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Las tribulaciones del liberalismo

Por José Antonio Viera-Gallo

Hay una fuerte tradición liberal que nutre el socialismo democrático en la teoría y en la práctica como recuerda Norberto Bobbio. Resulta simplista contraponer liberalismo, por una parte, y socialismo y socialcristianismo por otra.

Francis Fukuyama reflexiona sobre El liberalismo y sus desencantados. Cómo defender y salvaguardar nuestras democracias liberales. Tal es el título de su último libro.

El autor se hace cargo de la desilusión que hoy existe frente al liberalismo, cuestionado por corrientes nacionalistas y populistas de derecha, de corte conservador, y por las propuestas de la nueva izquierda identitaria woke. Atribuye el malestar a la forma en que el liberalismo ha evolucionado a partir de la década del setenta hacia «lo que hoy se llama neoliberalismo, el cual ha incrementado drásticamente la desigualdad económica y ha provocado devastadoras crisis financieras que perjudican a la gente corriente más que las elites adineradas en muchos países del mundo».

Fukuyama rescata el valor del liberalismo clásico, ese gran paraguas donde conviven diversas corrientes que tienen en común la defensa de los derechos y libertades de las personas y el apego al imperio de la ley. Nació con la Ilustración e inspiró la Independencia de los EE.UU. y de los países latinoamericano. Esa ideología fue evolucionando hacia criterios cada vez más democráticos ampliando el cuerpo electoral y reconociendo un número más amplio de derechos.

Fukuyama afirma que la crisis actual de la democracia, sin embargo, afecta principalmente a las instituciones políticas liberales, amenazadas por la complejidad creciente de una sociedad plural inserta en una globalización con escasas reglas debido a la emergencia de movimientos populistas. Se advierte la sombra de Trump en sus reflexiones.

El liberalismo, según Fukuyama, es una forma de regular la violencia y permitir que convivan pacíficamente comunidades muy diferentes; resguarda la dignidad humana para que cada cual defina su proyecto de vida dentro de los parámetros legales y también favorece la creatividad, el avance científico y sus aplicaciones potenciando el crecimiento económico.

El liberalismo modera las aspiraciones de la política: busca no tanto la vida buena, como la paz posible. De ahí la importancia de la tolerancia: puedes creer lo que quieras sin pretender imponer tus convicciones a los demás. La convivencia se basa en reglas abiertas, no se funda la identidad nacional en un conjunto cerrado de principios.

Hay una fuerte tradición liberal que nutre el socialismo democrático en la teoría y en la práctica como recuerda Bobbio. Resulta simplista contraponer liberalismo, por una parte, y socialismo y social cristianismo por otra. ¿No escribió Alberdi sus primeros trabajos en una publicación que llevaba por nombre “Dogma socialista”, verdadero manifiesto de la generación del 37?

Las reflexiones más atingentes del libro se refieren a la crítica del neoliberalismo, muchas veces usado como sinónimo de capitalismo, cuando resultan empírica y teóricamente distinguible diversas y aun contrapuestas formas de ese sistema social. Fukuyama critica al neoliberalismo asociado a una escuela de pensamiento económico (Escuela de Chicago y Escuela austríaca) que menosprecia el papel del Estado en la vida social. Sostiene: «El liberalismo bien entendido es compatible con una amplia gama de protecciones sociales proporcionadas por el Estado. Por supuesto, los individuos deberán asumir personalmente la responsabilidad de sus vidas y de su felicidad, pero hay muchas circunstancias en las que se enfrentan a amenazas fuera de su control… el Estado tiene plena justificación para entrar en escena y ayudarlos», lo que dependerá de los recursos disponibles. Concluye afirmando: «Gran parte de la hostilidad liberal al Estado es simplemente irracional».

La primera ola del neoliberalismo duró veinticinco años hasta la crisis financiera del 2008, que trajo consigo una revalorización de la primacía de la política, los Estados de bienestar y sus servicios en favor de los ciudadanos y del pensamiento de Keynes y sus seguidores. El neoliberalismo acompañó a la globalización que hacía competir a los trabajadores protegidos del mundo industrial con las masas emergentes del Tercer Mundo que luchaban por mejores condiciones de vida.

Hoy ha vuelto por sus fueros de la mano de nuevos movimientos sociales y políticos que tensionan las instituciones democráticas en diversas latitudes. El Estado debe proporcionar bienes públicos que el mercado no provee y su tamaño es menos importante que la calidad y la eficacia de sus instituciones. El pensamiento constitucional actual intenta enfrentar ese reto.

La apelación al estatismo como solución a todos los problemas conduce al populismo que invoca ideales del socialismo. El desafío en la era digital es alcanzar una adecuada relación entre mercado, Estado y sociedad civil. Incluso a nivel internacional.

Fukuyama advierte sobre las consecuencias que tiene pensar que los seres humanos son simples maximizadores racionales de utilidades. La conducta humana es más compleja: comprende una serie de elementos que responden a emociones, impulsos, creencias, características de la personalidad, desarrollo cultural, muchos de ellos inconscientes.

No se puede ignorar la emergencia de ámbitos crecientes de gratuidad y reducción de la jornada laboral gracias a los avances científicos en curso, lo que abre nuevos espacios a la libertad humana, a la colaboración y a la solidaridad.

La lectura del libro de Fukuyama nos muestra que no estamos en una etapa terminal de la historia –como pareció dar a entender en su obra más conocida – sino en pleno tránsito de época en que las construcciones ideológicas de la primera etapa de la modernidad están siendo desafiadas por la cambiante realidad y la emergencia de nuevos problemas. Hace bien Fukuyama en volver a las fuentes del liberalismo y rescatar sus valores primarios para servir como puntos de reflexión de una necesaria renovación democrática.

Fuente:

https://www.clarin.com/opinion/tribulaciones-liberalismo_0_JgB4rLKJq0.html

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