacional?

En septiembre pasado, en la primera cumbre presidencial de Celac después de mucho tiempo –y más allá del tan comentado mensaje vía Zoom del Presidente Xi Jinping–, hubo otra presencia muy importante para nuestro devenir y cuya intervención no fue tan conocida entre nosotros: la participación de la Unión Europea, a través del presidente del Consejo Europeo, Charles Michel. En su intervención, Michel utilizó como metáfora de nuevos vínculos el recién inaugurado cable submarino que conecta a Portugal con Brasil. Lo señaló como un ejemplo exitoso de las múltiples posibilidades de acercamiento que existen entre ambos continentes, dejando de lado, además, que el sur deba recurrir siempre a los cables Estados Unidos-Europa.

El 2 de diciembre, bajo la hábil mano diplomática de Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores de la Comisión Europea, hubo un encuentro singular: las altas autoridades de la UE se reunieron con siete mandatarios del continente, entre los cuales estaban los de Brasil y México. ¿Cómo eligieron a los asistentes a este evento? Seleccionaron a quienes a la fecha estaban a la cabeza de una entidad regional: Brasil por Mercosur, México por la Celac, Colombia por la Alianza del Pacífico, Ecuador por la Comunidad Andina y, con igual criterio, los otros tres, Guatemala, Costa Rica y Surinam. Un logro de Borrell, quien ha mantenido un vínculo permanente con América Latina y ha sido preponderante en propiciar la llegada de las vacunas de un continente a otro. La invitación de Michel y Borrell fue clara: trabajar en conjunto para enfrentar con una mirada común el complejo escenario económico y sanitario en un contexto de plena revolución digital.

Sólo 12 días después de la cita ministerial de Celac en Buenos Aires tuvo lugar otro hecho importante para América Latina y el Caribe: el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden, anunció la realización de la IX Cumbre de las América en Los Ángeles, el próximo 6 de junio. La propuesta llama a trabajar sobre tres áreas centrales. La primera –y sin la cual ningún desarrollo es posible– es fortalecer y profundizar los sistemas democráticos del continente, reconociéndolo éste como el único compatible para construir tareas en conjunto. La posibilidad de las democracias latinoamericanas de acortar la brecha entre lo prometido y lo logrado, señala la convocatoria, depende de que se respete el estado de derecho y de cómo los gobiernos se concentren en ello.

Biden también propone, como segundo punto, trabajar para que nuestros países se transformen en sociedades equitativas, esto es, crecimiento económico con distribución adecuada entre todos los sectores de la población. El crecimiento equitativo es también fundamental para fortalecer los sistemas democráticos, la herramienta para asegurar un trato digno a todos los ciudadanos.

Y el tercer punto puesto sobre la mesa es cómo generar un crecimiento sustentable, compatible con el cambio climático. O sea, saber crecer sin contaminar. En el siglo XX, el paradigma era aumentar el ingreso por habitante; en cambio, en el siglo XXI, el paradigma será saber cuánto cada persona emite en gases de efecto invernadero. El avance en la disminución de emisiones por persona indicará el grado de avance de cada país.

Comenzamos entonces el 2022 con la invitación a pensar nuestros desafíos y necesidades junto a dos potencias mundiales como Estados Unidos y la Unión Europea, con los que compartimos una mirada cultural e histórica sobre los valores democráticos a mantener y profundizar en nuestros países. Una relación que reclama también autonomía y respeto en el diálogo. Ello ayudará a ser fuertes también en los ineludibles lazos a desarrollar con otros colosos como China o India. Y desde allí ser capaces de establecer, a partir de nuestros propios intereses, el diálogo que nos determine acercamientos pendientes con África o toda el Asia-Pacífico.

Los desafíos en las tres áreas propuestos por Biden, o el acercamiento tecnológico que menciona Michel, suceden a la luz del cambio epocal que estamos viviendo: vamos de la Revolución Industrial a la Revolución Digital. Este cambio civilizatorio nos obliga a revisar los manuales ideológicos de ayer: hay que abrirse a otras tareas más cercanas a los ciudadanos de hoy en pro del entendimiento común. Por ahí debe ir Celac: en lo inmediato, buscar para junio un planteamiento colectivo ante Estados Unidos. Y responder al desafío de Europa.

¿Queremos tener una inserción internacional de América Latina y el Caribe con cierto peso en el reordenamiento global? Lo primero, levantar una agenda nueva con realidades de hoy que nos unan. Segundo, responder con estatura propia a los diálogos que nos plantean nuestros socios históricos, como también a los de más lejos que llegaron con el siglo XXI.

Contenido publicado en La Tercera

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