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Juan Gabriel Tokatlian en La Nación: Elección en el BID: ocho razones para esperar

Por Juan Gabriel Tokatlian // Contenido publicado en La Nación

En el tema de la elección del próximo presidente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) han confluido dos hechos. Por un lado, Estados Unidos, bajo el gobierno de Donald Trump, decidió asumir el control del banco que ayudó a crear y financiar con un propósito evidente: condicionar, desde la presidencia del BID, la provisión de créditos y buscar limitar la expansión de China en América Latina, en especial en el terreno de los proyectos de infraestructura, energía y tecnología.

Por el otro, en este proceso, América Latina mostró una vez más su fragmentación al ofrecer varios candidatos, lo cual evidencia la ausencia de un mínimo acuerdo. Y es que desde hace ya varios años venimos erosionando nuestra capacidad de convergencia. Ya sea en la Celac, el Mercosur, la Unasur, o el Prosur. Lo que demuestra que, en materia de acumulación de poder y de esfuerzo por la concertación, América Latina parece tener una suerte de «Confusur».

Estos dos hechos combinados facilitaron a Washington la presentación de un candidato propio para la presidencia del BID, que obtuvo el respaldo abierto de algunos gobiernos del área, incluso aún antes de que el candidato divulgara su agenda. La de estos gobiernos-muy homogéneos desde el punto de vista político–no fue una postura resultado de una evaluación ponderada y rigurosa, sino de un alineamiento apresurado y excesivo a Trump y a su estrategia regional.

El multilateralismo regional e internacional está en crisis desde antes de la pandemia

Con el correr de los días surgieron voces y posturas desde países con distintas configuraciones políticas en sus gobiernos, que establecen que debido al contexto mundial y continental la mejor decisión sería postergar la elección prevista para el 12 de septiembre.

Destaco lo que, a mi entender, son ocho razones prácticas que justifican la postergación para el primer trimestre de 2021.

Primero, el Covid-19 ha sido muy dañino en todo el mundo, pero devastador en buena parte del Sur global y en América Latina y el Caribe, en particular. El BID ha sido, y es, un banco para el «desarrollo»; algo fundamental para enfrentar las consecuencias deletéreas que ha generado ya la pandemia en la región. En ese sentido es fundamental deliberar abiertamente sobre qué banco requiere América Latina hacia el futuro: nada de eso ha ocurrido y es algo esencial antes de cualquier elección.

Segundo, la actual coyuntura demanda pensar estratégicamente: será imperioso que los bancos multilaterales regionales y los internacionales se alineen en su abordaje de las necesidades de préstamos, ayuda y fondos especiales, pues América Latina y el Caribe requieren masivos recursos. No se trata de apalancar de algún modo una inmediata recuperación material, sino de entender que la región necesita una urgente reconstrucción social y económica. No para contemplar iniciativas dispersas, sino para concebir un gran plan integral. El Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento, el Banco de Desarrollo del Caribe, el Banco Centroamericano de Integración Económica y el Banco Mundial deberían reforzar sus lazos y concurrir recursivamente ante los desafíos de la pos-pandemia. Por ello, la reflexión sobre qué tipo de BID se necesita no puede desligarse de la idea de una suerte de maxiplan Marshall para América Latina y el Caribe.

Tercero, el multilateralismo regional e internacional está en crisis desde antes de la pandemia. Muchos actores en la región y en Estados Unidos y Canadá, vienen reclamando un multilateralismo fortalecido. El continente, en su conjunto, demanda instituciones políticas y económicas que estén a la altura de las circunstancias. Sin duda un BID sólido, solidario y confiable será fundamental. Exactamente lo contrario a lo que puede ocurrir como resultado de una elección contenciosa y sin consenso.

Cuarto, la capitalización del banco es prioritaria y es crucial tener la certeza de que lo será. La capitalización depende del Departamento del Tesoro y del Congreso estadounidenses; lo cual solo será un campo despejado a partir de enero de 2021.

Quinto, el sistema político interamericano está suficientemente agrietado, como lo muestra el estado actual de la Organización de Estados Americanos. Sería alarmante que lo mismo ocurriese con el sistema económico interamericano, epitomizado por el BID. Es importante, por lo tanto, alcanzar una candidatura de consenso. Como resultado de la deliberación se escogerá una de las candidaturas o surgirá una nueva que concite el apoyo de los países.

Sexto, la postergación de la elección no debe alterar el mandato del presidente del BID, que está a punto de expirar. La actual vicepresidencia puede seguir en funciones al frente del banco hasta la elección de un nuevo presidente más adelante. Es bueno recordar-y esto es una garantía para Washington-que el actual vicepresidente ejecutivo del BID es el estadounidense John Scott.

Séptimo, una práctica consuetudinaria de relativo equilibrio y equidad caracterizó desde sus orígenes al BID. Es importante preservarla. Existen, de hecho, usos y costumbres que América Latina y el Caribe quiere mantener y no ha socavado colectivamente. En un esquema tan asimétrico como el que ha existido y existe entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe, una presidencia estadounidense en el BID es innecesaria. Salvo que se haya optado por el «garrote» en vez de la «zanahoria» en materia de ejercicio de poder por parte de Washington. Algo paradójico y extraño dado que no hay antecedentes de ninguna presidencia latinoamericana que se haya enemistado con la Casa Blanca.

Finalmente, se avecina un mundo en el que la globalización y la regionalización no se anteponen sino que coexisten y fortalecen. En esa dirección, el BID debe ser pensado como un puente entre lo internacional y lo continental. La región no necesita un banco antichino, sino uno prolatinoamericano y caribeño en el marco de una relación interamericana que evite más tensiones y nuevas frustraciones.

Por estas ocho razones es de esperar que esta postura, que no es una alternativa ideológica sino una vía pragmática, se imponga en un momento tan complejo.

Antes que estar expectantes únicamente a la contienda presidencial en Estados Unidos o aguardar un eventual gesto de acompañamiento de Europa -que tiene un porcentaje de votos en el BID- América Latina y el Caribe deben ampliar la coalición de países que soliciten la postergación de la elección en el banco. En el fondo, es ahora o nunca.

Vicerrector de la Universidad Di Tella

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