El histórico conflicto entre los unionistas pro-británicos y los republicanos independentistas se reactivó después de 23 años de paz
Treinta años de enfrentamientos, muerte y destrucción no parecen ser suficientes en la tierra de los Troubles. Irlanda del Norte vuelve a estar en llamas y extrae de la memoria a esos chicos encapuchados arrojando bombas molotov contra unos soldados protegidos con enormes escudos como si fueran héroes de Marvell. Una guerra de guerrillas en pocas cuadras a la redonda con 3.500 muertos. Asesinatos selectivos. Paramilitares alimentados por la ideología y las armas que vienen del otro lado del Atlántico. El Bloody Sunday de 1972, la masacre y la voz de Bono homenajeando a las víctimas. El miliciano del IRA Bobby Sands muriendo en la cárcel tras una terrible huelga de hambre que conmovió a todo el mundo menos a la Dama de Hierro que lo podía salvar. Y claro, católicos contra protestantes y viceversa, como si hubieran resucitado a Martín Lutero.
Un deja vu de 23 años atrás cuando finalmente se firmó el acuerdo del Viernes Santo de 1998 y Gerry Adams, el líder del Sinn Feín, brazo político del IRA, se convirtió en un personaje escuchado en todo el mundo por los que lograban descifrar su imposible acento norirlandés. Otro viernes, este de 2021, de la semana anterior, volvió todo atrás. Volaron las molotov, ardieron los autobuses y se rompieron varias cabezas, particularmente las de los policías que intentaron detener a estos muchachos que ya no parecen ser tan militantes como violentos. La zona de Springfield Road, en el oeste de Belfast, fue el escenario de mayor acción. Pero el despliegue de piedras voladoras se extendió por casi toda la ciudad.
En la noche del miércoles se bordeó la tragedia. Los manifestantes se concentraron en las llamadas líneas de paz entre Shankill Road, unionista, y Springfield Road, nacionalista. La batalla campal duró horas. En las barricadas, de uno y otro bando había tantos militantes como chicos con ganas de emular a sus padres y más de un mafioso aprovechándose de la confusión para ajustar cuentas. Los sucesivos confinamientos por la pandemia aportaron al cocktail.
Los protestantes unionistas pro-británicos, que votaron mayoritariamente a favor del Brexit, la salida de la Unión Europea en 2016, están furiosos por el acuerdo entre el Reino Unido y la UE que crea lo que consideran una frontera invisible en el Mar de Irlanda entre la isla de Gran Bretaña y la isla de Irlanda, obligando a realizar controles aduaneros a las mercancías que entran en Irlanda del Norte desde otras partes del Reino Unido. Temen que esa frontera se convierta en permanente, lo que los acercaría a una separación total de Gran Bretaña y a un nuevo estatus de minoría en un Estado irlandés unido.
El descontento de los unionistas alcanzó su punto máximo la semana pasada, después de que las autoridades decidieran no tomar medidas contra varios dirigentes del Sinn Féin, antiguo brazo político del ahora inactivo Ejército Republicano Irlandés (IRA), por haber asistido a un funeral en junio del año pasado a pesar de las restricciones impuestas por la pandemia de la Covid-19. Miles de personas acompañaron el féretro del veterano guerrillero Bobby Storey por las calles de los barrios católicos de Belfast hasta el cementerio de Milltown, que es donde se entierran a los héroes del IRA.
La prensa de Londres ventiló en las últimas horas algunas pruebas de que figuras de alto rango en organizaciones protestantes pro-británicas como la Asociación de Defensa del Ulster y la Fuerza Voluntaria del Ulster están fogoneando los disturbios. En marzo, el Consejo de Comunidades Lealistas, que representa a los tres principales grupos paramilitares protestantes de la región, anunció que retiraba temporalmente su respaldo al Acuerdo de Viernes Santo por las dudas que tienen con respecto al protocolo del Brexit.
Aunque el Brexit aumentó sin duda las tensiones, no explica toda la historia. Los chicos nacidos el día en que se firmó el Acuerdo de Viernes Santo cumplirán 23 años este sábado. Como dijo a la revista especializada Foreign Policy Jonny Byrne, profesor titular de la Universidad del Ulster cuya investigación incluye el tema de la participación de los jóvenes en la violencia política, los líderes políticos no han hecho lo suficiente en las últimas dos décadas para abordar las duras cuestiones en torno a la segregación y la identidad que permanecieron una vez que cesó la violencia paramilitar.
La vida en Irlanda del Norte, especialmente entre la clase trabajadora, sigue estando profundamente dividida; el 97% de las viviendas sociales de Belfast están segregadas entre católicos y protestantes. Menos del 8 por ciento de los jóvenes van a escuelas integradas. Y en una encuesta de 2019, el 58 por ciento de los que tienen entre 18 y 34 años dijeron que tenían muy pocos o ningún amigo del otro lado de la división sectaria. Para Byrne, los años transcurridos desde la firma del acuerdo de paz se han desaprovechado. “A fin de cuentas, el Acuerdo de Viernes Santo nos dio una hoja de ruta para construir una nueva sociedad. Y no hemos construido una nueva sociedad”, argumenta.
Aquí aparecen los intereses políticos de otros protagonistas. A pesar de que el primer ministro británico, Boris Johnson, ya no tiene que contar con el apoyo del Partido Unionista Democrático, tras la arrolladora victoria electoral conservadora de 2019, sigue teniendo razones para mantener el foco de Downing Street en Irlanda del Norte. Tanto el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, como la líder de la mayoría de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, han hecho del mantenimiento del Acuerdo del Viernes Santo un factor clave en cualquier futuro pacto comercial entre Estados Unidos y el Reino Unido.
El pasado 26 de marzo la Comisión Europea aseguró que esperaba “en los próximos días” que el Reino Unido le presentara su plan de acción para implementar las normas y requisitos del protocolo para Irlanda e Irlanda del Norte dentro del acuerdo del Brexit que aún no se han cumplido del todo, por lo que Bruselas abrió un expediente a Londres. Este jueves, la Comisión confirmó la recepción del documento el 31 de marzo y aseguró que lo está analizando. Bruselas y Londres mantienen en la actualidad contactos técnicos, y la UE recordó que el protocolo irlandés se acordó para “proteger la paz y estabilidad en Irlanda del Norte, proteger el acuerdo de paz del Viernes Santo, proteger la cooperación entre el norte y el sur y evitar una frontera dura”. El 3 de marzo, de forma unilateral y sorpresiva, el gobierno británico anunció que, sin tener en cuenta lo pactado, el 1 de abril no aplicaría controles aduaneros y fronterizos a las mercancías desde Gran Bretaña con destino a la provincia británica de Irlanda del Norte y que los pospondrá por seis meses, hasta el 1 de octubre.
Este clima turbio es el que volvió a encender la mecha de las molotovs que vuelan por las principales ciudades nor-irlandesas. En la etapa anterior se necesitaron 30 años y miles de muertos y heridos para apagarlas.
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