Por José Miguel Insulza
Las propuestas de Naciones Unidas ciertamente no podrán cumplirse en los pocos años que quedan hasta el 2030. Pero todos esperamos al menos un cambio de actitud que, en el confuso mundo de hoy, reoriente la realidad global en una dirección más positiva
El 22 y 23 de septiembre, inmediatamente antes de la reunión de la Asamblea General de Naciones Unidas, se realizará en la misma sede una importante conferencia especial. La Cumbre del Futuro (Future Summit)ha sido preparada con esmero y con la participación de todas las instituciones del sistema de Naciones Unidas, con el propósito de trazar un Programa de Acción para revitalizar la acción del Sistema Internacional, reformulando y profundizando objetivos, programas y prioridades que las crisis de los últimos años parecen haber paralizado.
En efecto, desde el estallido de la pandemia del Covid-19, la atención por algunos de los proyectos clave de este siglo disminuyó, sin que se hablara mucho de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, cuya meta en 2030 parecía cercana en el tiempo y lejana en sus logros; y las sucesivas COP de la década pasaron sin pena ni gloria y sin cumplir ninguna meta relevante en la lucha contra el calentamiento global. Al contrario de lo que se esperaba a comienzos de la década, la guerra de Rusia contra Ucrania, las guerras de Yemen y Sudan y el peligro de cierre del Golfo Árabe y, sobre todo, el conflicto desatado en Gaza hace casi un año, han hecho a muchos hablar del retorno de la geopolítica y el rearme, por encima de la atención a los problemas del desarrollo social o el calentamiento global.
Algunas de estas crisis parecen agudizarse cada vez más sin que exista una respuesta multilateral. El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas no ha sido capaz de emitir políticas claras sobre todas ellas, porque los miembros de este único organismo con efectivo poder de decisión, están en lados opuestos en casi todas ellas y actúan de manera individual o a través de otras organizaciones; así las declaraciones de la Asamblea General sobre Ucrania, no pueden ser recogidas por el Consejo, porque Estados Unidos y la OTAN apoyan a Ucrania, mientras China y Rusia vetan resoluciones. El gobierno de Washington actúa a solas en Gaza y el Consejo sólo consiguió una vaga declaración de llamando a un Alto al Fuego, que aún no se ha materializado, mientras la cifra de muertos en Gaza supera largamente los 40.000, con ejecución de rehenes y protestas en Israel. La guerra de Ucrania ha derivado en una guerra de trincheras, con operaciones de ambos países en los territorios del otro, sin que se vean posibilidades de algún acuerdo que les ponga fin. En Venezuela y Nicaragua se ponen de manifiesto más que nunca las debilidades de un sistema que depende de los acuerdos unánimes y no es capaz de forzar a las partes a abandonar sus posiciones cerradas y encontrar soluciones.
La Cumbre del Futuro es un intento por revivir los objetivos fundamentales del Sistema de Naciones Unidas. Ella proviene de una declaración adoptada con ocasión del 75° Aniversario de la ONU que solicitó al Secretario General entregar un Informe a la Asamblea con Recomendaciones “para promover nuestra agenda común y responder a los desafíos actuales y futuros”. La fecha fijada para esta tarea es el inicio de la 75 Asamblea General y en los dos días anteriores a su primera sesión se discutirá ese Informe en esta Cumbre del Futuro: Soluciones multilaterales para un mañana mejor.
Las tres declaraciones propuestas para la decisión de la Cumbre, que están ya en su Tercera Revisión cubren todos los temas en los cuales el organismo mundial tiene o ha tenido incidencia. Su importancia se refleja no sólo en su amplitud, sino en su reconocimiento claro, en cada uno de sus capítulos, de la existencia de una crisis que debe ser enfrentada. El documento central, a partir del Informe del Secretario General, se titula Pacto para el Futuro y se complementa con otras dos declaraciones, la Declaración Sobre las Generaciones Futuras y un Pacto Digital Global.
El eje central del Pacto Para el Futuro, como también del Informe del Secretario General, parece ser la Agenda 2030, la piedra angulas del programa de Guterres y el documento más damnificado por la crisis de estos años. El primer compromiso del texto que los países deberían firmar, promete realizar “acciones audaces, ambiciosas, aceleradas, justas y transformativas para implementar la Agenda 2030, alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y no dejar a nadie atrás”.
Para implementar este compromiso central se agrega al centro de los esfuerzos la erradicación de la pobreza, el fin del hambre, la eliminación de la inseguridad alimentaria y el cierre de la brecha de financiamiento que afecta a los países en desarrollo, asegurando que el sistema de comercio sea un motor del desarrollo sostenible. Se asegura la “inversión en la gente” para terminar con la pobreza y fortalecer la confianza y la cohesión social; y se acuerda fortalecer los esfuerzos para sociedades pacíficas, justas e inclusivas, dar acceso a la justicia para todos y construir instituciones inclusivas y responsables en todos los niveles, protegiendo los derechos humanos y las libertades fundamentales.
