Por Fernando Ayala // Contenido publicado en: Other News
“Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos” – Porfirio Díaz, presidente de México en siete ocasiones.
El pasado 8 y 9 de julio, Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, efectuó su primera visita al extranjero a los 19 meses de haber asumido en 2018. Fue a encontrar a su homólogo estadounidense, Donald Trump, en Washington, para firmar un nuevo acuerdo comercial, T-MEC, que reemplaza al NAFTA firmado en 1994, y que incluye también a Canadá.
El mismo permitió que el intercambio comercial entre los dos países alcanzara la impresionante cifra de 614 mil 500 millones de dólares en 2109, de los cuales 358 mil millones fueron exportaciones mexicanas al país del norte, que a su vez importó bienes por 256 mil millones. El superávit comercial favorable a México tuvo un incremento de 26.2%, llegando a 101.751 millones de dólares. México pasó a ser el principal socio comercial de Estados Unidos. Con estas cifras, cualquier otro argumento pasa a ser solo música… gringa o mexicana.
La historia de México es triste, al igual que la de todas las poblaciones indígenas del continente americano. La llegada del imperio español con Hernán Cortés en 1519, junto a 500 soldados, puso término a la civilización azteca que construyó pirámides, ciudades, desarrolló la agricultura. Su capital Tenochtitlán, hoy Ciudad de México, llegó a tener más de 250 mil habitantes. El conquistador y sus hombres no buscaban un encuentro de civilizaciones, ni entender una magnífica cultura o extender la fe cristiana. Querían oro, solo oro, y por ello esclavizaron, sometieron y destruyeron a todo un pueblo. A poco andar llegó también la iglesia católica con curas, cruces y santos para eliminar los dioses aztecas, imponer su Dios y apropiarse de las tierras.
A fines del siglo XIX, el clero era dueño del 50% de las propiedades y sus ingresos, mientras que el oro, plata y chocolate fluían incesantemente a Europa. Al momento de la independencia de España, en 1810, el territorio de México abarcaba los actuales estados del vecino del norte: California, Nevada, Utah, Nuevo México, Colorado, Arizona, Wyoming, Kansas, Oklahoma y Texas. Hoy, el país tiene una superficie de casi 2 millones de kms2, es decir 6,5 veces la de Italia, 128 millones de habitantes donde se reconocen más de 60 lenguas indígenas, y en su capital habitan 22 millones de personas.
Con Estados Unidos los separa el Río Grande, comparten una frontera de 3.155 kilómetros de largo donde el presidente estadounidense levanta hoy un muro para evitar el ingreso de “inmigrantes ilegales, violadores, criminales y drogas”, según ha señalado, agregando que deberá ser pagado por los mexicanos. Los agravios a México fueron parte con los que Trump levantó su campaña, con un discurso racista y xenófobo, que encontró eco en los sectores más conservadores y reaccionarios de los votantes del país del norte.
Por su parte, el presidente López Obrador reaccionó durante su campaña lanzando un libro ¡Oye Trump!, en 2017, donde responde duramente a las ofensas a los mexicanos: “Donald Trump y sus asesores se expresan de los mexicanos como Hitler y los nazis se referían a los judíos, justo antes de emprender la infame persecución y el abominable exterminio de los hermanos judíos”.
Es innumerable el número de veces que Trump insultó a los mexicanos, hiriendo su dignidad y orgullo nacional, ya no solo como candidato sino también como presidente. Por ello resultó sorprendente que ambos mandatarios hayan cambiado de discurso desde los agravios a la amistad, haciendo borrón y cuenta nueva. Al recibir a López Obrador en la capital de los Estados Unidos, donde viajó en vuelo comercial y clase económica, Trump señaló: «Estamos conmovidos de que su primera visita al extranjero sea a Estados Unidos, es un honor que haya sido a la Casa Blanca, nuestra relación nunca había sido tan estrecha y cercana. Nuestras relaciones se basan en la confianza y en el respeto mutuo».
Quedaban atrás los insultos. Lo mismo hizo el mandatario mexicano, al señalar: «Lo que más aprecio es que usted nunca ha buscado imponernos nada que viole o vulnere nuestra soberanía». Nada se dijo sobre quién pagará el muro que se levanta, ni si continuarán las expulsiones y restricciones a los inmigrantes del sur del Río Grande.
Los intereses de ambos mandatarios son diferentes. México es el mercado más importante de las exportaciones estadounidenses, en momentos que Trump busca recuperar la economía. Además va cuesta abajo en las encuestas para su reelección en noviembre próximo, por lo que necesita todos los votos. El de los hispanos, de mayoría mexicana, representa el 13% del electorado, cercano a los 29 millones. López Obrador había prometido crecimiento de 4% anual al asumir la presidencia y terminó el 2019 con uno cr negativo, por primera vez en 10 años, de -0.1% del PIB. El FMI y otras instituciones señalan que el presente año la economía caerá un 10% producto de la pandemia de coronavirus y la contracción económica global. Un escenario así deja pocas posibilidades para la dignidad, y no queda más que anteponer el interés nacional.
La opinión pública mexicana estaba dividida respecto a la conveniencia del viaje de López Obrador a Washington. El ex ministro de Relaciones Exteriores, ex embajador y ex Vicepresidente de la Corte Internacional de Justicia, Bernardo Sepúlveda, señaló antes del viaje: “Es altamente inconveniente para el interés nacional. No existe, a mi juicio, un fundamento político que explique una visita de esta naturaleza». La misma opinión compartía la izquierda mexicana. Sin embargo, el viaje resultó un éxito y una sorpresa para todos. Hubo gestos previos de Trump, como la venta a México de 1.000 respiradores al inicio de la pandemia del Covid-19 o su apoyo en la OPEP, asumiendo la diferencia de la cuota mexicana de petróleo que se acordó rebajar.
Y claro, López Obrador tuvo el mayor gesto para Trump en medio de su campaña electoral: no encontrar ni mencionar durante su visita al candidato demócrata, Joe Biden. Una cosa por otra. America first para Trump y el interés nacional primero, para el mandatario mexicano.
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