Por Ignacio Fariza // Contenido publicado en El País
La crisis del coronavirus está dando la vuelta a muchos discursos. Entre ellos, al de un Fondo Monetario Internacional (FMI) que se aleja cada vez más de la ortodoxia más férrea por la que se distinguió en los años más duros del llamado consenso de Washington: el organismo multilateral empezó la crisis exhortando a los países a “gastar tanto como pudieran” y, cuatro meses después, les pide que estudien la puesta en marcha de impuestos para los más ricos.
“Los Gobiernos deben tomar medidas para mejorar el cumplimiento tributario, y evaluar la aplicación de impuestos más altos para los grupos más acaudalados y las empresas más rentables”, ha reclamado este miércoles el director del Departamento de Finanzas Públicas del FMI, Vitor Gaspar. “Los ingresos resultantes contribuirían a pagar servicios críticos, como las redes de salud y de protección social, en una crisis que ha afectado de manera desproporcionada a los segmentos más pobres de la sociedad”. Una apreciación en la que también coincidió, 24 horas antes, la economista jefa del Fondo, Gita Gopinath: los impuestos, dijo, tienen que ser más progresivos y las grandes empresas tienen que pagar “lo justo” en un contexto de merma generalizada de los ingresos públicos.
“En un contexto de pandemia”, ha subrayado el exministro de Hacienda de Portugal en la rueda de prensa posterior a la presentación del informe semestral de fiscalidad global del organismo, “es importante que aquellos que mejor estén contribuyan a compensar a los más vulnerables. Y eso es algo que se aplica tanto a título individual en nuestras sociedades como para la comunidad internacional en apoyo a los países pobres”. Una reforma de calado del sistema fiscal, ha admitido Gaspar, no es tarea fácil en medio de una crisis sanitaria sin precedentes contemporáneos: “Tomará su tiempo, pero creemos que es importante ofrecer ahora una guía sobre lo que va a ocurrir en el medio y largo plazo, anunciándose ahora las medidas”.
En el corto plazo, sin embargo, la gran preocupación del Fondo es que los países no dejen caer “demasiado pronto” las medidas de apoyo fiscal. El déficit, ha completado el directivo del FMI, “no es el mayor riesgo ahora; el apoyo fiscal debe mantenerse, al menos, en 2021, con la salud y la educación como prioridad”. “Lo que más nos preocupa», ha concordado horas después la directora gerente del Fondo, Kristalina Georgieva, «es que se retiren los apoyos de manera prematura: podría provocar una ola de quiebras y un gran aumento del desempleo. Volvemos a decirles a los Gobiernos que no deben recortar esos salvavidas prematuramente”. A futuro, también en la misma línea trazada por Gaspar, Georgieva ha llamado a los Gobiernos a “adaptar el sistema fiscal para adaptarlo al mundo del siglo XXI y hacerlo más equitativo”.
El riesgo de una generación perdida en los países pobres
El término década perdida suena demasiado familiar en muchos países de América Latina, pero prácticamente nada en el resto de países emergentes. Al menos, hasta que llegó el coronavirus y amenazó con hacer trizas décadas de ganancias ininterrumpidas en las principales variables sociales y económicas de un grupo de naciones en el que se concentra el grueso del crecimiento económico mundial desde hace años. La jefa del Fondo ha ido un paso más allá este miércoles al alertar del “riesgo de una generación perdida” en los países de bajos ingresos, en los que viven 1.500 millones de personas —la quinta parte de la población mundial— pero cuyo PIB apenas supone el 4% del total.
El caso de África es paradigmático de ese cambio de tendencia en el bloque de naciones en desarrollo. El continente, ha dicho Georgieva, “iba por muy buen rumbo” antes de la pandemia. “Ahora está contrayéndose con fuerza y, en 2021, en lugar de crecer más rápido que el resto del mundo, va a hacerlo más lento”, ha añadido. También India —que ha pasado de ser “una de las economías más vibrantes antes de la crisis” a verse ahora inmersa en un hundimiento del PIB de doble dígito— “tiene que poner toda la atención en la protección de los más vulnerables; dar, en definitiva, más oportunidades de salir adelante hasta tener una solución a la crisis sanitaria”, ha dicho Georgieva.
Una solución para la deuda en un contexto económico difícil
Los niveles de deuda han crecido con fuerza en todo el mundo, tanto en los países ricos como en los de ingreso medio y bajo, pero las facilidades a la hora de conseguir financiación a un precio asumible han sido todo menos simétricas. “Al igual que las economías avanzadas, muchos emergentes han podido inyectar estímulos con deuda emitida a bajo costo. Eso, obviamente, ayuda. Pero hay casos en los que la solución es más difícil por los altos niveles de deuda que no le permiten acceder al mercado o que, si lo hacen, es a un coste prohibitivo”, ha descrito Georgieva. “En esos casos, si su deuda no es sostenible, tienen que tomar medidas pronto y de forma decisiva”.
En este ámbito, la jefa del FMI ha puesto como modelo dos países latinoamericanos rescatados por el propio organismo y que acaban de renegociar con sus acreedores privados para ganar algo de oxígeno: Argentina y Ecuador. “Para el Fondo, mejorar la arquitectura de la deuda es un tema importantísimo para los próximos meses y años, y necesitamos asegurar la participación del sector privado en aquellos casos en los que la deuda no es sostenible”.
En los últimos meses, ha reconocido Georgieva, “la fotografía [de la economía global] se ha vuelto algo menos mala”, pero el organismo que dirige aún sigue proyectando “la peor recesión desde la Gran Depresión”. “Más que nunca, debemos trabajar de forma conjunta: una crisis como ninguna otra requiere una recuperación como ninguna otra. Cuanto más oscura es la noche”, ha zanjado la directora gerente del Fondo parafraseando al poeta ruso Apollon Máikov, “más brillan las estrellas”.