Comparte esta publicación

Marta Lagos: “América Latina ha empezado a ver el autoritarismo como una de las opciones de la democracia”

Por José Pablo Criales

Publicado en: El Pais

América Latina ha entrado en recesión democrática. Lo dice el último informe del Latinobarómetro, la encuesta más grande del continente: solo el 48% de la población regional apoya la democracia, una minoría que es cada vez más chica desde el 63% registrado en su estudio de 2010. A los latinoamericanos les importa cada vez menos el tipo de régimen que los gobierna, tierra fértil para el populismo y el autoritarismo.

“El votante latinoamericano es muy pragmático. Es racional, pero está enojado”, dice Marta Lagos (Santiago de Chile, 1952), directora de Latinobarómetro desde su fundación en 1995. Al frente de la encuestadora que en casi 30 años ha hablado con medio millón de latinoamericanos, Lagos visitó Buenos Aires esta semana para participar del foro Recuperar la iniciativa democrática, organizado por la ONG Asuntos del Sur, CAF – Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe y Prisa Media (el grupo editor de EL PAÍS), una conversación con representantes de toda la región para repensar iniciativas democráticas.

P.¿Qué ha pasado con la democracia en América Latina?

R. El votante latinoamericano espera que la democracia le traiga garantías políticas y sociales. Y resulta que la democracia no ha podido darnos ninguna de las dos. El 70% de los latinoamericanos no dice lo que piensa por miedo, por no sufrir represalias o ser aislado; y tampoco ven que se haya acabado la desigualdad. La democracia fracasó en esto, y por eso vivimos una amenaza de la autocracia y el populismo.

P. ¿Se puede hacer un diagnóstico común a todos los países latinoamericanos?

R. Lo que tenemos en común es la desigualdad. Esa desigualdad que gobiernos de derecha y de izquierda no han podido desmantelar en 40 años. Ese es el elemento que podría definir a Latinoamérica. Sobre todo después del año 2010, cuando el crecimiento empieza a caer sistemáticamente. Esa ausencia de crecimiento vino a construir una desesperanza. Y después llegó el estallido de la ciudadanía.

P. Ha habido protestas en casi todo el continente en estos años, ¿dónde nace la desesperanza?

La desesperanza, en el fondo, es que no hay Gobierno que pueda luchar contra los problemas. Y me parece que no hay un reconocimiento de esta problemática. Al votante latinoamericano de hoy no le interesa cómo se llama, quién es ni de dónde viene el presidente, con tal de que solucione el problema. Viene un marciano y lo eligen. ¿Por qué? Porque tal vez promete cosas de una manera distinta. Me parece que se acabaron los partidos, que fueron destruidos por la ausencia de desempeño. Los partidos dejaron de ser instrumentos para canalizar las demandas, lo que debieron ser siempre. Y en el momento en el que dejan de ser, la gente pasa por encima de ellos y siguen a quien da la apariencia –aunque no sea el caso– de que está fuera de ellos. Pasó con Jair Bolsonaro en Brasil, que estuvo 16 años en el Parlamento, pero da la apariencia de estar fuera del sistema. Por eso a Javier Milei lo votan en Argentina; por eso Nayib Bukele tiene la aprobación que tiene.

P. Su último estudio muestra que el 90% de los salvadoreños apoyan a Bukele. ¿Tiene la brújula política de América Latina?

R. La gente en todo el continente le reconoce a Bukele que sacó la violencia de la calle. Que hoy se puede transitar por las calles de San Salvador. Es el presidente, en la historia de nuestras encuestas, que tiene la mayor aprobación de Gobierno.

P. ¿Qué significa esto para el resto de los países?

R. Que las cosas se pueden poner muy mal antes de ponerse peor. Yo creo que todos estos intentos van a terminar fracasando. Bukele mismo no es sostenible: uno no puede mantener tantas personas inocentes en la cárcel. Al final de cuentas, te vas a encontrar con alguna resistencia de la gente. Creo que puede suceder, pero también me parece que los pueblos latinoamericanos no están para juegos. O les entregan resultados de verdad, o echan al presidente. Es algo que vemos pasar desde 2018, cuando ha habido solo alternancias electorales. Y las alternancias están cada vez más amenazadas por expresiones populistas por fuera de los partidos.

P. Según el último Latinobarómetro, más de la mitad de la población latinoamericana es indiferente a que su Gobierno sea democrático. ¿Ha cambiado nuestra visión sobre el autoritarismo?

R. Creo que es al revés, que hay una confusión sobre el concepto de democracia. En América Latina se ha empezado a ver el autoritarismo como una de las opciones de la democracia. En el Chile de hoy, por ejemplo, algunos dicen una locura total, que el golpe de Estado vino “a salvar” la democracia de Salvador Allende. Están invertidos los conceptos.

