Frente a la elección de un nuevo presidente para el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), una cosa ya queda clara: lo que le interesa a Trump es, precisamente, aquello que no le interesa a América Latina y el Caribe. Él quiere cerrar el negocio antes de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, donde el tema divide al país y hoy se debate en su política interna.
Voceros de Biden han dejado en claro que se oponen a esta candidatura estadounidense y personalidades demócratas, republicanas, y de la sociedad civil, han dicho lo mismo. La candidatura de Claver-Carone ha logrado dividir a Estados Unidos y, bajo presión, a América Latina y el Caribe. Es claramente una elección inoportuna, y la región no tiene por qué estar enfrentada a tener que decidir en estas condiciones.
Y ante esta realidad, el candidato de Trump muestra su personalidad verdadera. Al ver que se consolida una fuerte oposición a su persona, no se le ocurre nada mejor que denostar al Canciller de Chile y acusar al Presidente de Argentina de “secuestrar” esta elección en beneficio de su país, critica que no tiene fundamento.
En Chile lo pusieron en su lugar, tanto el Ministro de Relaciones Exteriores, Andrés Allamand, como un connotado grupo de ex Cancilleres que señalaron que el personaje “carece de la personalidad adecuada y del buen juicio necesario”, y si así se comporta ahora “como seria si fuera presidente”.
Lo que el candidato no comprende, o no quiere comprender, es que en el mundo político no gubernamental latinoamericano, incluyendo expresiones en los países que lo apoyan, en Brasil, particularmente, hay una oposición generalizada a la pretensión del gobierno de Trump de controlar la presidencia del BID.
El dossier es voluminoso: ex Presidentes, Cancilleres, Ministros de Hacienda y Economía, importantes parlamentarios, y una amplia gama de personalidades regionales, llevan un tiempo promoviendo la postergación por seis meses, de la elección prevista para el 12 de septiembre.
Las razones son contundentes. Todos argumentan que la pandemia alteró las condiciones de la reunión misma y que se necesita un análisis sereno sin tensiones ajenas a la región sobre el papel del BID en la pospandemia. Esta movilización política no gubernamental, en la que el Foro Permanente de Política Exterior, de Chile, ha estado involucrado, tempranamente dio los argumentos y fue generando la atmósfera para que en las últimas semanas cuatro gobiernos se pronunciaran sucesivamente en favor de la postergación: Chile, México, Costa Rica y Argentina.
El mecanismo institucional para hacerlo, conforme al reglamento, es no dar el quórum necesario de 75% de los votos según participación en el capital. Si sumamos a lo anterior la propuesta hecha a los miembros europeos del BID, por al Alto Comisionado para la Relaciones Exteriores, Josep Borrell, ya se pueden avizorar los respaldos necesarios para que, en distintas combinaciones, no haya quórum.
Cabe recordar que Estados Unidos, con el 30% de los votos, tiene por si solo la capacidad de impedir una reunión, como lo ha hecho recientemente. Esta dinámica está produciendo tres efectos: algunos países que consideran sumarse a la postergación; una reflexión de aquellos que apoyan a Claver-Carone, crecientemente incómodos ante la realidad política regional y la opción de que no haya reunión y, finalmente, lo más importante, una muy fuerte presión del gobierno de Trump para que la elección se haga -si o si- en la fecha prevista.
Con creciente vehemencia los voceros de Trump y su candidato argumentan que una minoría de países va a bloquear la voluntad de la mayoría. Por cierto, no reconocen que la “mayoría” de que hablan, se logra con el voto preponderante del 30% de Estados Unidos. Un voto que, a propósito se usaría para bloquear una postergación formal.
Esta capacidad de definir una elección es, precisamente, el motivo por el cual desde la creación del BID se instauró el compromiso de hecho, y respetado desde entonces, que una persona de la región presidiera el Banco y un estadounidense fuera vicepresidente.
Así debe seguir siendo. Por dignidad latinoamericana y caribeña, debemos postergar la elección y usar el tiempo para gestar una candidatura regional por consenso.
Contenido publicado en El Clarín