Por Jaime Ensignia
Publicado en: El Mostrador
Vemos que las instituciones del Estado y la democracia se ven asediadas por las políticas de la ultra y extrema derecha, aprovechando estas de ofrecer soluciones simples, demagógicas y populistas a temas de enormes complejidades.
Tenemos un escenario internacional plagado de incertidumbres: la guerra ruso-ucraniana, con sus consecuencias y daños colaterales, que incluyen los dramáticos movimientos migratorios de la población ucraniana; la economía mundial, especialmente por los efectos de la recesión económica que azota a la mayoría de los países europeos, y los efectos de la crisis climática en vastas zonas del continente africano y en otros continentes.
Por cierto, el fenómeno migratorio es un tema global candente, que afecta principalmente a naciones desarrollas o en vías de desarrollo, puesto que en ellas los migrantes de países pobres ven la posibilidad de poder subsistir, a lo menos de forma digna.
Asimismo, en muchas naciones aumenta considerablemente un tema que no es nuevo, pero que sí ha crecido exponencialmente: la inseguridad en la sociedad, producto del incremento de la criminalidad, del narcotráfico y de la corrupción a nivel gubernamental, en las grandes empresas nacionales e internacionales, como así también en el seno de sectores de la policía y de las FF.AA.
Se observa, del mismo modo, que no se fortalecen políticas públicas de apoyo hacia los sectores sociales de los estratos más vulnerables y apartados del crecimiento económico –por cierto, esquivo por la coyuntura económica global–, sino más bien que estas exiguas políticas públicas se reducen y, con ello, tienen además un efecto en las denominadas clases medias. Ya no hay, en muchos países desarrollados, estados de bienestar robustos, los cuales tenían como uno de sus objetivos centrales el mitigar las crisis económicas del capitalismo.
Más bien, con el devenir del modelo económico político y social del neoliberalismo, estos estados de bienestar han sido horadados por gobiernos autocráticos, de ultraderecha, y por populistas de extrema derecha con el agravante de que, en muchos casos, estas políticas neoliberales son apoyadas por la centroderecha y la derecha conservadora.
En este sentido, vemos que las instituciones del Estado y la democracia se ven asediadas por las políticas de la ultra y extrema derecha, aprovechando estas de ofrecer soluciones simples, demagógicas y populistas a temas de enormes complejidades.
Comprender el fenómeno de la ultraderecha
Nada es nuevo en el ascenso de los movimientos, partidos y corrientes de opinión de la ultraderecha a nivel global. Desde hace un buen tiempo esta es parte del escenario político en el Viejo Continente, en la Unión Europea. Chantal Moufe en su artículo “Herederos de la globalización neoliberal”, del libro Neofascismo. De Trump a la extrema derecha europea, nos explicita el contexto, señalando que la ultraderecha, la extrema derecha y las expresiones populistas cuestionan fuertemente el orden político y económico post Segunda Guerra Mundial: “Las democracias liberales se enfrentan sin duda a una crisis de representación que se manifiesta en un creciente descontento con los partidos tradicionales y en el surgimiento de movimientos anti-establishment. Esto representa un verdadero desafío para la política democrática y puede conducir a un debilitamiento de las instituciones democráticas liberales”, señala.
En el prólogo del mismo libro, Pedro Brieger constata que, como efecto colateral del fenómeno de la ultraderecha, el problema de los partidos tradicionales de “centro” o “centroderecha” es que “están inmersos en sus propias contradicciones y no se deciden a implementar aquello que pregonan”. Según Brieger, los que sí se atreven en ese espectro conservador son los partidos denominados de la “extrema derecha”. También, afirma que “la socialdemocracia, además, se ha liberalizado hasta tal punto que ya es casi imposible distinguirla de los partidos que abrazan el credo liberal, e incluso las vertientes social cristianas también han desaparecido”.
Siglo XXI y la ultraderecha sin restricción de velocidad política
Ya en los inicios de la segunda década del siglo XXI veíamos que la ultraderecha se parapetaba, principalmente, en naciones europeas. Algunas fuerzas políticas de estos movimientos ultraconservadores eran y son parte de gobiernos y de Parlamentos nacionales. Son también una fuerza relevante en el Parlamento Europeo. Incluso, en las próximas elecciones de la UE (2024) podrían incrementar sustantivamente su relevancia electoral.
En muchas naciones europeas estas fuerzas y movimientos políticos, al margen de lo que se tipifica como la derecha conservadora, han logrado llegar al gobierno, como ha sucedido en Hungría, Polonia y algunos países escandinavos. En Italia, desde fines de 2022, con la jefa de Estado Giorgia Meloni, dirige la tercera economía de la UE.
En Alemania, el ascenso sin precedentes de la Alternativa para Alemania (AfD), partido de ultraderecha, le daba el triunfo por primera vez en gobiernos locales del este de ese país. La AfD hizo historia por estos triunfos electorales y, en función de las expectativas que generan las encuestas y sondeos de opinión en el plano nacional de cara a las próximas elecciones generales del otoño de 2025, tiene serias expectativas.
Finalizando, parece importante rescatar la opinión de Jean-Yves Camus, en su artículo “Las derechas y su ideología”, en el cual el autor se pregunta si “¿el problema de Europa es además de las derechas extremas y radicales o el cambio de paradigma ideológico de las derechas? Uno de los principales fenómenos de la segunda década del siglo XXI es que la derecha clásica tiene cada vez menos reticencias en aceptar como socios a formaciones radicales tales como la Liga del Norte en Italia, la UDC suiza, el FPO en Austria, la Liga de las Familias Polacas, el Partido de la Gran Rumania, el Partido Eslovaco y ahora el Partido del Progreso noruego”.
Resumiendo, estas son fuerzas y movimientos políticos importantes en el escenario europeo, a nivel global y en las Américas, que hay que analizar concienzudamente, profundamente, ver sus raíces ideológicas, sus programas y discursos, y a qué sectores sociales apuntan preferentemente en una primera etapa de su desarrollo y expansión.