Editorial de La República a raíz del nombramiento del presidente del Consejo de Ministros
La elección de Guido Bellido para ocupar la cartera de la PCM es un golpe bajo para quienes, desde posiciones progresistas, antifujimoristas y del centro político, le dieron el respaldo a Pedro Castillo en la segunda vuelta. Pesaron muchas razones, pero la principal fueron los compromisos de no ser “ni comunistas, ni terroristas” y de mantener equilibrio en el manejo de la economía, sin extremismos ni de derecha ni de izquierda.
Esta fue la posición de esta casa editorial, que apuesta siempre por la democracia y por el respeto de las libertades y derechos para todos. Es por esta razón que hoy, con firmeza, decimos: No, señor presidente. No se puede jugar con los compromisos ni la palabra empeñada. No se puede traicionar la confianza de una sociedad que mayoritariamente votó por el cambio y a la que le quieren meter por la ventana propuestas de una minúscula cúpula regional trasnochada y delirante.
El anuncio de colocar al congresista Bellido en una posición de tanta importancia es sin duda la ruptura del compromiso básico de mantener al país lejos de cualquier amenaza extremista. Una persona sobre quien pesa una acusación por apología al terrorismo y que además mantiene posiciones homofóbicas, machistas y que defiende a los corruptos no puede ni debe ocupar un cargo donde se requiere diálogo y capacidad de negociación.
Las investigaciones de apología del terrorismo no son palabras menores en un país que sufrió la violencia terrorista de Sendero y el MRTA. El presidente Castillo debió evaluar este factor, que en el Perú pesa tanto. Obviamente, no existe una sentencia firme contra Bellido, pero una acusación que investiga el Ministerio Público no es algo que se pueda desechar. Más si se trata del primer gabinete y, peor aún, si se pudo elegir una mejor opción, sin manchas de apología del terrorismo, ni corrupción, ni agresión sexual.
La Presidencia del Consejo de Ministros es el ministerio más importante y el primer ministro es el segundo de a bordo. Es el enlace técnico y político entre todos los sectores y responde por la marcha del gobierno, ante el Congreso y ante la opinión pública. Ningún improvisado, por más vínculos partidarios que ostente, puede hacerse cargo de una representación tan importante, en un momento tan delicado.
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