Por Alexis Rodríguez // Contenido publicado en: La Vanguardia
Doctor en Economía y economista fundador y primer presidente del Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo, creado para poder ayudar en la transición a la economía de mercado de las ex repúblicas socialistas. Escritor y pensador, aunque también consejero de Estado francés honorario, e iniciador del proceso que homogeneizó los diplomas universitarios europeos, de la oenegé Acción Internacional contra el Hambre en 1980 y colaborador del Nobel Muhammad Yunus en PlaNet finance para el uso del microcrédito como vía para el desarrollo en la era digital.
También cronista del semanario L’Express.
Y un europeísta convencido de su bondad.
Jacques Attali (Argel, 1943) es un autor prolífico que, sin embargo, será recordado como el asesor especial –y el hombre fuerte en la sombra– del presidente de la República francés, el socialista François Mitterrand, entre 1981 y 1991 (a quien conocía desde 1968). Y también, décadas después, por asumir la presidencia de la comisión para la liberalización económica en Francia bajo los auspicios del gaullista Nicolás Sarkozy.
Ayer como hoy, piensa que la solución siempre pasa por mirar adelante.
¿El Brexit es tan peligroso para Europa como se denuncia?
La UE va a encarar riesgos en su futuro cercano. El primero y principal es el del contagio, por ejemplo por la salida de más países de la UE. Los Países Bajos son una fuente de preocupación, y otras demandas de referéndum se han lanzado por parte de partidos populistas en Francia, Italia o Suecia. El Brexit ha probado que el proceso de integración europea no es irreversible, y la vuelta a actitudes introspectivas puede tener dramáticas consecuencias en Europa. El segundo riesgo es que el Brexit puede dificultar una mayor integración europea, y el euroescepticismo puede dar un empuje al conservadurismo en un momento en el que la integración europea necesita ir más allá, en particular para completar la unión económica y monetaria. No hay ningún ejemplo en la historia de una moneda común que haya sobrevivido sin una entidad política común. Las consecuencias de estos dos riesgos puede consistir en un reto para la eurozona, desde el momento en que su coherencia y fuerza serán puestas a prueba de forma creciente.
¿Tras el Brexit volvemos a los primeros días de la integración europea con un eje franco-alemán liderando de manera autónoma a Europa?
No lo creo. El Brexit forzará a los líderes a repensar el liderazgo europeo. El eje franco-alemán puede reforzarse, o no. Es importante destacar que, en ausencia de una coordinación presupuestaria en la eurozona, los intereses de Francia y Alemania son totalmente divergentes: Alemania necesita un euro fuerte y tasas altas de interés; Francia lo opuesto. Con el Reino Unido fuera de la UE, la eurozona representará más del 85% del PIB de la Unión. Y por eso mimo, la UE será comandada crecientemente por las economías líderes de la eurozona. Y en este contexto, España e Italia asumirán un rol creciente en paralelo al de Francia y Alemania.
¿La UE puede ser reformada? Y, en tal caso, ¿qué es lo más urgente?
Construir una Europa más democrática e inclusiva. El próximo reto de importancia es el hecho de que Europa tendrá que tomar crecientemente las riendas de su propio destino, toda vez Estados Unidos –más allá de quién sea su próximo presidente– continuará centrando su foco en el Pacífico. En este contexto, tenemos que ser conscientes de que proteger a la UE es un bien público y que debe lograrse con significados compartidos, y ello incluye recursos financieros comunes en la forma de eurobonos dedicados a defensa y seguridad. Sólo entonces Europa será capaz de gestionar la inestabilidad en sus fronteras y fortalecer su capacidad para gestionar la cuestión migratoria de una forma que sea respetuosa con los valores europeos.
El libre comercio es de interés básico para países como Reino Unido y otros muchos del este, pero no la integración política. En cierta forma, ¿la única vía de oxígeno posible para Europa es una vuelta a la Comunidad Económica y/o a la EFTA?
Nunca habrá un mercado global sostenible sin un imperio de la ley global, y esto también es cierto para Europa, la región más avanzada en ambos campos pero en donde la integración política todavía va detrás de la económica. O Europa se mueve para lograr una mayor integración económica, fiscal y de las políticas sociales y camina hacia un federalismo genuino, o toda la construcción europea se disolverá en el caos desde el momento en que la dictadura del populismo y del egoísmo nacional se desarrollará como reacción al egoísmo individual y del dinero.
¿Existe un pueblo europeo que haga posible ir más allá en esta integración europea? ¿O la desconfianza entre nuestros países y pueblos todavía es un gran problema para la integración política?
Europa no es un pueblo, sino una construcción voluntaria de pueblos que han aprendido –por su historia común de violencia– que la apertura y la unidad son condiciones para una vida feliz y próspera. Como tales, los ciudadanos europeos deben tener cuidado de aquellos que abogan por volverse fronteras adentro diciendo hablar en nombre de ellos. Al contrario, deben de darse cuenta de que tienen un interés en reforzar las formas democráticas de cooperación y en mejorar la felicidad de sus vecinos. Para los líderes políticos europeos, esto implica reforzar el rol de la democracia representativa y promover el altruismo o podría dar pie, por ejemplo, a ampliar los objetivos del programa Erasmus o una iniciativa de Seguridad y Defensa europea, como ya mencioné.