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Elena Serrano: Elecciones made in USA

Elena Serrano, abogada. Miembro del Foro Permanente de Política Exterior.

La carrera por la Casa Blanca ha comenzado en serio. Nos guste o no, es evidente que debemos hacernos cargo de la importancia global que tiene este evento, no solo para los países vecinos, sino para casi todos los territorios de nuestro planeta. Sabemos que los intereses económicos y políticos del país que se considera el más poderoso del mundo, se extienden a todos los rincones. El resultado de las elecciones generales de 2020 en EEUU tendrá, por lo tanto, un impacto global.

Entonces, ¿en qué etapa estamos ahora y cómo se gana la presidencia? 

Esta será una campaña presidencial como ninguna otra. Justo cuando la contienda demócrata se estaba terminando, y el ex vicepresidente Joe Biden estaba fortaleciendo su control sobre la nominación de su partido, la elección se descarriló por el estallido del coronavirus y la enorme cantidad de muertos y contagiados que se suman cada día. 

El presidente Donald Trump, el candidato republicano, y el ex vicepresidente Joe Biden, el candidato demócrata, han trasladado sus campañas de manera efectiva al interior, omitiendo las grandes manifestaciones y giras por todos los estados que suelen ser el frente y el centro en una temporada electoral. No ha sido fácil para los encuestadores, adivinos y opinólogos, hacer su trabajo en terreno en medio de la pandemia, debido a las diferentes normas que rigen en cada estado para el confinamiento y la apertura. Dicen los entendidos que solo el 3 de noviembre descubriremos quién se ha ganado a suficientes votantes, en estas circunstancias, para convertirse en presidente.

A diferencia de muchos otros países, en los Estados Unidos, solo hay dos partidos considerados por la mayoría de los votantes: los demócratas (el partido liberal de centro izquierda) y los republicanos (el partido conservador de centro derecha). A veces participan otros candidatos de «terceros», y los partidos libertario, verde e independiente, ocasionalmente presentan un nominado. Antes de que los nominados del partido se enfrenten en las elecciones generales, los aspirantes presidenciales luchan por la nominación de su partido en los comités y elecciones primarias en todo el país. Este proceso es vital para la profundización de la democracia, ya que las reglas del juego no emanan de la Constitución, sino que son aprobadas y fiscalizadas por las asambleas legislativas de cada estado, así como las elecciones generales.  

Al ganar una elección primaria, el candidato gana todos o una parte de los delegados del estado, según las reglas del partido en ese estado.  Esos delegados votarán por él o ella en la convención del partido, donde se nombra oficialmente al candidato presidencial. Es un sistema que se generalizó para las elecciones presidenciales de la década de 1970. Antes de eso, los miembros del partido seleccionaban a un nominado en las convenciones. Al día de hoy, el proceso ya está terminado, y correspondería que los candidatos nominados por cada partido sean ratificados por la Convención de Delegados. Lo que no va a ocurrir de la forma habitual debido a la pandemia, que impide los actos masivos en recintos cerrados.

Otra costumbre electoral muy arraigada, y que atrae la atención de audiencias globales, son los debates entre los candidatos. Primero para escoger al nominado del partido, y luego para elegir al que será votado como Presidente. De ahí que viéramos en tv durante varios meses, escenarios llenos de candidatos exponiendo sus programas. En el campo demócrata había doce postulantes, de diversos lugares del país, de diversas razas, género y religiones. Los votantes en los primeros estados eligieron entre un amplio campo demócrata, incluidos candidatos progresistas como los senadores Bernie Sanders y Elizabeth Warren, el empresario multimillonario Michael Bloomberg y moderados como el ex alcalde Pete Buttigieg, la senadora Amy Klobuchar y Joe Biden. De a poco fueron renunciando según la votación en cada estado. En abril, Sanders anunció su salida de la carrera, convirtiendo a Biden en el último candidato en pie, hasta hoy.  Los republicanos solo tienen a Trump de candidato, y esas primarias no han sido tema ya que no tiene oposición. 

La Convención Nacional Demócrata, donde el partido confirmará a sus nominados para presidente y vicepresidente, partió hoy en Milwaukee, Wisconsin.  La Convención Nacional Republicana ocurre más tarde, entre el 24 de agosto y el 27 de agosto en Charlotte, Carolina del Norte, y estará reducida a pequeñas reuniones formales.  Los oradores estarán ubicados en diferentes partes del país y participarán virtualmente.   Técnicamente, el presidente Trump no es el candidato republicano oficial hasta que se anuncie en la convención. Ambos eventos serán a puertas cerradas con un mínimo de asistentes. Biden estará acompañado de su flamante candidata a vice presidenta la senadora Kamala Harris y Trump irá acompañado de su actual VP, Mike Pence.  

