Por Carlos Ominami
Los resultados de las elecciones en la Unión Europea (UE) no confirmaron los pronósticos sombríos que anticipaban una incontenible ola de extrema derecha. En consecuencia, no está en cuestión la mayoría que gobierna la UE constituida por el
Partido Popular Europeo, los socialdemócratas y los liberales. Enfrentarán una oposición más virulenta, pero continuarán nominando a las principales autoridades de la Comisión.
Sin embargo, más allá de la aritmética electoral, la gobernabilidad está amenazada.
El liderazgo franco alemán, motor de la construcción europea, resultó muy debilitado. Tanto el Presidente Macron como el canciller Scholtz sufrieron derrotas humillantes. En ese cuadro emergió con fuerza el liderazgo de la ministra Meloni, que está en vías de lograr en Italia la convergencia de las diferentes derechas en una sola fuerza hegemonizada por posiciones extremas.
Temas como el apoyo a Ucrania y la constitución de una defensa europea pueden en los próximos meses ser objeto de intensos debates y divisiones profundas. Un eventual triunfo de Trump, con el posible debilitamiento del apoyo a Ucrania, tensionaría al máximo estas divisiones. Una parte importante de la extrema derecha tiene inclinaciones pro rusas y no estaría disponible para profundizar el involucramiento europeo en Ucrania.
Con todo, los efectos políticos más importantes de estas elecciones se vivieron en Francia. Apenas conocidos los resultados, el Presidente Macron anunció la disolución de la Asamblea Nacional y la convocatoria a nuevas elecciones el 30 de junio. Inmediatamente se instaló la duda: ¿Genialidad o locura? Con la extrema derecha alcanzando un 40%, su gran promesa de erigirse en su principal muro de contención perdió toda credibilidad. Paradojalmente, el proyecto político que prometía superar la oposición derecha/izquierda ha terminado por potenciarla.
Macron cometió un doble error de cálculo: no previó que una parte importante de la vieja derecha republicana terminaría aliada con la extrema derecha; tampoco anticipó que las izquierdas y los ecologistas dejarían de lado sus diferencias y sellarían un pacto emulando la experiencia del Frente Popular de 1936. El sistema electoral, uninominal con dos vueltas, conducirá a que en la gran mayoría de las circunscripciones se confronten la extrema derecha con el Nuevo Frente Popular.
Hay tres escenarios plausibles. El primero, ausencia de una mayoría clara y fuerte deterioro de la gobernabilidad. El segundo, mayoría absoluta de la extrema derecha y obligación de cohabitación con un primer ministro de sus filas. En fin, no se puede descartar que la izquierda alcance mayoría absoluta imponiendo su propia cohabitación. El único escenario descartable es el que imaginó Macron: una clarificación de la situación política en torno a la recomposición de su mayoría presidencial que habrá dejado de existir luego de enviar al matadero a la mayoría de sus diputados. Un verdadero disparo en los pies.
Fuente: