por Boris Yopo
El presidente electo no tendrá fácil el camino hacia adelante. No tiene un “gran mandato”, como inicialmente se dijo por muchos. Sus mayorías en el Congreso son estrechas y tendrá una resistencia no menor desde estados que quedaron en manos demócratas.
En los días posteriores a la elección presidencial en Estados Unidos, una gran mayoría de medios y comentaristas ha repetido como un mantra que el expresidente Trump habría “arrasado” en las elecciones que tuvieron lugar el pasado 4 de noviembre. ¿Fue así ?
No. Lo que sucedió es que estos comentarios se hicieron a la luz de resultados parciales, ignorando que en Estados Unidos el conteo final solo se conoce semanas después de un gran evento electoral.
Millones de votos de estados del Oeste son tabulados días o semanas después y, si bien esto no cambió el resultado final de la elección, permite recalibrar esos resultados y hacer una lectura distinta.
Esta lectura hoy indica que, si bien el triunfo de Trump fue amplio en su extensión, fue estrecho en su profundidad. Sí, ganó en los siete estados que eran claves para definir la elección, pero cuando se ve el margen de ese triunfo, las cifras finales muestran que en la gran mayoría ganó por entre el 0.6% y 2%.
Y en cuanto al voto popular, la diferencia de 5 a 6 millones de la que se habló al comienzo se ha reducido finalmente a 1.5 millones aproximadamente, lo que indica que, en porcentajes, el resultado final va a ser algo así como 50.6% contra 49.4% .
Y si bien los Republicanos recuperaron el Senado, con un triunfo nítido (53-47), en la Cámara de Representantes lograron una mayoría muy exigua de 219-215, lo que hará depender los futuros planes de Trump del hecho de que 2 o 3 votos representantes no se ausenten o “se den vuelta” en el debate de temas específicos. A nivel de gobernadores y gobiernos estatales, los demócratas tuvieron un buen desempeño, mejor que los votos que obtuvo la candidata demócrata, lo que les permitirá resistir muchas de las reformas extremas que quiere impulsar el presidente electo.
Esta elección confirmó, entonces, que Estados Unidos es un país esencialmente dividido en dos mitades, con clivajes raciales, sociales, y educativos, entre demócratas y republicanos. Trump demostró gran resiliencia, manteniendo incólume un apoyo de entre 40% y 45% de gente que le es totalmente incondicional, pese a todas las acusaciones que pesan sobre él en la Justicia, y logró agregar otro 5%-6% que le permitió ganar.
La fortaleza de su voto está entre la gente blanca (aún el 71% de la población) de zonas rurales, trabajadores de zonas industriales y personas con menores niveles educativos.
Los demócratas, por otra parte, decidieron cambiar de candidato. No alcanzó esta vez, pero sin duda la derrota habría sido (ahí sí) estrepitosa, si el actual presidente hubiese seguido en campaña. La popularidad de Biden y de su Gobierno estaban en niveles muy bajos, menos de un 40% en todas las encuestas, y nunca repuntó en los meses anteriores a la elección.
Pero la entrada tardía de Harris a la campaña, la ausencia de una primaria en el Partido Demócrata, el lastre de ser la vicepresidenta de un gobierno impopular y no haber nunca despejado bien temas que le pesaron en la campaña, como el drama que se vive en Gaza, y otros, significó también que la elección ya estaba decidida meses antes del día mismo de la votación.
¿Cuáles fueron los temas claves que decidieron este resultado electoral?
Hubo varios, por cierto, pero el que aparece mencionado en todas las encuestas como decisivo fue el costo de la vida y la inflación en cosas básicas que consume la población de ingresos medios y menores ingresos.
Más latinos y afroamericanos votaron esta vez por Trump, y lo primero que mencionan cuando les preguntan por qué, es el alza en los costos de vida y el factor migratorio en segundo lugar, con una campaña feroz que atemorizó a un segmento de la población blanca, cuyos miembros creen ser invadidos por gente de otras latitudes, con todo lo que ello implica en términos de choque cultural, formas de vida y acceso a beneficios en un país que carece de un modelo social que proteja universalmente a la población.
Dicho todo lo anterior, ¿tienen los demócratas que recoger lecciones de lo sucedido? Por cierto que sí, primero, porque una parte de los trabajadores, que eran la base del partido, se han distanciado y cruzaron la frontera, votando por un candidato que objetivamente pertenece y favorece, claramente, a los más ricos de esa sociedad.
Segundo, que no bastan los indicadores macroeconómicos si ello no tiene un impacto real en las condiciones materiales diarias de la gente. Una mayoría responsabiliza al actual Gobierno por esto y eso hace muy cuesta arriba ganar en cualquier elección. Ambos factores apuntan a una necesidad urgente de reconexión con grupos que fueron decisivos en decidir el resultado de la actual elección.
El tercer factor es la necesidad de entender por qué una parte no menor de potenciales votantes demócratas se quedó en casa ese día, y no fue a votar, lo que fue decisivo en el resultado.
El presidente electo no tendrá fácil el camino hacia adelante. No tiene un “gran mandato”, como inicialmente se dijo por muchos. Sus mayorías en el Congreso son estrechas y tendrá una resistencia no menor desde estados que quedaron en manos demócratas.
Asimismo, hizo muchas promesas al electorado, que no serán fáciles de cumplir. Un ejemplo de lo anterior es que si sube de manera significativa las tarifas a productos importados, ello repercutirá en mayor inflación, algo que –como vimos– fue fatal para la actual administración. Como dicen, otra cosa es con guitarra y, a partir del próximo 20 de enero, lo veremos.
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