Después de eso tendremos cuatro debates, en los que Trump o Pence subirán al escenario junto con sus retadores demócratas. La Comisión no partidista de debates presidenciales, establecida en 1987, patrocina y dirige estos debates. El primero de los tres debates presidenciales tendrá lugar en Indiana el 29 de septiembre, y dos más en octubre.  El debate vicepresidencial tendrá lugar el 7 de octubre en Utah.

Las elecciones presidenciales se llevan a cabo el primer martes de noviembre por disposición constitucional. No es un día feriado.  

Aquí es cuando el proceso se complica, por lo menos para nosotros en Chile, que estamos acostumbrados a votar directamente por el candidato de nuestra preferencia. El voto popular, es decir, el número de votos directos que recibe cada candidato, no tendrá nada que ver con la decisión de quien será el ganador de la elección. Eso será determinado por el colegio electoral. Los norteamericanos votan por personas llamadas “electores” en su respectivo estado, que apoyan al candidato que el votante prefiere para que sea presidente. El candidato que tiene la mayoría de los votos del colegio electoral se lleva el estado completo (la fórmula es conocida como “winner takes all”) y es altamente polémica por estimarse que altera la voluntad democrática de la ciudadanía. Ha habido varios intentos de eliminar el colegio electoral, pero nunca han alcanzado en el congreso la mayoría requerida.  Lo que no sorprende, ya que le conviene a muchos parlamentarios. 

Los electores son elegidos en proporción a la población de cada estado.  Así, por ejemplo, California tiene 55 electores para una población de casi 40 millones, y Delaware, con una población de 975.000 personas, tiene 3 votos electorales. El total de los votos electorales es de 538, lo que significa que se necesita contar con 270 para ganar la Casa Blanca.  Aquí entran a jugar los famosos “estados bisagra” o “swing states” que son los más apetecidos por los candidatos por su alto número de electores, y por supuesto son los que deciden quién gana la elección.  

La complejidad de las campañas radica en la conquista de los estados cuya historia de votación no es definidamente demócrata o definidamente republicana, pero que sin embargo son claves para ganar. Aquí se concentran las campañas y las encuestas, para tomar el pulso a la estrategia política requerida para “dar vuelta” (flip) el estado y ganarlo. Hay estados como Alaska que el candidato demócrata no se molesta en visitar, porque ha sido históricamente republicano. Y vice versa con estados como Nueva York, donde siempre ganan los demócratas. Se puede dar la situación de que un candidato gane el voto popular pero pierda la elección debido a algún swing state con resultado inesperado. Fue el caso de Al Gore en 2000 y de Hillary Clinton en 2016, quien ganó el voto popular, pero le fallaron Wisconsin, Pennsylvania, Florida y Michigan.

Este largo relato de cómo funciona el proceso electoral de EEUU está diseñado, por supuesto, para tiempos de relativa “normalidad”.  La pandemia hará que cada etapa encuentre dificultades en el camino.  El voto por correo, tradicional y muy seguro, aplicado en varios estados, y una evidente solución a la distancia social requerida, está siendo blanco de ataques por parte de Trump, quien lo califica de fraudulento y fácilmente manipulable por los demócratas. En estos días ha surgido un caluroso debate ya que el presidente se niega a entregar al servicio postal los fondos que requiere para procesar los millones de votos que llegarán por correo.  Si logra su objetivo, seria esta una perfecta ocasión para pedir recuento de votos, demorar los resultados, y sembrar la duda sobre la legitimidad de la elección. El voto electrónico está a merced de los hackers o de Rusia (según la inteligencia norteamericana), aunque también se aplica en algunos estados.  

Queda por verse si las instituciones en las que se basa la democracia resistirán los embates del alto número de contagiados y del colapso económico. Lo que sí está clarísimo es que los ciudadanos de ese país (exceptuando a su actual presidente) están orgullosos de su proceso, y dispuestos a jugársela a fondo para que sea transparente, legítimo, con un alto porcentaje de votantes, con espacio para las minorías, y sobre todo con resultados prontos e indisputables.

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