Elena Serrano Pérez
Abogada de la Universidad Católica de Chile, Coaching Ejecutiva de la Universidad de Georgetown e integrante del Foro Permanente de Política Exterior.
9 de junio 2020
Aunque los márgenes de Biden son más estrechos en los estados decisivos, han ido subiendo en los sondeos allí también. Está a la cabeza en Wisconsin y Arizona, y casi empatado en Ohio, donde Trump ganó por 8 puntos en 2016. Incluso hay encuestas que lo dan en una estrecha pelea en Texas, que no vota a un demócrata desde 1976. Por supuesto que todo esto puede cambiar radicalmente. Si algo se ha hecho claro en este extraño 2020, es que nada ha salido según lo q se esperaba.
15 de junio
Trump enfrenta tiempos negros. Entre los rumores sobre su mala salud y posible problema vascular (es el Presidente más viejo en ir a una reelección) que fue aparente en imágenes televisivas, de cierto desequilibrio al bajar una rampla en West Point; la economía que está en el suelo con 21 millones de desocupados; las protestas en todo el país por violencia racista; militares de alto rango que lo denuestan; su primer rally objetado por contagios, aunque lo va a hacer igual; su negativa a usar mascarilla. Y suma y sigue. El Washington Post declara hoy que Trump ha perdido el control de su narrativa, y que los votantes están listos «para cancelarlo». Los senadores republicanos están nerviosos… algo a lo que no están acostumbrados. Biden, entretanto, empatiza con las protestas e investiga a las candidatas a VicePresidenta. Casi seguro que será mujer y negra. Senadoras y gobernadoras concursan…
20 de junio
Panorama de sábado en elecciones USA: en la tarde tendrá lugar el primer rally masivo de la campaña de Trump en la ciudad de Tulsa, Oklahoma. Se supone que es la oportunidad para ser nominado a la candidatura republicana a la presidencia. Para los locales de Tulsa esto es dramático. Están en un alza importante de contagios Covid luego de que habían logrado bajarlos. Han exigido a la campaña un detallado protocolo de normas sanitarias para los asistentes. Pero ya está inscrito el doble de los que caben en el recinto. La ciudad intentó parar el acto a través de un tribunal, pero éste falló en contra. Los organizadores exigirán a los asistentes la firma de una declaración en la cual la campaña no se hace cargo del que se contagie con Covid. Se ha declarado toque de queda, y se anuncian protestas contra Trump y el racismo. Por su parte, se estima que el Presidente está deseoso de animar a sus bases con sus acostumbradas peroratas contra los medios y los demócratas. En mi opinión, ¡¡¡nada bueno va a salir de aquí!!!
22 de junio
El Post destaca que la campaña de Joe Biden, y del Partido Demócrata, sienten algo que no han sentido en mucho tiempo: la confianza, y que a la vez provoca un poco de miedo. Encuesta tras encuesta han colocado al presunto candidato demócrata por delante del Presidente Trump, con cómodas ventajas nacionales que en algunos casos han aumentado a dos dígitos. Está adelante por márgenes más estrechos pero consistentes, en los estados vitales, y el propio Biden se ha vuelto cada vez más optimista ante la idea de que los demócratas recuperarán la mayoría del Senado, una posibilidad que ni siquiera se había soñado hasta hace poco. Trump preside una economía cercana a la depresión, una pandemia global y un descontento social en ebullición. Su administración ha perdido varios casos de alto perfil en la Corte Suprema, el nuevo libro de su ex asesor de Seguridad Nacional ha pintado un retrato condenatorio y ahora está quizás en la posición más débil de su presidencia, con menos de cinco meses antes de las elecciones generales.
26 de junio
Un tema que no es de primera línea, pero que tiene efectos más profundos que Trump en la política y la cultura de los estadounidenses, es el poder judicial. Los jueces estatales y federales, las cortes de apelación de los estados y de los distritos, los fiscales de cada estado, los que representan al gobierno federal en cada estado (los US attorneys), y ni que hablar el así llamado DOJ (Department of Justice) donde vive el Attorney General del país, equivalente a nuestro Ministro de Justicia. Y, por sobre todo, está la Corte Suprema del país, cuyos dictámenes sientan jurisprudencia en todas las materias imaginables, desde valóricas y religiosas hasta los más ínfimos procesos criminales. Todo esto para destacar un hecho que me parece incluso más serio que tener a Trump de Presidente, por la extensión de su influencia. Hay un personaje deleznable llamado Mitch McConnell, senador por Kentucky, ultra republicano, quien preside el Senado. Como tal, le corresponde elaborar la agenda del Senado que incluye la confirmación de los jueces que han sido nominados para los distintos tribunales. Al tener mayoría en el Senado, es casi seguro que gana quien él ha postulado (se exceptúan los fiscales de cada estado, que son elegidos por votación popular). La labor silenciosa de este senador durante ya muchos años ha sido poblar el poder judicial, a todos los niveles, por jueces muy conservadores, quienes respaldarán las posturas políticas y sociales, y en especial culturales o valóricas, de los gobiernos afines durante las próximas décadas, a través de sus fallos. Y como su mandato es mucho más largo que el gobierno de turno (algunos de por vida, como los ministros de la Corte Suprema), el establishment se asegura una sólida plataforma de apoyo en asuntos que considera relevantes. Todo esto, a raíz de la noticia de ayer, en la cual se constata que McConnell ha logrado colocar 200 jueces en diversos tribunales durante el mandato de Trump, lo que implica que el trumpismo seguirá impregnando la vida política y cultural de los gringos, aunque su líder haya sido derrotado en las elecciones de noviembre.
5 de julio
Luego de los desastres sanitarios (los casos aumentan todos los días) y de la encendida retórica de Trump en Mount Rushmore, donde volvió a referirse a la “carnicería” de su país, echándole la culpa de todo a los demócratas en un lenguaje muy fuerte y despectivo, está surgiendo un terror de pánico entre los republicanos que van de candidatos al Congreso y al Senado en las próximas elecciones. Están recién comprendiendo que es posible pierdan la elección debido a su incondicionalidad con Trump. Todo gesto de separación del Presidente puede costarles votos de los más fanáticos, pero está siendo más probable que los “never Trumpers” dominen en las encuestas, como es el caso de Joe Biden. Luego de tres años de apoyo irrestricto a Trump, parece ser un poco tarde para cambiar la postura.
9 de julio
Los grupos de trabajo de la campaña de Joe Biden han estado en intensas reuniones estratégicas con los partidarios de Bernie Sanders, para acordar recomendaciones en temas como salud, justicia penal y clima. La pregunta es cuánto se debe “izquierdizar” Biden para conservar a los votantes demócratas jóvenes de izquierda. Los grupos de trabajo enviaron sus recomendaciones a la campaña ayer, y se comenta que los resultados no son los mejores para “aplacar” a los líderes progresistas. No están incluidos temas como Medicare para todos, gratuidad en la educación superior pública y la condonación de la deuda universitaria. Pero también proponen el fin de las emisiones de generadoras eléctricas al 2035, así como la prohibición al gobierno federal de celebrar contratos con empresas que paguen a sus trabajadores menos de 15 dólares la hora, y tampoco a las que intenten coartar los esfuerzos de sindicalización. Sanders se mostró conforme del avance en las medidas progresistas para mejorar las vidas de las familias trabajadoras.
14 de julio
Biden está embalado en un programa de gobierno de cambios profundos. Hay casi certeza de que ganará la elección, por lo que se ha desplazado desde la estrategia inicial de “dejar que Trump se cuelgue solo” e intervenir lo menos posible, a una agresiva agenda política que se estima por observadores mucho más liberal que sus propuestas iniciales. Los temas más relevantes son la reducción de emisiones de carbono, y la expansión de un plan gubernamental de salud. Quiere una revisión completa de la forma en que actúa la Policía en las calles del país, la tenencia de armas, y la forma en que se mide el éxito en la educación primaria. El énfasis estará en un gasto de 700 billones en investigación y manufactura de productos locales. Esto indica un cambio importante hacia la izquierda, desde donde estaba previamente. Se estima que esta es una “ventana” a cómo sería un gobierno de Biden, marcado por una intensa acción del estado. Si logra implementarla, sería el Presidente más progresista desde Roosevelt. Bernie Sanders afirma que él apoya firmemente el programa. Mientras tanto los republicanos se preparan para el peor de los desastres: la convención republicana, que se trasladó a Florida (por oposición del Gobernador de Carolina del Norte donde iba a ocurrir), está experimentando importantes deserciones de algunos notables, dado que ese estado es ahora el epicentro del virus, con 15,000 contagiados sólo hoy, batiendo todos los records mundiales.
16 de julio
Bienvenidos al LINCOLN PROJECT, un Comité de Acción Política (PAC) creado hace unos meses por varios republicanos importantes, con el sólo propósito de impedir la reelección de Trump. En abril, este comité anunció su apoyo a Biden. El grupo ha sido vociferante en su crítica a Trump y a la división del Partido Republicano, estableciendo que no pueden existir dos visiones tan diferentes en un mismo partido, y asegurando que votarán azul (color de los demócratas) sin importar quién sea el candidato. Auguran las peores catástrofes si Trump es reelegido, según dicen, porque ya no habría cómo poner fin e impedir la absoluta falta de competencia para manejar los enormes problemas del país (pandemia, economía y conflictos raciales). Afirman no haber votado jamás por un demócrata, pero la derrota de Trump es lo único que importa ahora. El proyecto ha producido varios cortos publicitarios en la TV a favor de Biden, los que han sido calificados como “devastadores” por la velocidad con que llegan el público justo en el momento en que las cosas ocurren; porque le pegan a Trump donde es más vulnerable: usan sus propias palabras y acciones para ilustrar el punto. Hay otras piezas de video que han sido notables, como una llamada UNFIT, donde critican el manejo de la pandemia, y otra AMÉRICA DE DUELO, afirmando que el país está más débil, más enfermo y más pobre bajo su presidencia.
25 de julio
Aunque parezca ciencia ficción, las fuerzas políticas relevantes en el país están poniéndose en el caso de que Trump decida no “conceder” el triunfo de Biden, el que se ve cada vez más posible. Trump ha empleado la estrategia de sembrar la duda sobre la legitimidad de la elección de noviembre, lo que llevaría a la democracia norteamericana a una prueba totalmente sin precedentes. La forma que ha escogido Trump es escalando sus ataques a la seguridad del voto por correo (habitual en algunos estados) y su persistente negativa en asegurar al país que aceptará la voluntad de los votantes. Este temor ha cundido entre sus críticos y académicos, quienes intentan imaginar hasta dónde podría llegar para no ceder el poder. Se le acusa de minar la confianza del proceso más básico de la democracia, convenciendo a su base de que esta elección es corrupta y está conduciendo al país a una horrenda crisis en los días antes y después de la elección. Los expertos legales no creen que sea posible que esto ocurra si Biden tiene una clara victoria en las urnas, no imaginan siquiera qué mecanismos puede usar, pero su negativa a una transmisión pacifica del poder los ha llevado a contemplar distintos escenarios. El más recurrido es que Trump podría declararse victorioso antes de que termine el conteo de los votos en los estados clave, lo que este año, por la crisis sanitaria, podría durar semanas debido a la votación de los “absentee ballots”, o voto remoto. Durante este intervalo podría desatarse una batalla legal sobre la validez de cada voto. Biden sostiene que si Trump se rehúsa a dejar la Casa Blanca, los líderes militares lo escoltarían fuera con prontitud.
Como otro sí les dejo video de campaña de Biden en amena charla con Obama:
8 de agosto
Semana de metidas de pata de ambos candidatos, con gran cobertura de medios. Primero Biden, en una reunión con periodistas latinos y negros, se enreda en una discusión sobre quienes son más diversos, concluyendo que los latinos ganan en diversidad, entrando así en un contraste que dejó mal a ambos grupos. Pero Trump lo hizo peor, debido a su falta de disciplina para mantenerse dentro de la estrategia de campaña. Acusó a Biden -que es un católico practicante– de estar “contra Dios”, comentario que indignó a todo el espectro político y que le ganó en cobertura a los comentarios de Biden. Esto representa un microcosmos de la posición que tiene Trump en estos días. La estrategia de “dejar a Trump ser Trump” funcionó en 2016, pero ya no le sirve, aun cuando le sería conveniente “dejar que Biden sea Biden”. Pero el desastre no terminó ahí. En una entrevista con un periodista de Axios (un cambio radical de las que sostiene a menudo con sus amigos de Fox News), ante la pregunta de cómo podía asegurar que la pandemia estaba bajo control con más de mil muertes diarias, Trump respondió “Es lo que es” (It is what it is). Esta fue una bomba. Surgieron acusaciones de todos los bandos sobre su incapacidad de mostrar empatía ante esta tremenda tragedia. Sin embargo, la campaña estimó que la reacción era muy exagerada. Otra joyita de la semana ha sido la irrupción de un nuevo candidato republicano en escena. Se trata del rapero multimillonario Kayne West, ícono cultural, que ha inscrito su candidatura en varios estados. Resulta que en los estados bisagra (los swing states) los republicanos están apoyándolo con entusiasmo ante la posibilidad de que esta candidatura actúe como “spoiler” en la elección general, quitándole votos a Biden. Sin embargo, esa teoría carece de credibilidad, ya que una encuesta de CNN determinó que West tiene una aprobación general del 20%, es muy impopular entre los demócratas – aprobación 12% – y un 35% de los republicanos lo aprueba. Por lo tanto, el espacio para un candidato spoiler de capitalizar entre los votantes que rechazan a ambos candidatos, es muy pequeño.