P. ¿Cuál es la respuesta a expresiones como esa?

R. Creo que los demócratas hemos sido débiles. Hemos fracasado culturalmente en difundir lo que es la democracia. Creíamos, por ejemplo, que las generaciones que crecieron en democracia eran más demócratas que aquellas que habían crecido en la dictadura. Y resulta que eso no existe. La gente que creció en democracia no es más democrática, al contrario. ¿Por qué? Porque resulta que la democracia no puso como prioridad enseñar lo que es la democracia.

P. ¿Es rebeldía?

R. Es un tema de ignorancia. Y, por supuesto, es un tema de memoria, de que las nuevas generaciones que no vivieron las dictaduras no tienen idea de lo que se trata y nadie les dice de qué consiste. Aquí tenemos detenidos y desaparecidos, madres de la plaza de mayo y la cueca sola, pero son símbolos que a muchos jóvenes no les dicen lo que sucedió. Aquí, sales de la escuela y no tienes idea quién es el dictador de tu país. Es un problema de educación cívica, de transmisión de valores democráticos.

P. Estos nuevos relatos se embanderan en defender la libertad, ¿por qué lograron conjugar esa palabra con su autoritarismo?

R. Los populistas hablan de la libertad como elección individual, y la democracia trata la libertad como elección en comunidad. La democracia es la comunidad donde tienes confianza en el otro, y la libertad del populista es la desconfianza en el otro. Son exactamente la misma palabra para dos conceptos contrapuestos. Y así como el populista promueve su libertad, la democracia se queda callada y no se promueve. Los demócratas son silenciosos. Y no hay nada que te permita más la penetración de un concepto que el silencio.

P. En el estudio dicen que la comunidad que sostiene esa democracia se destruyó, ¿por qué?

R. Hoy la demanda no es ideológica. Y ya no es leal, ahora es individual. La comunidad de la democracia se destruyó al destruirse los partidos. Los partidos aglutinaban, juntaban a la gente, creaban comunidad. Esa comunidad se fracturó, se atomizó, y al no existir más sin líderes a quienes seguir, pasa como con la moda: sin patrones que seguir, cada uno se viste distinto.

P. ¿Cómo afecta a la política?

R. Hay una degradación de la política, que encima se ha personalizado y se ha vuelto una pelea entre personas más allá de los partidos detrás. Eso facilita el auge del populismo. Milei, por ejemplo, no tiene equipo, no tiene partido, no tiene programa. Pero Argentina es uno de los países de Latinoamérica con la estructura social más rica, junto a Chile, Uruguay o Costa Rica. Los datos del Latinobarómetro dicen que Argentina está en el límite del cuadrante más rico de la tierra, que es racional. Entonces la población afectada por una campaña populista es mucho menor que en el resto de los países de América Latina.

P. Eso se pensaba antes de la última elección, ¿no?

R. Un tercio no es una mayoría. Acá hay una igualdad en tres tercios. A mí me hace sentido que Milei tenga un 29%, que pueda llegar a una segunda vuelta. Pero también pienso que ese puede ser su techo. Si los estudios sirven de algo, Milei no debería llegar a la presidencia, pero eso no significa que quedemos todos aterrados cuando saque el 45%, porque hay bronca, porque hay crisis económica, porque la gente va a votar en contra del establishment, pero es distinto al caso de Brasil. La gente votó por Bolsonaro porque lo querían, como en Estados Unidos, hay gente que sí quiere a Trump. Son votos de distinta naturaleza.

P. Los otros dos tercios en Argentina tienen una rencilla histórica, en principio parece que no se podrían unir en contra de Milei.

R. La cúpula de los partidos no, pero el votante sí. Los partidos hoy no mandan a nadie, escasamente se mandan a sí mismos. Yo creo que el espíritu democrático argentino, cuando vea que Milei avanza, no permitirá que eso pase. Hay un votante estratégico, hay un votante contrario al populismo. Hay que poner un ojo en eso.

P. ¿Qué han descubierto las personas sobre sus gobiernos durante la pandemia?

R. El votante latinoamericano es muy pragmático. Es racional, pero está enojado: si el Gobierno que viene, el que sea, no es capaz de solucionar los problemas, lo van a sacar a patadas. En ese sentido, creo que este ya no es el populismo que se quedaba. A ver, puede que se quede, Bukele está buscando la reelección en El Salvador por encima de la Constitución. Pero yo quiero ver qué pasa cuando el pueblo salvadoreño esté tranquilo, ya no vea delincuencia en la calle, y empiece a pedir escuelas, educación, salud y trabajo. Eso va a pasar, y cuando pase, tendremos que ver su respuesta.

Te puede interesar: