La exembajadora preside desde diciembre, por decisión del rey, la institución oficial donde llegan y se analizan todos los asuntos que preocupan o escuecen a la sociedad del país
Sobre la mesa de trabajo de Amina Bouayach, nombrada en diciembre presidenta del Consejo Nacional de Derechos Humanos (CNDH), están las grandes cuestiones que molestan en Marruecos: las encarcelaciones de cientos rifeños del Hirak (Movimiento, en árabe), la criminalización por el Código Penal de los homosexuales, el acoso sexual, la violencia machista, el matrimonio de niñas menores, las expulsiones forzadas de emigrantes subsaharianos, las denuncias de tortura por parte de presos saharauis… Todas ellas han sido señaladas por organizaciones internacionales como Amnistía Internacional y Human Rights Watch, por la mayor ONG del país, la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH) y, en lo que concierne a los emigrantes, por el Grupo Antirracista de Acompañamiento y Defensa de Extranjeros y Migrantes (Gadem), también marroquí.
Tarde o temprano cualquier denuncia de violación de derechos humanos termina llegando al moderno edificio de cuatro plantas situado en la acomodada zona rabatí de Hay Riad, donde se encuentra la sede del CNDH. Este organismo, semejante a lo que en España sería el defensor del Pueblo, tiene por misión promover y proteger los derechos humanos. Desde que fue creado, hace ocho años, el monarca mantuvo al frente de la institución al antiguo disidente izquierdista Dris el Yazami, quien sufrió un gran desgaste con las protestas de Alhucemas iniciadas a finales de 2016.
El pasado diciembre el rey nombró por primera vez a una mujer al frente de esta institución, que tiene 170 empleados y la capacidad de elaborar informes que pueden impulsar la modificación de las leyes. Bouayach venía de ser embajadora en Suecia y Letonia desde 2016, había sido responsable de comunicación en el Gabinete del ex primer ministro socialista Abderramán El Yusufi (1998-2002) y fue miembro de la Comisión consultiva para la reforma de la Constitución de 2011. Nacida en Tetuán en 1957, Bouayach es graduada en Ciencias Económicas, habla árabe, amazigh, francés, inglés y español. Se siente más segura expresándose en francés que en español.
Tras su nombramiento, el semanario local Telquel hacía balance de este organismo y se preguntaba si no ha quedado un tanto descafeinado, y si finalmente el CNDH se ha convertido más en una “herramienta de promoción que de protección” de los derechos. Un miembro anónimo lamentaba que la institución no publique un informe anual, como suelen hacer los organismos de derechos humanos, y se quejaba de que el CNDH no sea creíble “ni ante el Gobierno, ni ante la sociedad civil ni en el exterior del país”.
Bouayach, sin embargo, esgrime los “miles” de mensajes “optimistas” que se han escrito en las redes sociales tras su nombramiento. “El CNDH es una institución seguida por la opinión pública», sostiene en una entrevista con EL PAÍS en su despacho. «Tiene credibilidad. No somos una institución del Ejecutivo ni de una ideología determinada”. Pero asume que ha llegado “el tiempo de la acción”. Y que pretende “sacudir la linealidad del proceso de transición democrática”. “A partir de ahora vamos a hacer informes anuales. Espero tener el primero en enero de 2020 […] Soy muy cartesiana, pragmática y perfeccionista”, confiesa. Confía en su método “holístico, interdependiente” de las tres pes: “Prevención, protección y promoción” de los derechos. “Tenemos que actuar con anticipación para prevenir las grandes tensiones”.
¿Y qué hay sobre las denuncias de torturas? “Aún no hemos creado un mecanismo de prevención de la tortura. En marzo organizaremos una sesión para su puesta en funcionamiento”, señala. No obstante, Bouayach aclara que el objetivo de este mecanismo es prevenir y sensibilizar a la sociedad, no investigar denuncias. Pero una vez puesto en marcha este protocolo, del que se viene hablando en Marruecos desde hace más de un lustro, el CNDH podrá organizar visitas sin previo aviso a cualquier centro de privación de libertad, desde prisiones a centros de menores y hospitales psiquiátricos. Bouayach reconoce que en relación con la tortura aún hay “disfunciones, crisis de gestión y casos”. Pero confía en avanzar en la lucha contra ella.
Aún no hemos creado un mecanismo de prevención de la tortura. En marzo organizaremos una sesión para su puesta en funcionamiento
La semana pasada la prensa marroquí se hizo eco de las protestas que hicieron los presos rifeños de la cárcel de Ukacha (Casablanca) después de que el principal representante del Hirak, el recluso Nasser Zafzafi, se quejara de que los servicios médicos de la prisión no le atendían por unas dolencias en el pie. La dirección denunció que Zafzafi se había autolesionado y que algunos presos se negaron a entrar en sus celdas y “sembraron la anarquía”. Ahmed Zafzafi, padre del detenido, aseguró que su hijo ha perdido la capacidad motriz del lado derecho de su cuerpo, desde el pie a la cara.
“En cuanto leí en Internet sobre el caso envié una delegación del CNDH a la cárcel con un médico forense”, señala Amina Bouayach. “Llegaron el lunes a primera hora. Estuvieron con la administración; el médico hizo consultas precisas a Zafzafi durante tres horas. Nuestra delegación examinó el informe médico de Zafzafi, se encontraron con dos médicos de la prisión y vieron las cámaras [que grabaron los acontecimientos]. Lo que hemos constatado es que el señor Zafzafi no se encuentra en una situación preocupante ni inquietante. Ha visto siete médicos de diferentes disciplinas: traumatólogos, neurólogos… Nuestro médico ha observado que tiene problemas en un pie y ha recomendado un tratamiento radiológico específico y una reeducación para ese pie. Las cámaras son muy explícitas sobre el desarrollo de los hechos y no vamos a hacer ninguna condena al respecto”.
En cuanto al desarrollo del juicio contra cientos de militantes del Hirak rifeño, Amina Bouayach planea publicar un informe una vez que se pronuncie el Tribunal de Apelaciones, al que han recurrido los presos en segunda instancia. “No tenemos nada que esconder”, señala, “y yo he informado a la opinión pública de lo que nuestro equipo ha hecho hasta el momento. Y así vamos a continuar”.
Respecto a sus objetivos al frente la CNDH, Bouayach lo tiene claro: “aumentar la democracia participativa a través de las regiones”. «Si consigo que el ciudadano se apropie de esos mecanismos de participación que ya existen, me iré con una sonrisa al final de mi mandato”.
Contenido publicado en El País