Si bien el regreso de EE.UU. a la política multilateral es un paso significativo a la hora de pensar en la seguridad mundial, también es momento de plantear una pregunta esencial: ¿Qué significa seguridad en pleno siglo XXI?
Como viene ocurriendo sin interrupciones desde 1963, hace pocos días tuvo lugar la Conferencia de Seguridad de Múnich. Cuando nació, su objetivo estaba ligado directamente a la amenaza nuclear: la paz solo se podría mantener en la medida que ninguna de las potencias nucleares “apretara el botón”. Aunque en casi sesenta años el concepto de seguridad ha evolucionado, cuando se habla de mecanismos para asegurar la paz y la seguridad internacional aún predominan los parámetros del siglo XX.
Este febrero de 2021, la conferencia se desarrolló de manera virtual. Una expresión más de esta forma de diplomacia digital donde los encuentros no reclaman viajes, hoteles, guardias ni salas de grandes conferencias, sino sólo la concurrencia coordinada en una pantalla. Aún no asumimos el potencial que ello encierra para el futuro del devenir mundial, con la oportunidad de gestar diálogos rápidos bajo situaciones de crisis u otras circunstancias importantes. Desde sus escritorios, distintos líderes mundiales participaron esta vez en un debate marcado por la pandemia y sus consecuencias. El discurso de Joe Biden, directo desde la Casa Blanca, fue aplaudido por el resto de los países cuando aseguró que “Estados Unidos ha vuelto”, subrayando su reincorporación al multilateralismo y su cooperación para hacer frente a las amenazas globales. El nuevo presidente norteamericano marcó la diferencia con su antecesor, como lo haría al día siguiente ante los líderes del G7.
Sin embargo, si bien el regreso de Estados Unidos a la política multilateral es un paso significativo a la hora de pensar la seguridad mundial, también es momento oportuno para plantear una pregunta esencial: ¿qué significa seguridad en pleno siglo XXI? Es cierto que permanece la amenaza nuclear y de guerra en el mundo, pero este es un concepto heredado del siglo pasado. Hoy los riesgos se encuentran en ámbitos mucho más amplios y cotidianos de las personas, en donde el afán por asegurar la existencia de un mundo en armonía y en paz para las futuras generaciones pasa por al menos cinco componentes.
El primero es la amenaza del Cambio Climático. El calentamiento global de la Tierra está poniendo en cuestión la supervivencia del ser humano en este planeta y, tal como van las cosas, se convierte en un tema de seguridad mundial. ¿Cómo pensar en la paz sin hacernos cargo de las consecuencias irreversibles de 200 años de desarrollo inconsciente, que no midió su impacto en la naturaleza y en la vida de las personas? El derecho a vivir en un medio ambiente limpio debe asegurarse a través de un enfoque que identifique en qué área se requiere actuar con mayor urgencia, como por ejemplo revisar y hacer efectivo el Acuerdo de Paris de 2015.
El segundo componente lo estamos experimentando ahora mismo. La pandemia deja lecciones dolorosas: las muertes por Covid en EE.UU., en poco más de un año, superan la suma total de estadounidenses muertos en las dos guerras mundiales y la guerra de Vietnam. El impacto se sufre en todos los continentes. Pero habrá otras pandemias y es necesario sacar lecciones para enfrentarlas. Hay que actuar más unidos confiando en un ente centralizador que defina pasos de prevención, de validación de las estadísticas y métodos de investigación y que conduzca la negociación y distribución de las vacunas cuando llegue el momento. Se trata de reforzar el rol de la Organización de la Salud y alcanzar, tal vez, un acuerdo internacional de los países miembros que evalúe el cumplimiento de las metas en reuniones periódicas.
Un tercer componente que debería incluirse en la discusión sobre seguridad es el narcotráfico. Lo venimos afirmando hace mucho tiempo: la guerra contra el narcotráfico no es propia de un solo país. Por un lado están los que producen y trafican la droga, por otro, quienes la consumen, éstos últimos prioritariamente en el mundo desarrollado. El combate contra el narcotráfico necesita de un entendimiento global entre todos los involucrados, porque es una amenaza de características transnacionales. Y, por ahora, aparece como una guerra perdida, que socava la seguridad mundial en diversas dimensiones.
El cuarto factor que nutre la inseguridad es la ineficaz respuesta a las migraciones y sus consecuencias. Un derecho humano que nació en el minuto que el ser humano decidió desplazarse hacia otros lugares, para tener una vida mejor. Las travesías por guerras, hambrunas o crisis políticas son un dato evidente de la realidad contemporánea. El número de migrantes internacionales a nivel global ascendió en 2019 a 272 millones, un registro que indica un incremento de 51 millones de personas desde el año 2010. Comparado con la población global, puede parecer poco, pero las imágenes diarias de dramas múltiples por desplazamientos extremos, indican que es urgente establecer estrategias universales para una realidad que también golpea con fuerza a nuestros países.
Si no tratamos con eficiencia estos temas que ponen en jaque la seguridad internacional hay un peligro mayor: debilitar la democracia. Y ese quinto riesgo puede tener consecuencias críticas y profundas en la relación entre poder y ciudadanía. La concordancia política es esencial para tratar todos esos desafíos.
Hace unas semanas el mundo entero fue testigo de cómo una de las democracias más estables del mundo fue puesta en jaque. Biden ha enfrentado este desafío con fuerza y su actitud ha reforzado el valor del sistema democrático como un soporte mayor para la seguridad internacional. Los cuestionamientos a la democracia han recrudecido y, si no colocamos la dignidad del ser humano como centro, la posibilidad de que se termine el estado derecho es un riesgo real al interior de nuestros países. Allí se juega el significado de un concepto moderno de seguridad. En días en que se conmemorarán los 75 años de la creación de Naciones Unidas, repensar el concepto de seguridad desde esa perspectiva podría ser una celebración trascendente y oportuna.
Contenido publicado en La Tercera