A ello se agregan además compromisos con la igualdad de género y el empoderamiento de niñas y mujeres, como una contribución crucial para avanzar en los ODS; con el fortalecimiento de las acciones para enfrentar el cambio climático y redoblar esfuerzos para restaurar, proteger, conservar y proteger la sostenibilidad del medio ambiente.
El esfuerzo será extremo para alcanzar la total implementación de la Agenda 2030 y más allá debe ser el compromiso que todos los países asumen hacia el futuro.
El Pacto se refiere luego a los temas de paz y seguridad, reconociendo que en estos asuntos han existido recientemente más retrocesos que progresos, y prometiendo redoblar esfuerzos para construir y sostener sociedades pacíficas, inclusivas y justas, buscando remediar las causas en las raíces de los conflictos. Más concretamente, se promete proteger a los civiles envueltos en conflictos armados, asegurar que las emergencias humanitarias reciban atención adecuada, promover la cooperación y entendimiento entre los Estados Miembros, deshacer las tensiones, buscar la solución pacífica de las disputas y resolver los conflictos
Se llama al Consejo de Seguridad a asegurar que las operaciones de paz se vinculen y guíen con estrategias políticas claras, desplegadas con mandatos alcanzables y realistas, estrategias de salida y planes de transición viables; todo ello como parte de un enfoque global comprensivo para mantener la paz, en pleno cumplimiento del derecho internacional y la Carta de Naciones Unidas.
En cuanto al documento Digital, se persiguen los siguientes objetivos: i) Cerrar todas las divisiones digitales entre países y acelerar así el progreso de los ODS. ii) Expandir la inclusión y los beneficios de la economía digital para todos; iii) Promover un espacio digital inclusivo, abierto, sano y seguro, que respete, proteja y promueva los derechos humanos; iv) Avanzar en enfoques de gobernanza de data, responsables e interoperables y; v) Fortalecer la gobernanza internacional de la Inteligencia Artificial, para el beneficio de la Humanidad.
Finalmente, el tercer documento, para Futuras Generaciones se limita la promesa de construir un sistema multilateral más fuerte, más efectivo y resiliente, basado en el derecho Internacional, con las Naciones Unidas al centro, dotada de transparencia, legitimidad y confianza, para el beneficio de las generaciones presentes y futuras.
El resumen incompleto que presentamos sobre la Cumbre del Futuro, revela también un cierto propósito. Ciertamente nadie espera que en los seis años que restan para el 2030 se podrá cumplir con una agenda tan ambiciosa como la presentada para la firma de los Jefes de Estado y Gobierno el 22 y 23 de septiembre. Su contenido es un verdadero programa, una declaración de principios para el quehacer de todo el Sistema de Naciones Unidas en los años venideros. Los países que lo firmen asumirán un compromiso fundamental con esos principios.
Pero, si bien la declaración de principios compromete, no es suficiente para confiar en que esos principios se hagan realidad. Como ha dicho recientemente (en un contexto completamente distinto) el embajador Juan Gabriel Valdés, los principios no bastan si no existe una actitud. Y en las actuales circunstancias de la situación internacional es importante preguntarse si esa actitud existe de parte de los países más poderosos que hoy pesan en el sistema internacional; si los que se van a reunir en Nueva York dentro de dos semanas, tienen al menos la intención de cambiar el rumbo. ¿Estarán disponibles Rusia, Ucrania y la OTAN, para redoblar esfuerzos y hacer concesiones para construir la paz en el centro de Europa? ¿Cesarán las matanzas de palestinos y serán liberados los rehenes israelíes, para iniciar el difícil camino de una paz duradera? ¿Dispondrán los países dueños de la mayor riqueza mundial de los recursos necesarios para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible? ¿Aceptarán las siete grandes empresas digitales, situadas en el mundo desarrollado, compartir sus crecientes recursos para abrir sus recursos digitales hacia todo el mundo? Y, sobre todo, ¿podrá el Sistema Internacional avanzar hacia una gobernanza más democrática e inclusiva y construir, sobre la base de la cooperación y el entendimiento, una paz duradera?
La contienda entre el idealismo y el realismo tiene ya varios siglos en la historia intelectual de nuestro mundo. Hoy las Naciones Unidas parecen lanzar nuevamente el desafío. Sus propuestas ciertamente no podrán cumplirse en los pocos años que quedan hasta el 2030. Pero todos esperamos al menos un cambio de actitud que, en el confuso mundo de hoy, al menos reoriente la realidad global en una dirección más positiva.
Fuente:
https://ellibero.cl/columnas-de-opinion/la-cumbre-del-futuro-de-naciones-unidas/