12 de agosto
Biden presenta a su Vicepresidenta, Kamala Harris, en un hotel lleno de banderas y sin público. Ambos discursos fueron esperanzadores y personales, lo político apareciendo en un deliberado tejido del país que quieren para su gente. Los ataques a Trump y a su gobierno fueron feroces, pero elegantes. Ella se refirió a la “coalición de las confianzas” que esta campaña requiere y significa.
13 de agosto
La última de Trump: declara que Kamala Harris no puede ser candidata porque es hija de emigrantes… a pesar de que ella nació en California. Está construyendo una teoría conspirativa al respecto, y sabemos que su base se las compra todas. Expertos legales desmienten totalmente la teoría. En otro intento por enlodar la elección, Trump se niega a dar los fondos requeridos por el servicio postal para apoyar el voto por correo, que es tradicional en algunos estados y que será indispensable en esta elección para evitar contagios. De esta forma construye su caso para poder declarar fraudulenta la elección o, por lo menos, crear la duda. Para mayor desastre, el director de correos es un mega donante de su campaña.
16 de agosto
Esta semana viene muy activa para los interesados en el tema. Mañana lunes comienza la Convención Nacional del Partido Demócrata, en Milwaukee, Winsconsin. Será, como todo en estos tiempos, muy diferente. El candidato Joe Biden participará virtualmente desde su casa en Delaware. El recinto de la convención estará apenas poblado con cuadros del partido miembros de los diversos grupos de trabajo y comisiones permanentes sobre temas específicos. Los canales de tv estarán atentos a las numerosas “estrellas” del partido invitadas a dirigirse (virtualmente también) a los delegados. El día lunes estarán Michelle Obama, Bernie Sanders, Andrew Cuomo, Amy Kolbuchar y otros parlamentarios y gobernadores. El día martes estarán John Kerry, Alexandria Ocasio-Cortez, Bill Clinton y Jill Biden. El día miércoles será dedicado a mujeres gobernadoras y grupos de trabajo étnicos, además de algunos espectáculos musicales. Oradores principales serán Hillary Clinton, Nancy Pelosi y Elizabeth Warren. Para cerrar el programa estará Kamala Harris y, más tarde, Barack Obama. La culminación será el día jueves con algunos de los precandidatos en las primarias demócratas. Por supuesto, el evento finaliza esa noche con la intervención de Joe Biden y su proclamación oficial como candidato del partido.
18 de agosto
La segunda noche de la Convención Demócrata tuvo grandes momentos. Da la impresión de que se están adaptando bien al formato virtual, creando una cierta intimidad y quietud que permite ver más allá de lo obvio. Biden fue nominado oficialmente como candidato por cada uno de los estados, cuyos delegados votaron en sus respectivos territorios. Un increíble espectáculo de diversidad geográfica y racial. El cierre estuvo a cargo de Jill Biden (los gringos son muy pro esposas, les encantan) quien hizo una emocionante metáfora entre las escuelas vacías (ella estaba grabada en una) y el dolor de los niños y sus familias de no poder estar ahí por la pandemia y el fracaso de liderazgo. Fue un cierre emocionante que la reveló a ella y aspectos interesantes de Biden. En resumen: USA en su mejor cara, la de comunidades y personas que se juegan por los demás, gente normal, buena, heroicos algunos, que añoran un liderazgo decente.
21 de agosto
Termina la convención demócrata, la que nos ha dejado con variadas miradas de su gente, sus esperanzas, sus dolores. Hemos visto discursos brillantes de los líderes, múltiples historias conmovedoras de ciudadanos heroicos, y otros comunes y corrientes. Un tremendo y colorinche tejido de una sociedad que anhela lo normal, lo bueno, lo digno y la protección de sus espacios de vida. Es probable que todos sientan que conocen mejor a los que esperan los gobiernen, a través de las anécdotas contadas, muchas conmovedoras. Biden cerró con un discurso que los analistas estiman el mejor de su carrera. El hilo conductor fue el contraste entre la luz posible en el futuro, y la oscuridad, la sombra y la sospecha del presente. Fue durísimo con Trump, descalificando su persona, sus valores y su gobierno. Puso énfasis en que no habrá más amistad con dictadores, que la prioridad será el énfasis en los derechos humanos, la seguridad y la paz. La guerra al racismo será el legado para la próxima generación, en esta “batalla por el alma de este país”, que ha sido su tema de campaña. El formato sin audiencia, al final actuó a favor, permitiendo una mayor autenticidad de los protagonistas, sin la distorsión de aplausos habituales.
23 de agosto
Hay expectación y expectativas sobre la convención del Partido Republicano, que comienza mañana en la ciudad de Charlotte, Carolina del Norte. También habrá actos equivalentes en otras varias ciudades grandes del país, algunos virtuales y muchos en vivo, como lo quería Trump desde el principio. Más de 2500 delegados votarán por el Presidente como el candidato del partido. El programa está dirigido y producido por el Presidente, intentando juntar la mayor cantidad de personas, y haciendo parcialmente el intento de observar las medidas de protección ante el coronavirus. Todas las noches de la convención terminarán con un discurso de Trump. Entre los oradores se cuentan todos los miembros de su familia: esposa, hijos y nueras. También Nicky Hayley, ex embajadora ONU, varios congresistas, Pompeo, Pence, Kelly Anne Conway, su asesora más cercana, Mitch McConnell, quien preside el Senado, y su abogado personal Giuliani. En este momento, recién salida un encuesta ABCNews/Ipsos, sabemos que Biden subió de 40 a 45% en aprobación después de la convención demócrata, y 32% aprueba a Trump. El margen de error es más o menos de 4 puntos. Los republicanos esperan que estos números se reviertan del todo luego que el país vea y sienta cómo sus vidas han mejorado durante el gobierno de Trump, y cómo han logrado contener la pandemia. ¡A abrocharse los cinturones!
