Perder el trabajo. Tener que dejarlo para trabajar (aún más) en casa o hacer malabares para compaginarlo con el cuidado de los hijos. Encerrarse con el maltratador. Empobrecerse. Retroceder en derechos. La covid impone a la población femenina sufrimientos y retos que se suman al impacto general del virus. Estas son las caras de quienes padecen y combaten las otras pandemias
Tatiane es más pobre. Como ella, Joan perdió su trabajo y, al igual que sus amigas, vive condenada a ser ama de casa. Garazi tuvo que mudarse con su madre para poder trabajar y atender a su hija. Andrea pasó el confinamiento a golpizas, encerrada en la misma casa que su maltratador. Klementyna salió a la calle a pelear por el derecho perdido —el aborto— que el Gobierno polaco recortó en pleno embate de la covid. Tlaleng tuvo que intervenir para que los centros de planificación familiar de su país, Sudáfrica, se mantuvieran abiertos. Seis mujeres en cuyas vidas podrían reflejarse miles. Los avances de la mitad de la población mundial han sufrido un duro revés con la pandemia. Ellas asumen más carga del trabajo precario y copan los cuidados que no se pagan, están más expuestas a la pobreza y a la violencia, tienen menos representación y voz en las esferas de poder, y han visto que hay derechos conquistados que se desvanecen, como los conseguidos en el campo de la salud sexual y reproductiva. El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), António Guterres, avisó de los estragos ya en octubre de 2020: “A menos que actuemos ahora, la covid-19 podría borrar una generación de frágil progreso hacia la igualdad de género”. Con motivo del Día Internacional de la Mujer, este 8 de marzo, hemos congregado a seis protagonistas que combaten desde distintos puntos del mundo los efectos que este primer año de crisis sanitaria está teniendo de forma particular en la vida de las mujeres.
Ellas están en primera línea para combatir el virus: 7 de cada 10 sanitarios y cuidadores son mujeres, según el análisis realizado por la ONU a finales de 2020. Son mayoría en la economía informal y también en el golpeado sector de los servicios. Entre ellos, el turismo, que ha pasado de cien a cero con los confinamientos y las restricciones en todo el planeta. Lo vivió en su propia piel la brasileña Tatiane Araujo, guía turística que se ha reinventado en estos meses para subsistir. “Mi sector no tiene ninguna garantía de que regresará en 2023”, dice en un vacío Río de Janeiro. Ellas han sido expulsadas del mercado de trabajo en mayor medida que ellos, con tres puntos más en Latinoamérica.
Copan los trabajos precarios y aquellos ni reconocidos ni pagados: los cuidados de niños y mayores y el peso del hogar. En todas las tareas en casa —limpieza, cuidado y educación de los hijos, cocina y compras—, las mujeres han aumentado más el tiempo de dedicación que los varones, advierte la ONU. En épocas de crisis, esta dedicación las saca del mercado laboral o las obliga a hacer malabares para poder combinar el trabajo exterior con el que les espera cuando acaban su jornada. La española Garazi Olaziregi no ha parado de correr. En el confinamiento, esta ingeniera informática y madre soltera vivía en un continuo sin distinción de tiempo ni de espacio para atender a su profesión y a su hija, Ada, que ahora tiene dos años: “No había horarios, todo me daba igual. Si Ada dormía, me ponía a trabajar. Me duchaba cuando podía, estaba agotada”, admite. Se mudó con su madre. “La conciliación sigue siendo ciencia ficción”.
La filipina Joan Humawid, psicóloga, casada y madre de una niña, perdió su empleo en una eléctrica en noviembre. Dice que están primando a los hombres para los pocos trabajos que hay. Tanto ella como las mujeres de su entorno viven con el miedo de un retroceso: “Nos condena a ser de nuevo amas de casa porque además la sociedad nos juzga si trabajamos teniendo familia”. ONU Mujeres calcula que en este 2021 habrá casi 435 millones de mujeres pobres, un 11% más que si no hubiera existido la pandemia.
En México, el país donde cada día son asesinadas 10 mujeres, Andrea Ene vivió encerrada con su maltratador, con el hombre que quiso matarla. Se confinó en su habitación para intentar salvar su vida y la de sus hijos. La Red Nacional de Refugios de México ha incrementado sus rescates un 300% en este último año. La ONU ve en el incremento de la violencia un problema más de salud pública mundial, una “pandemia en la sombra”. “Estamos particularmente preocupados por las jóvenes, por el número de adolescentes que han quedado embarazadas durante el encierro, las que no regresarán a la escuela, el aumento del tráfico de niñas”, advertía la directora de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka.
También ha habido retroceso en los avances en salud sexual y reproductiva. En algunos casos, como en Polonia, peleados y contestados en las calles. La activista Klementyna Suchanow fue detenida por plantar cara al Gobierno y sus múltiples intentos de restringir el aborto. Los confinamientos, el cierre de clínicas y la carencia de materiales y personal han mermado los servicios de planificación familiar, según el Fondo de Población de la ONU (UNFPA). Indican que 47 millones de mujeres se quedaron sin acceso a métodos anticonceptivos en 114 países de renta baja y media en los seis primeros meses de crisis. La doctora sudafricana Tlaleng Mofokeng tiene una clínica donde practica abortos: “Nos convierten a nosotras y a nuestros cuerpos en un problema, y no lo somos”. Ella, como relatora de la ONU, va a documentar las pérdidas de derechos sexuales y reproductivos por la pandemia.
Contenido publicado en El País