En estos días se ha advertido el riesgo para Chile que algunas de las empresas chinas que invierten aquí sean públicas. No cabe discriminar al capital extranjero por razones ideológicas.
Al medio siglo de relaciones diplomáticas entre Chile y China, se abren nuevas oportunidades. Luego de la firma del TLC en 2005, China es hoy nuestro principal socio comercial y destino del 35% de nuestras exportaciones. Ahora Chile comienza a recibir inversiones chinas. China fue el principal origen de inversión extranjera en Chile en 2019, con 4,3 mil millones de dólares, y va por el mismo rumbo en 2020. Con todo, el stock en Chile es aún muy inferior al proveniente de Estados Unidos, Europa, Japón o Canadá. Es también muy inferior al stock de inversión china en Brasil (60 mil millones de dólares) y Perú (27 mil millones de dólares).
China es un país con una enorme capacidad de innovación, precisamente una de las debilidades de la economía chilena: China invierte un 2,8% del PIB en investigación y desarrollo; Chile, un 0,38%. Este ámbito es clave para el futuro.
¿Cómo profundizar nuestras relaciones con empresas chinas para avanzar en una nueva estrategia de desarrollo productivo y tecnológico? Urge diversificar hacia sectores de tecnologías avanzadas y crear mayor capacidad nacional en áreas prioritarias. El país debe continuar su apertura de mercados, exportaciones y participación en cadenas productivas más sofisticadas, potenciando los avances logrados en las últimas décadas.
En estos días se ha advertido el riesgo para Chile de que algunas de las empresas chinas que invierten aquí sean públicas. No cabe discriminar al capital extranjero por razones ideológicas. Lo que procede es mejorar nuestras políticas nacionales para regular la competencia en servicios básicos como la electricidad; supervisar el cumplimiento de los compromisos y las normas legales; negociar las mejores condiciones; y aplicar por igual a todos los países y empresas las normas de competencia, transparencia y respeto a las leyes chilenas.
La cuestión de fondo es no entregarse solo a las fuerzas de la oferta y la demanda. Chile debe maximizar las oportunidades que ofrece su asociación con China, la mayor potencia manufacturera, y mayor exportador de capital en el mundo. Ello se hace generando actividades productivas y de servicio nuevas, y avanzando en la investigación científica y tecnológica, sobre todo en lo digital y en la economía verde.
La reciente adjudicación de la concesión del tramo Talca-Chillán de la Ruta 5 Sur a China Railway Construction Corporation, la segunda mayor empresa de construcción e ingeniería en el mundo, por US$ 1.129 millones, aporta recursos y nuevas tecnologías. A futuro, también se podrán reconsiderar proyectos como el ferrocarril Santiago-Valparaíso y el cable de fibra óptica de Valparaíso a Shanghái.
Asociaciones productivas a explorar con China incluyen el cobre verde. China posee una gran capacidad de refinación y Chile debe refinar más, en lugar de exportar concentrados; en el litio, en que China también posee gran capacidad de refinación y es el centro de producción de baterías para la electromovilidad, allí Chile debe estar presente; en acuicultura, en que China tiene un 80% de la producción mundial y Chile debe expandir su presencia internacional; tierras raras, donde China goza de un cuasi monopolio a nivel mundial, y Chile tiene depósitos para desarrollar en varias regiones. La ingeniería y fabricación de plantas solares y desaladoras es también de alto interés para empresas chilenas y chinas, así como el almacenamiento y procesamiento de datos.
Lo mismo cabe decir del aprendizaje del chino mandarín, basado en el acuerdo firmado entre Chile y China en 2005, y la presencia de chilenos en empresas chinas para aprender cómo gestionan e innovan. Y también para conocer mejor a ese gran país, sus objetivos y proyectos.
Lo que no podemos hacer es adoptar una posición defensiva, sin visión de largo plazo. Urge un enfoque proactivo, con estrategia propia, con capacidad nacional para salir de la actual recesión y dar un salto hacia el desarrollo luego de la pandemia.
Contenido publicado en El Mercurio