Cancillería publica libro para agradecer solidaridad internacional a 50 años del golpe
A través de la División de las Culturas, Artes, el Patrimonio y la Diplomacia Pública (DIRAC), el Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile publicó un libro objetual que recupera algunos de los afiches publicados en el mundo entero para manifestar solidaridad con Chile, tras el golpe de Estado de 1973 (descargar aquí https://www.dirac.gob.cl/dirac/site/docs/20230830/20230830124328/solidaridad.pdf ).
El texto, cuyo título es Solidaridad, tiene un prólogo del Canciller Alberto Van Klaveren, que se reproduce a continuación:
La relevancia de la solidaridad internacional a 50 años del golpe de Estado
La ruptura de la democracia el 11 de septiembre de 1973 estuvo marcada por el asombro y el repudio internacional. Chile era, hasta entonces, la democracia más consolidada de América Latina y su recorrido político e institucional era mirado con mucha atención por la comunidad internacional. De ahí el inmediato rechazo a una acción que quebró las tradiciones republicanas y que desde el primer día abrió paso a la masiva violación de los derechos humanos.
Esas violaciones incluyeron el exilio y el desarraigo de miles de compatriotas. Sin embargo, esa herramienta de represión —como un boomerang que se devuelve contra quien lo lanza— derivó en un movimiento de solidaridad internacional hacia las y los chilenos perseguidos desde todos los rincones del planeta, que fueron acogidos y encontraron un lugar seguro para vivir.
Solidaridad viene del latín soliditas y en su origen se refería a algo físicamente entero, unido y compacto. El concepto llegó a la teología, luego al derecho y finalmente al lenguaje universal, ahí donde todos nos entendemos y que asociamos a responsabilidad, generosidad, desprendimiento, cooperación y participación. Es decir, se trata de un modo de convivir que se opone exactamente a lo que ocurrió en el golpe de Estado, que estuvo marcado por la segregación, la dominación, el egoísmo y la exclusión.
Para aquellos excluidos a la fuerza de la comunidad nacional, la solidaridad se convirtió en un faro de esperanza que traspasó fronteras, ideologías y diferencias culturales. Fue un valor universal que llamaba a estar al lado de aquellos que sufren, a tender una mano amiga y a luchar por la justicia y la dignidad humana.
Los opositores a la dictadura pidieron protección en organismos internacionales y embajadas. La ayuda humanitaria organizada y generosa de naciones, instituciones e individuos —y la profunda empatía ante el dolor de todo un pueblo— se expresaron en los muros del mundo entero a través de afiches que le dieron visibilidad al exilio chileno y a sus demandas de justicia y verdad.
La cultura, entonces, fue una herramienta imprescindible para conectarnos y recomponer la historia cultural y política de Chile. Las expresiones artísticas articularon sentires y experiencias y alimentaron nuestra memoria, tan cargada de dolor como de amistad y solidaridad. A través de la música, el arte, la literatura, el cine y otras manifestaciones creativas, una sociedad encuentra su voz, su identidad y su manera de hacerse presente en el mundo.
Por lo mismo, por su valor testimonial y su capacidad de expresar lo indecible, la cultura se convierte en un medio de resistencia y de expresión de las experiencias más profundas de un pueblo. A través del arte se difundieron en el mundo las violaciones a los derechos humanos en Chile y, de la mano de artistas, creadores y activistas chilenos y extranjeros, se articuló un movimiento de denuncia y testimonio que se expresó en los afiches que reúne este libro.
Esta selección da cuenta del papel fundamental de la cultura en la construcción de la memoria. Se trata de obras, de miradas, de creaciones que permiten reconstruir las fracturas de nuestra sociedad, sanar las heridas del pasado y fomentar la reconciliación. La cultura nos invita a entender, a empatizar y a abrazar las diferencias, recordándonos que somos parte de una misma humanidad.
La conmemoración de los 50 años del golpe de Estado es una oportunidad para abrir espacios de diálogo y memoria. Y, para el Ministerio de Relaciones Exteriores, es el momento para renovar el agradecimiento por la solidaridad de los países que recibieron a la diáspora chilena, brindándoles asistencia a ellos y sus familias y la adecuada inserción en comunidades de acogida que pusieron en práctica la generosidad, la apertura a la diferencia y el genuino interés por el otro. A todos ellos, nuestro eterno agradecimiento.
Los 50 años son también una oportunidad para pensar la democracia, la justicia y los derechos humanos. La poeta polaca y Premio Nobel de Literatura Wislawa Szymborska señala la paradoja de la memoria, que quiere que continuamente escuchemos su voz, pero también hay «un sol presente, nubes actuales, caminos en curso» (Szymborska, W. 2009. Mi difícil vida con la memoria. “Aquí”. Baterbly), y renunciar a la memoria sería también una condena. De eso se trata, de que la memoria nos susurre en los oídos, que nos hable desde estos afiches, que esté presente pero no para frenarnos, sino para que los caminos del presente reciban las lecciones del pasado y nos permitan construir un futuro más amable, más solidario, más respetuoso con todos. Tenemos que mirar de frente esos 50 años, no solo para que aquellos hechos no se repitan, sino también para entender más profundamente el valor de la dignidad, del diálogo y del respeto. Así honraremos nuestro pasado, abrazaremos el presente y construiremos un futuro posible para todos y con todos.
https://www.dirac.gob.cl/dirac/site/docs/20230830/20230830124328/solidaridad.pdf