25 de agosto
La convención Republicana, que partió anoche, fue un reality distópico de lujo. Una producción de TV digna del Presidente (fue enteramente producida por él). Llena de oscuridad y malos presagios para el futuro si ganan los demócratas. Los múltiples oradores (enfermeras, congresistas, parientes, funcionarios) no escatimaron alabanzas para el Commander in Chief, desde “es el guardaespaldas de la civilización occidental”, “hemos sido los más exitosos del mundo en contener el coronavirus”, “jamás habíamos visto una economía más próspera”, “la cesantía es la más baja de la historia” y otros semejantes. Hasta los comentaristas, que lo han visto todo, estaban impresionados. La estrategia está clara: energizar a la base, decirles exactamente lo que quieren oír, sin hacer ningún esfuerzo por conquistar votos más moderados, indispensables para inclinar el resultado a su favor en los swing states. “Los demócratas han cancelado la cultura, vendrán a por ustedes: los comunistas, socialistas, las masas, las pandillas, y esta será una tierra de pura oscuridad”. No faltaron historias en alabanza del sueño americano a punto de ser destruido por los demócratas, y conversaciones intensas conducidas por el Presidente con veteranos y soldados que finalmente han “visto la luz”. Los “fact checkers” invitados no dieron abasto para corregir todo lo dicho, aunque ya la verdad de los hechos ha pasado a ser irrelevante.
El Secretario de Estado Pompeo se dirige al público en la convención Republicana desde el Hotel King David en Jerusalén, con una vista iluminada de la ciudad. Comentaristas espantados de que use su cargo y su gira como ministro para hacer política partidista. Contra todo pronóstico, el mejor discurso de la noche ha sido el de Melania Trump. Sólo ella se hizo cargo de todos los enormes problemas del país, hizo la única mención del virus de la noche. Fue un punto alto en el reality distópico, con humanidad y compasión; cuentan que el discurso no fue revisado ni conocido por la campaña ni el staff del Presidente. Por primera vez los fact checkers la declararon totalmente sin nada que no fuera verdad.
28 de agosto
El reality distópico de la convención republicana terminó anoche con fuegos artificiales desde el jardín de la Casa Blanca. Casi 2000 personas, sin mascarilla y todos apretados fueron funcionales a continuar ignorando los dramas del virus, como también generosos en aplaudir a su Presidente, quien se explayó sobre su visión del mundo desde el planeta Trump. O, más bien dicho, del mundo como él quiere que sea. Los oradores variados, muchos afroamericanos (mensaje inequívoco) afirmando que Trump no era racista, muchas rubias rutilantes y bien maquilladas con vestidos finos (casi todas de la familia), parientes de víctimas de las balas y de las guerras, congresistas fanáticos, y el Vicepresidente quien se llevó los mayores aplausos por su descripción horrenda de lo que debía esperar el pueblo y el país si ganaba el fracasado y débil Biden. La estrategia de campaña quedó clara: redefinir la imagen del Presidente, declarando que no es lo que parece, que en el fondo es compasivo, apoyador de las mujeres, fuerte, decidido, amante de la diversidad, de su país y de su gente. Se percibe una necesidad imperiosa de cambiar la realidad a través de flagrantes mentiras (los factcheckers contaron más de 20). Su tono fue aburrido y sin energía (culpa del teleprompter) en un intento de parecer presidenciable y solemne. No resultó. En lo político, es evidente que los republicanos ya no son un partido, sino un culto a Trump. Como tal, no tienen programa ni agenda, sólo insisten en más de lo mismo de lo que hemos visto estos años. El slogan es “the best is yet to come”. Pero lo que más repiten es que nadie en el país estará a salvo si gana Biden. En resumen, planeta Trump ofrece una realidad alternativa que, sin duda, resulta atractiva para su base incondicional.
2 de septiembre
El tema de esta semana ha sido la violencia. Biden replicó vehemente a Trump ayer en un intento de forzarlo a la defensiva sobre quién es más capaz de mantener el país seguro (safe) en tiempos de disturbios y de pandemia. En medio de las protestas en Oregon y Wisconsin, Trump sostiene que elegir a Biden es abrir la puerta a la extrema izquierda, con el peligro que eso significa. Biden, por su parte, acusa a Trump de echarle bencina al fuego en lugar de apagarlo. Les recuerda a los americanos que los disturbios se han convertido en muerte y destrucción durante esta presidencia, además de los 180,000 muertos por Covid que Trump evita mencionar. También enfatiza que Trump ha fracasado en denunciar a sus propios partidarios por estar actuando como una milicia, lo que prueba su debilidad. Cada uno acusa al otro de fracasar en detener la violencia y de no condenarla como corresponde. En paralelo, la campaña de Trump paga avisos en Facebook cuidadosamente dirigidos a sus partidarios, instándolos a defender su integridad y su propiedad del caos y del horror que se les viene encima, utilizando una serie de teorías conspirativas que rayan en la locura, como que personas desconocidas en las “sombras oscuras” controlan a Biden. El otro tema que arde es el asunto de votar por correo. Ocurre que en sondeos se demuestra que los demócratas son mayoritariamente partidarios de este voto, por lo que la estrategia de denunciarlo como el perfecto camino al fraude, que deja la elección en manos de criminales, mafias, pandillas y comunistas, puede ser efectiva. Si este argumento prende entre los indecisos en los swing states (como hay muchos que lo temen), basta que un pequeño porcentaje decida votar por Trump para que éste gane los votos electorales de ese estado y gane la elección. Por último, empezó a circular por Twitter un video en el cual Biden se ve dormitando durante una entrevista en TV, proveniente de un cercano a la Casa Blanca. Lo que apela al nerviosismo de los demócratas que, a veces, dudan de la “energía” de Biden. Resultó ser un fake manipulado, de otra persona, en otra oportunidad. Twitter lo retiró en cuanto se supo, pero alcanzaron a verlo 2 millones de personas.
