Mientras transcurre una enfermedad que, como la del coronavirus, se instaló de improviso en nuestras vidas, distintos intelectuales como Slavoj Zizek, Byun-Chun Han y Eva Illouz tratan de descifrar su verdadero impacto. Por ahora, se va asentando la idea de que las crisis provocadas por los contagios habrían acelerado tendencias que ya venían en curso tales como la transformación digital.
La situación revela también fenómenos que parecen atados a todo tipo de crisis. Constituyen constantes, no importando ni tiempo ni lugar, reflejándose en que algunos sectores o grupos emergen siempre como los más afectados. Abunda la evidencia acerca del mayor y negativo impacto experimentado por las mujeres, observado en tres ámbitos: sanitario, por su mayor presencia en dicho sector; económico (en Chile, por ejemplo, la participación laboral femenina habría retrocedido en diez años) y en materia de integridad física, por el aumento de la violencia de género generada por el confinamiento. Frente a ello, los organismos internacionales advierten del riesgo de un retroceso en los avances logrados del orden de medio siglo.
Pero hay otros impactos menos difundidos. Un ejemplo es la falta de perspectivas de las mujeres en las noticias sobre el Covid19, tal como reporta un estudio encargado por la Fundación Bill & Melinda Gates donde se destaca que “la voz de cada mujer en las noticias es ahogada por las voces de, al menos tres, cuatro o cinco hombres”. Del resultado se infiere que “la ausencia de perspectivas femeninas en la cobertura de noticias relacionadas con la pandemia significa que tienen una influencia limitada sobre el encuadre de la crisis y, por consiguiente, sobre las orientaciones de la política”. El informe concluye que “se corre un riesgo cada vez mayor de quedar aún más marginadas dentro de las diferentes sociedades en medio de la crisis sanitaria mundial más importante de nuestras vidas”.
Incurriríamos en un error si viésemos los resultados de dicho estudio como algo coyuntural. Por el contrario, la disparidad de género en los medios es algo más permanente. Ya el Informe Global de Monitoreo de Medios (GMMP) del 2015 advirtió en su momento de una subrepresentación mediática por sexo que se arrastra por veinte años.
Frente a tal situación de aumento de brechas, de las que no escapa la participación femenina a través de su conocimiento y experticia especialmente en los medios, nace mi taller de iniciación a la escritura de opinión “Escribir para amar el mundo”, organizado por la Fundación Hay Mujeres. Luego de más de veinte años de experiencia en medios y la reciente compilación de mis columnas en el libro “Sueños de igualdad: crónicas sobre feminismo en Chile” (Uqbar Editores, 2020), surgió en mi la preocupación por despertar, desarrollar y profundizar en las mujeres el interés y el compromiso con los asuntos de la polis y, en definitiva, con el mundo que las rodea. Con este fin, hemos realizado un viaje intelectual a través de las vidas de mujeres que decidieron, en distintos momentos y contextos, “amar el mundo” y responsabilizarse por él, acercándonos a figuras como Hanna Arendt y Beatriz Sarlo, pasando por Carolina Sanin, Camille Paglia, Susan Sontag y Doris Lessing, como posibles “modelos de rol” en la construcción de la propia opinión. El primer resultado de esta “travesía del pensamiento” verá la luz en los próximos días a través de la red regional de diarios ciudadanos MiVoz, dando difusión a las columnas de las 17 primeras participantes.
Así como Amy Tan en su libro “El Club de la Buena Estrella” habla de un grupo de cuatro mujeres chinas que, apostando por la vida y la esperanza, persiste a través del tiempo y las fronteras, pienso en una instancia similar que llamaría el “Club del Pensamiento Alado”. Sería un espacio cuya importancia radica en adquirir-a partir de anhelos mutuos y afanes en común-conciencia de la voz pública femenina, pues la lucha por nuestra autonomía física, económica y política queda trunca sin esa soberanía del pensamiento que antecede a la formulación de nuestra opinión y que entraña-en definitiva-tomar postura acerca de los dilemas que entraña vivir en sociedad.
Se trata de situarnos frente a una “emergencia civilizatoria” como la que supone el Covid19 para revisar un estatus como ciudadanas más complejo que votar y ser votadas, mirando el mundo que nos rodea e incidir a través de la palabra, dejando una huella en él. El desafío resulta tanto más urgente en tiempos constituyentes como los que vive Chile porque esa deliberación pública en la que-en teoría-la democracia descansa, se ve asaltada por la polarización, el dogmatismo y las “fake news”.
María de los Angeles Fernández Ramil
Presidenta Fundación Hay Mujeres
Contenido publicado en El Morrocotudo