Si alguien creía que una pandemia global que hasta el momento ha matado a más de 80.000 estadounidenses superaría la profunda división partidista en el país, que se lo piense mejor. Resulta que los demócratas creen que la pandemia es un asunto serio y seguirán las recomendaciones de los Centros de Control y Prevención de enfermedades en una proporción mucho más significativa que la de los Republicanos. Los datos de telefonía muestran que la gente en condados que votaron por Donald Trump se han desplazado más que en aquellos condados que votaron por Hillary Clinton.
Estos datos han hecho que muchos se pregunten por qué el partidismo se ha hecho tan fuerte en Estados Unidos, hasta el punto de que la gente no escucha a los expertos, incluso poniendo en riesgo su propia salud. Pero hay una desconfianza más amplia que tenemos que entender. La reconocí mientras leía un libro que no trata para nada el tema del covid-19, pero que ofrece una importante luz a la situación. Explicando por qué tanta gente en Occidente ha rechazado el ‘establishment’ del Gobierno, Michael Lind escribe: «La cuestión es el poder. El poder social existe en tres reinos, el gobierno, la economía y la cultura. Cada uno de estos tres reinos de poder social es el escenario de un conflicto de clases».
El libro de Lind, ‘La nueva Guerra de Clases’, sostiene que la mejor manera de entender EEUU hoy en día es a través de las lentes del conflicto de clases, que se ha afilado con el ascenso de una «clase alta» que domina las tres esferas que menciona. En todas ellas, los líderes tienden a ser urbanos, profesionales universitarios, a veces con un posgrado. Esto los hace bien distintos al resto del país. Solo el 36% de los estadounidenses cuentan con un grado universitario, y solo el 13% tiene un máster o más. Y aun así, las altas esferas están llenas de esta «clase alta con credenciales».
Para mucha gente que no ha recibido educación universitaria, especialmente aquellos que viven en zonas rurales, hay una profunda alienación con esta nueva élite. Ven esta clase alta promulgando políticas que se presentan como buenas para todo el país pero que en realidad benefician principalmente a la gente de la clase dirigente, cuyas vidas han mejorado en las últimas décadas mientras el resto se ha quedado atrás. Desde este punto de vista, el comercio y la inmigración ayudan a los profesionales con educación universitaria que trabajan para empresas multinacionales pero perjudican a los obreros. Entonces, cuando escuchan a los «expertos» hablar sobre la inevitabilidad de la globalización y el cambio tecnológico, y ellos tienen que aceptarlo, se resisten. No se refleja en su experiencia vivida.
Para mucha gente que no ha recibido educación universitaria, especialmente en zonas rurales, hay una profunda alienación con esta nueva élite
Fijémonos en la crisis del covid-19 a través de este prisma. Imaginemos que es un estadounidense que trabaja con sus manos: un conductor de camión, un trabajador de la construcción, un mecánico de una plataforma petrolera… y acaba de perder su trabajo debido a los confinamientos, al igual que más de 36 millones de personas solo en EEUU. Encendemos la televisión y escuchamos a expertos médicos, académicos, tecnócratas y periodistas explicar que debemos mantener la economía cerrada; es decir, en este caso concreto, usted debe permanecer desempleado, porque la salud pública es importante. Todas estas personas que defienden esta postura de mantener los confinamientos tienen trabajo, han mantenido su nivel de vida y, de hecho, ahora tienen una mayor demanda. Sienten que están haciendo un trabajo importante. Usted, por el contrario, ha perdido su trabajo. Siente una sensación de inutilidad y teme por la supervivencia cotidiana de tu familia. ¿Es tan difícil entender por qué personas como esta podrían ser escépticas con los expertos?
División de clases con el covid
La división del covid-19 es una división de clase. La Oficina de Estadísticas Laborales publicó un informe el año pasado sobre las «flexibilidades laborales» de los empleados estadounidenses. Dentro del 25% de los que más ganan, más del 60% podría quedarse en casa y seguir haciendo su trabajo. Del 25% inferior, menos del 10% puede hacer lo mismo. Anthony S. Fauci, director del Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas, ha dicho que entiende que mantener estas recomendaciones para los confinamientos de los estados es «inconveniente». Para muchas personas, no solo son inconvenientes, sino que son devastadoras. No todos los que trabajan en primera línea o trabajan con sus manos son votantes de Trump, pero todos entienden que es un lujo poder trabajar desde casa.
Nadie en Estados Unidos ni en ningún otro lugar puede afirmar que conoce la forma correcta de avanzar en los siguientes pasos de la pandemia. Incluso Fauci lo reconoció, cuando se le preguntó si los colegios deberían reabrir. «No tengo una respuesta fácil para eso. Simplemente no la tengo», dijo. «Las situaciones con respecto a los colegios serán muy diferentes en una región frente a otra». Con respecto a la economía, señaló, «no doy consejos sobre asuntos económicos. No doy consejos sobre otra cosa que no sea la salud pública». Tiene razón al reconocer los límites de cualquier área de especialización.
Así que, reconozcamos que necesitamos escuchar muchas voces a medida que tomamos estas decisiones difíciles, y que quienes toman las decisiones deben tener empatía con todos los estadounidenses, aquellos cuyas vidas están en riesgo, pero también aquellos cuyas vidas se han vuelto del revés de otras formas por esta horrible enfermedad.
Contenido publicado en: El Confidencial