7 de septiembre
Esta semana ha sido intensa por esos lados. Para la campaña de Trump, y para el candidato en especial, ha sido un tiempo de difundir videos que han diseminado falsedades y traficado en el engaño de un breve clip. Los videos han sido selectivamente editados, los retweets ambiguos, pero hábilmente dirigidos a confirmar los temores, odios y doctrinas conspirativas de su base incondicional. Una vez más parece que la campaña no tiene intención de atraer a los moderados de los estados no seguros (swing states), que podrían eventualmente dar vuelta la elección. Quizás no los necesiten, y su respaldo a las milicias de la supremacía blanca que desfilan armados con rifles automáticos por las calles de Winsonsin, muchas veces protegidos por la Policía, mientras los militantes de Black Lives Matter los salen a enfrentar, sean la estrategia indicada para cimentar el odio y el terror que pronostican bajo un gobierno demócrata. La verdad de los hechos no parece importar, ya que todo lo que se dice y lo que se ve puede ser alterado para probar ese punto central. Esta campaña no tiene programa al cual adherir, sólo “more of the same”, que como sabemos consiste cuatro años más del Presidente que se perfila a sí mismo como el campeón de la ley y del orden. Sabemos que Trump ha construido una carrera política basada en falsedades, que se cuentan en unas 20 mil en los tres años. Aun así, los fact checkers consideran que la actual ofensiva, en las semanas finales de la campaña, son muy difíciles de desmentir y combatir, por el daño potencial a las instituciones democráticas. No hay como actuar a la misma velocidad, dicen, su capacidad de enlodar las aguas es tan profunda que la democracia se marchita de inmediato. Como ejemplo está el video llamado “Nunca estarán seguros en la América de Biden”, citado fuera de contexto, en el cual Biden alega exactamente lo contrario. A esta avalancha de falsedades debemos sumar las revelaciones increíbles de Michael Cohen (su ex abogado personal, hoy en la cárcel) donde cita a Trump diciendo que los militares muertos en combate son unos perdedores que no merecen homenajes, y donde dice que Obama, por ser negro, no es ninguna competencia (“esa gente es demasiado estúpida para votar por mí”). Por lo menos, sí sabemos que este comentario le ha costado un considerable apoyo entre los militares. En un evidente contraste, Biden conserva la dignidad que cree que merece el oficio de candidato y no “engancha” ni pretende desmentirlos todos. Sigue enfocado en “restaurar el alma de esta nación”, antes que en políticas de programa. Estas son abundantes, pero su estrategia es dejar que su equipo se encargue de eso, fiel a su personalidad ya conocida de ser más mediador que ideólogo. Esto le ha permitido unificar el costado liberal y moderado de su partido bajo el objetivo común de derrotar a Trump. Igual, de ganar la elección, no estará libre de amargas batallas internas en temas como el racismo, el comercio y el cambio climático. Su instinto es el de un legislador, y su historia avala su bipartidismo, el que pretende reconstruir una vez elegido. Se apoya en un programa consensuado con Bernie Sanders, que pretende asegurar un amplio apoyo legislativo. Si, como se comenta, los demócratas ganan el Congreso y el Senado, es probable que esta estrategia sea exitosa.
9 de septiembre
Tremendo impacto han causado las revelaciones de Trump a Bob Woodward en su nuevo libro Rage, sobre haber minimizado el daño del virus desde febrero de este año, aun conociendo su gravedad. Dice que lo hizo por no causar pánico
1 de octubre
La última declaración de Trump es clarísima: si la Comisión de Debates Presidenciales cambia las reglas del debate en cualquier sentido, él no las observará. Genio y figura, sin duda.
6 de octubre
Como todos saben, hay demasiado que contar y comentar. Creo que estamos todos bien informados de los hechos ocurridos desde el ultimo horror del debate, en particular las aventuras de Trump con el virus, la locura, la negación, la opacidad de la información, la propagación del contagio en la Casa Blanca, el intento de derrotar al Covid, ya que él “ha aprendido tanto en estos días y sabe que puede ser vencido”. Tenemos una buena reseña del sondeo de la CNN más reciente, donde consistentemente aparece Biden como ganador en los temas que preocupan a los gringos, segmentados por edad y educación. Sin embargo, se nota una soterrada inquietud en el país, casi podría llamarse miedo, por sentir un abandono de parte del poder, por lo incierto del futuro, y también por las expectativas en riesgo de no ser cumplidas. Dado todo esto, quiero llamar la atención sobre dos hechos que me parecen importantes. Primero, el NYT, siempre atento al entorno, publica hoy un destacado editorial en el que declara por segunda vez su apoyo a Joe Biden. Es una pieza fuerte y poderosa, basada en hechos y, mezclada como es habitual, con los valores que son esenciales para los habitantes de ese país.
Segundo, les recomiendo ver el video en el que Michelle Obama declara su apoyo a Biden, y las razones por las que debe ser Presidente. En ese tono emocional, auténtico y profundo que ya le conocemos, sostiene que lo más valioso que aprendió en sus 8 años cerca de la presidencia, es que la forma y los asuntos en los cuales el Presidente enfoca su energía durante su mandato, son un reflejo directo de la vida que llevó antes de la Casa Blanca. También las políticas que implementa son consecuencia directa de sus valores. Por contraste, el actual Presidente ha pasado su vida preocupado del dinero y del poder, y haciendo a otros más ricos.
11 de octubre
El Presidente no ha logrado acortar la brecha con Biden a pesar de los acontecimientos inéditos como el debate y su hospitalización por Covid. Es más, los números casi no han variado en los últimos meses. Como si los ciudadanos fueran impermeables a tanta controversia, 54% de los presuntos votantes favorece a Biden, 42% a Trump. Como bien sabemos, las encuestas nacionales reflejan el estado del voto popular y no la competencia estado por estado por los 270 votos electorales requeridos para ganar la presidencia. Algunos sondeos (en particular el Post-ABC y otros en los estados bisagra) también muestran a Biden con ventaja, aunque con márgenes más reducidos. Lo importante es que ningún candidato ha ganado una mayoría en el colegio electoral al mismo tiempo que pierde en el voto popular por un margen semejante al déficit que tiene actualmente Trump. Los obstáculos para el Presidente están en las cifras de aprobación general y en su manejo de la pandemia, percepciones que no ha logrado revertir. Queda, por supuesto, la incógnita de Florida, donde aún los demócratas no han logrado repuntar lo suficiente para llevarse los famosos 29 votos electorales.
16 de octubre
Luego del inédito “debate” de anoche, en que cada candidato fue interrogado en diferentes canales de TV, los ánimos ya no dan más de caldeados. No tanto por lo que dijeron o no dijeron, sino por lo simbólico de un país fragmentado y de una presidencia tóxica, que ha logrado permear muchas instituciones. El venerado New York Times, a través de su comité editorial, aparece hoy día con una página en negro que titula “Pongamos fin a nuestra crisis nacional”, para seguir con “El caso contra Donald Trump”. Sus delitos: corrupción, rabia, caos, incompetencia, mentiras, decadencia. Su veredicto: la reelección de Trump representa la mayor amenaza a la democracia norteamericana desde la segunda guerra mundial; es un hombre que no merece el cargo que ostenta. Siguiendo con el formato de un juicio criminal, continúan con la evidencia que prueba cada uno de estos cargos: su corrupción descarada, el desastre sanitario, su demagogia, su falso populismo, su incompetencia como hombre de estado. Las consecuencias: ataque a los derechos de las mujeres, inmigración detenida, vidas negras en peligro, el planeta en peligro, una economía hecha pedazos. Les cuento esta historia porque representa una postura de, por lo menos, la mitad de la población de EE. UU., aunque por supuesto en diversos formatos. Y también, porque siempre que leo algo así, quedo impactada por la enorme libertad de prensa que tienen los gringos, y la valentía con que la usan. Los resultados están por verse. Hay otro debate el 22 de octubre, en formato town hall. Las encuestas nacionales muestran a los candidatos con diferencia de 12 a 14 puntos promedio, incluidos los swings states, donde es bastante menor. Sin embargo, los expertos sostienen que con esa diferencia y el enorme interés por votar que ha demostrado la población, es muy factible llegar a los 270 votos electorales requeridos para ganar. Perdón, olvidé mencionar que es Biden quien lleva la ventaja con los puntajes mencionados.
21 de octubre
En una de esas ironías de la vida, Trump podrá ser derrotado por las mujeres, exactamente 100 años después de haber conseguido el derecho a voto. Sus encantos y sus peticiones de “por favor quiéranme y voten por mí” han caído en el vacío. En encuesta publicada ayer, Biden aventaja a Trump entre probables votantes femeninas por 23 puntos, 59 % mujeres y 36% hombres. Los hombres están divididos parejamente con 48% cada bando. Las mujeres evangélicas blancas son el único fiel bastión de Trump, por su ideología extremadamente conservadora y su poca educación superior. El 80% de los hombres blancos evangélicos y 76% de mujeres lo apoyan en ese segmento. El famoso grupo de las así llamadas “mujeres suburbanas”, a las que ruega voten por él, han escuchado de todo: que Biden les destruirá su barrio pero él (Trump) las protegerá de la violencia exportada de las ciudades, y no permitirá la llegada de residentes con ingresos bajos. Pero le ha ido mal. Ellas lo encuentran vulgar, jactancioso de sus aventuras sexuales y les repugna su desprecio hacia las mujeres blancas. Justicia poética, dicen los expertos. Por fin, digo yo, nuestras hermanas y amigas del norte tienen la tremenda misión de botar al bufón bronceado que tanto daño le ha hecho al mundo…y a ellas.
27 de octubre
Falta una semana y la atención está puesta en Wisconsin y Pennsylvania como swing states claves, donde los contendores están casi empatados. El énfasis de la campaña de Biden es incentivar a los electores para que voten, y lo antes posible, porque la campaña de Trump está pidiendo a la Corte Suprema que declare inválidos los votos por correo que lleguen pasado el día de la elección. Los estados alegan que esa decisión le corresponde al estado, no a la corte federal. Es probable que esa sea la postura ganadora. En todo caso, ya han votado más de 60 millones de personas. Pero los pensadores políticos están en otro tema, que consideran de la mayor importancia: la incorporación de Amy Barrett como integrante de la Corte Suprema. Queda una amargura residual y mucha rabia entre los demócratas por no haber podido impedir ese nombramiento. Repasan los temas que la Corte tiene en tabla, en particular salud y derechos reproductivos, que afectan tan de cerca la vida de la gente, y que serán decididos por una sólida mayoría conservadora; y así será por los próximos 40 años. Esta es la gran trampa que Trump y su gente le han tendido al país: más de 200 jueces nombrados en tribunales de distrito y de apelación en todos los estados. No hay precedente de un hecho como éste, dado el poder y la influencia que implica. Ese es el legado de Trump, un tremendo legado… no necesita ganar, ya está armado. Yo pienso en Justice Ginsberg. Ella sabía cuáles serían las consecuencias de su muerte, por eso se aferró a la vida, pero le faltaron dos meses. Quizás no pueda descansar en paz.
4 de noviembre
El guión de esta tragedia se está cumpliendo minuto a minuto. Nada debiera sorprendernos, pero había esperanzas de que alguien improvisara en el camino. El imperio está herido de muerte, y esa herida nos duele a todos. Deberemos, entonces, seguir en el guión del fraude, la Corte, el conteo. Y, por mientras, nos desangramos con la pura idea de que nada cambie…
12 de noviembre
Ya se habla de la “victoria precaria” de Biden, a pesar de la intensidad de la campaña y el triunfo en las elecciones. Ahora tendrá que vérselas con los desafíos legales provenientes de Trump. Seguro que entrará a la Casa Blanca el 20 de enero, y quizás más de alguna vez se preguntará si este premio es de verdad un premio. Se enfrentará al desastre económico, la escalada de invierno de la pandemia, y un entorno internacional muy revuelto. Como si eso no fuera suficiente, gobernar será más que nada enfrentar divisiones, la hostilidad de los tribunales superiores, una burocracia federal debilitada y un populismo trumpiano que permanecerá. Y, por supuesto, choques con las corrientes más liberales de su partido. No va a contar, como sus antecesores, con ninguna cooperación de la oposición parlamentaria, la que es probable se dedique a obstaculizar toda iniciativa a la espera de las elecciones midterm. Los proyectos progresistas llegarán ya muertos, y las reformas necesarias para votaciones, colegio electoral, salud y medio ambiente, también. Lo mismo pasará con las designaciones de altos funcionarios y, por supuesto, con cualquier proposición para el sistema judicial. Es verdad que el Presidente tiene amplios poderes ejecutivos, pero esos se estrellarán con los jueces conservadores si tocan las libertades religiosas o el derecho de propiedad. La “luna de miel” con que cuentan los mandatarios recién elegidos no le será regalada y, aunque su campaña quiso ser unificadora, muy pronto verá, como le pasó a Obama, que es imposible ganar cuando los contendores te desprecian. Cito a Paul Krugman: “si estuviéramos mirando un país extranjero con este nivel de disfuncionalidad, lo consideraríamos un estado fallido, uno al que ya no le es posible controlar al gobierno”. Aun así, pase lo que pase, Mr. Biden y Ms. Harris, aquí estamos, y somos millones.
15 de noviembre
Esta mañana Trump tuitea que Biden ganó, pero al mismo tiempo se sumerge en una serie de falsas teorías conspirativas. ¡Nadie entiende nada!
23 de noviembre
Desde Washington DC les cuento que todo es diferente, aunque no sea novedad para nadie. He vivido años en esta ciudad, pero nunca había sentido este vacío y esta tristeza. A lo que debo agregar el miedo. Todos parecen tener miedo, aunque la ciudad ha sido muy estricta en las medidas sanitarias. Son los afuerinos los que echan a perder los números. Casi todo está cerrado: museos, teatros, tiendas no esenciales, monumentos, restaurantes. Sólo se puede comer afuera, como en Santiago, pero hace mucho frío. Los garzones son los más tristes, dicen que lo normal en el centro es servir un par de almuerzos al día. Los taxis ya no circulan, no hay quién los tome. La Casa Blanca se ve como un fantasma imaginado detrás de unas rejas horribles, y hasta pareciera que no han cortado el pasto hace tiempo. Lo único que sabemos que ocurre es la transición solitaria que prepara Biden en un hotel del centro. Hoy fueron nombrados el secretario de Estado y el Consejero de Seguridad Nacional. Para la mayoría de los nombramientos de altos funcionarios, se teme un bloqueo en el Senado, si los republicanos mantienen la mayoría (lo que depende de una segunda vuelta en Georgia). Los diarios vienen llenos de historias sobre el desastre legal de la estrategia de Trump, pero los más conocedores sostienen que está planeando su futuro, cuya pieza más sólida es mantener el firme manejo del partido republicano. La ceremonia del juramento está siendo planeada en detalle con la misma estrategia de la convención demócrata: muy poca gente, solemne y sustancial en ideas y símbolos. No se espera que Trump asista, por primera vez en la historia del país. Hoy se informa que un grupo de más de 160 altos ejecutivos privados han presionado a Trump para que reconozca el triunfo de Biden, y así la transición (hasta el momento financiada con donaciones privadas) sea oficial. Muchos republicanos consideran esta situación una vergüenza pública, pero nadie parece tener poder sobre el Presidente, encerrado en su mansión maldiciendo al mundo que le ha negado este triunfo que le era debido.
2 de diciembre
En ocasiones he comparado la situación en la Casa Blanca con una tragedia shakesperiana, y lo que ha ocurrido en estos últimos 20 días lo confirma. “Este es el invierno de nuestro descontento” (“Behold the Winter of our discontent”) dice Ricardo III al comenzar la obra que, finalmente, lo deja sin reino y sin caballo para escapar. Con su negativa a aceptar el resultado de las elecciones, Trump ha puesto en peligro la democracia de su país, la seguridad nacional, la salud pública, y ha convencido a sus partidarios, quizás en forma permanente, de que la victoria de Biden es ilegítima. “Veinte días de fantasía y fracaso”, titula el Washington Post en un reportaje cuya fuente son 32 personas que han estado en la órbita de Trump en estos días. Encerrado en la Casa Blanca, sin aceptar su derrota, furioso, enrabiado, y hasta delirante en sus conversaciones privadas, murmurando yo gané, yo gané, yo gané. Los más cercanos lo convencen para que continúe la larga cadena de peleas legales en los tribunales sin poder probar un fraude. Cuentan que la negativa a aceptar el resultado, la hostilidad de su retórica y su singular forma de entusiasmar a sus partidarios, se transformó en pesadilla para los encargados electorales en los estados, al ordenárseles que bloquearan los resultados. Mientras, el Presidente dejó de lado todas sus labores de Estado, en especial la pandemia, al tiempo que los números de contagiados y muertos aumentaban. Estos 20 días mostraron la marca del tiempo de Trump: un gobierno paralizado por el frágil estado emocional del gobernante, asesores alimentando sus fantasías, peleas internas brutales, y un límite borroso con la realidad. Aun después de ordenar el comienzo de la transición, Trump seguía diciendo que había ganado y que la elección había sido robada. Sus gritos se escuchaban por los pasillos, así como los llamados a Fox News para revertir resultados. Cuentan que jamás pensó que podía perder, ya que el trabajo sucio de anunciar fraude ya lo había hecho durante la campaña. Arizona y Georgia fueron los más dolorosos, y aún siguen envueltos en varias teorías conspirativas. Hay muchas historias más, pero ya me he alargado mucho. Desde Washington DC triste y vacía, donde todos esperan un estímulo económico y sueñan con la vacuna, con historias infinitas de muerte y pobreza, se habla de la oscuridad de este invierno. Ricardo III terminó derrotado, solo en medio del campo de batalla, gritando que cambiaría el reino (que estaba a punto de perder) por un caballo, para poder escapar. Sí, este ha sido el invierno de nuestro descontento.
15 de diciembre
El final oficial de este proceso ocurre mañana lunes, ocasión en la que se reúne el Colegio Electoral para declarar al ganador de la elección presidencial. En esta ocasión corresponde a los delegados de cada estado, más los “superdelegados” (figuras políticas relevantes de cada partido, designados por su partido) contar los votos electorales ya certificados por cada estado y verificar que los 270 votos requeridos para ganar efectivamente estén emitidos y verificados por la autoridad electoral estatal. La mayoría de los estados (33) están sujetos a los llamados “pledged delegates”. Ello significa que los electores sólo pueden votar en el Colegio Electoral por el candidato que ganó el voto popular en su respectivo estado. Los electores que no están pledged siguen la misma norma en la mayoría de los casos, aunque ha habido varias ocasiones en que han surgido “faithless delegates” que no obedecen la norma, o que provienen de un estado no “pledged” y que votan por otro candidato. Hay muchas historias de conspiraciones y complots entre delegados para alterar el resultado de la elección, casi todas sin éxito. La más famosa fue el intento por impedir que John Kennedy llegara a la presidencia, en que republicanos hicieron un lobby feroz con los delegados para que no votaran por JFK en esta instancia. Pero aún hay más, ya que el proceso continúa. Se traslada al Congreso, en el que una plenaria de las dos cámaras se reúne el 6 de enero para contar los votos electorales. Se esperan protestas y “objeciones simbólicas” de algunos parlamentarios, pero no parecen ser tomadas muy en serio. Los pronunciamientos de los tribunales estas semanas, en particular de la Corte Suprema, han dejado claro que no hay piso para más obstáculos, aunque Trump sigue anunciando planes para ganar. 49 estados (salvo Wisconsin) están en lo que se llama “safe harbor”, lo que significa que ya no hay litigios pendientes respecto de la votación. O sea, está cerrado el tema. Aprovecho este espacio para contarles sobre otro aspecto de estos negros tiempos del trumpismo: la ejecución de 6 presos condenados a muerte, sólo en el período de Trump llamado “del pato cojo”. Sólo este año van 10 ejecuciones, castigo que fue revivido por Trump luego de 17 años suspendido. Se supone que Biden va a detener esta práctica (legal en muchos estados) mediante una orden no oficial al Ministro de Justicia, de ahí el apuro por terminar luego con los que faltan. La forma de ejecutar presos federales es la inyección letal. Los diarios traen relatos meticulosos sobre cómo funciona el proceso de colapso gradual de los órganos vitales, cuáles han sido las últimas palabras de los condenados, que gestos han hecho y dónde han dirigido la mirada antes de cerrar los ojos para siempre. También los mensajes a sus familias, y las peticiones de perdón a los deudos de las víctimas, quienes han estado presentes en las ejecuciones. También hemos podido enterarnos de los crímenes que estos hombres cometieron para merecer este castigo, los que por cierto son graves. Incluso hay un preso cuyo nivel de inteligencia es tan bajo que su defensa estima no puede ser ejecutado por su crimen. Pero todos sabemos que ese no es el punto. Activistas anti pena de muerte han estado presentes en la prisión de Indiana donde todo ha ocurrido, y personalidades de todos los ambientes han solicitado clemencia al Presidente, quien la ha negado de plano. También la Corte Suprema, con la opinión contraria de dos jueces mujeres. Este ha sido el año con mayor número de ejecuciones en la historia de la pena capital federal, por lo menos desde la década de 1920. Pensé que quizás era éste un cierre adecuado a estos tiempos de muerte y oscuridad, pero también de esperanza. Biden, Presidente electo de Estados Unidos, según confirmación del Colegio Electoral hoy día, pronunciará un discurso desde Delaware, a las 7:30pm hora local, 9:30pm en Chile.
Viernes 22 de enero 2021
El helicóptero marcó el principio del fin de esta historia. Majestuoso, las aspas lentamente tomando vuelo, esperó paciente a los pasajeros, quienes subieron agitando los brazos saludando a un público invisible, por última vez. Luego levantó el vuelo sin acelerar, como si estuviera disfrutando el momento. La cámara de la TV lo siguió sin pausa, el trayecto completo, sobre los arboles de Maryland, nítido contra la luz de la mañana. Junto a la cámara lo seguíamos nosotros, con la mirada fija, rogando que llegara luego a su destino, que volcara su carga en la pista, que no se arrepintiera, que nadie ni nada obstaculizara su misión. Y así fue. El avión presidencial los recibió como tantas veces. Hubo un magro discurso de despedida ante una magra audiencia, terminado con la promesa de que estaría atento y presente en el futuro. Cuentan los cronistas que la mitad del país respiró aliviado, libre de un extraño peso, de un cansancio profundo, del eterno procesamiento de mentiras y acciones desviadas, en preparación para una etapa de normalidad casi olvidada.
Vino entonces la grandiosa ceremonia de inauguración del Presidente y su Vice. Los símbolos patrios desfilaron en las banderas y la música. Las canciones fueron las conocidas de siempre, sólo que interpretadas en versión propia por artistas de renombre. La audiencia tenía frío y a las señoras se les volaban los peinados, pero nada importaba. Ahí estaba el Capitolio de siempre, construido por esclavos y terminado durante la Guerra Civil, embestido hace dos semanas por hordas de la supremacía blanca, quienes quisieron obedecer a su gran líder, pero no lograron cambiar el ritual. Estaban presentes los dirigentes de ambos partidos, y las cabezas solemnes de los poderes del estado. En especial se notó la presencia de tres Presidentes anteriores, a quienes tanto vimos en otros tiempos, cuando la democracia era una religión y la verdad no era tan escasa. Sólo que entonces no sabíamos lo frágil que todo podría ser si se cambiaba el lenguaje y se inventaba una realidad alternativa. Se tomó juramento sobre biblias emblemáticas para cada familia, sonaron las trompetas y el nuevo Presidente pronunció su discurso inaugural, tal como lo han hecho 45 otros antes. La promesa fue clara: debía terminarse la era del rencor y la mentira, darse vuelta la página desde la oscuridad hacia la luz de la verdad y la confianza, vivir el luto de los miles de muertos y dedicarse a sanar a los vivos, participar en el mundo global con decencia y principios, apoyar a las miles de familias sin pan y sin trabajo, limpiar el planeta para nuestros hijos y nietos. Entonces salió el sol, listo para alumbrar a una bella muchacha de raza negra que cerró la ocasión con un poema que llegó al corazón de todo el país, o del mundo quizás. “Y entonces levantamos nuestra mirada, no hacia lo que está entre nosotros sino hacia lo que está ante nosotros; cruzamos la división para dejar nuestras diferencias; bajamos nuestros brazos para poder abrazarnos. Que el mundo sepa que es verdad, que mientras vivíamos el dolor, crecíamos; que mientras mirábamos nuestras heridas, vivíamos la esperanza; que aunque estuviésemos cansados, seguíamos intentándolo; que estaremos atados unos a otros en la victoria. Seremos derrotados nuevamente, pero no viviremos más esta división. Entreguemos al futuro un país mejor del que encontramos; el nuevo amanecer florece al ser liberado, porque siempre hay luz si sólo somos valientes para encontrarla, si somos tan valientes como para vivirla.”