Por Boris Yopo // Contenido publicado en La Tercera
Todos los pronósticos de las encuestas, de revistas especializadas, y de los mejores expertos, dan a menos de dos meses y medio de las elecciones en Estados Unidos al candidato demócrata Joe Biden como potencial ganador de la contienda presidencial. Esas encuestas, realizadas por las principales cadenas televisivas y diarios de mayor circulación, ponen a Biden entre 6 y 10 puntos por sobre el actual inquilino de la Casa Blanca a nivel nacional. Más importante aún, en estados claves que decidieron la elección del 2016, como Arizona, Florida, y Michigan, y que Trump ganó, hoy esas encuestas lo ubican en un empate, o perdiendo por varios puntos ante Biden.
La verdad, el escenario le es muy adverso al actual Presidente, porque otros indicadores que son claves para predecir una elección, como el estado de la economía, el desempleo, y ahora el manejo de la pandemia, todos muestran indicadores muy adversos para las perspectivas de reelección de Donald Trump. Así, cerca o más del 70% de los estadounidenses (dependiendo de la encuesta) dice que el país va en la “dirección equivocada”, que su situación económica se ha deteriorado, y que Trump ha hecho un “mal manejo” de la pandemia, lo que tiene a Estados Unidos hoy con un récord mundial de más de 175.000 muertos.
Ahora, dicho esto, es igualmente sorprendente que Trump, en estas circunstancias, conserve un 38 – 40% de voto duro e incondicional, que irá a votar masivamente por él en noviembre. Este votante proviene fundamentalmente de zonas rurales y hombres blancos de los suburbios de edad mediana, y adultos mayores, conservadores, de religión evangélica, y que temen a la gran diversidad racial que predomina cada vez más en Estados Unidos. Por ello, es difícil recordar una elección más polarizada, como la que tendrá lugar en poco más de dos meses. Porque, por otro lado, el voto fuerte de los demócratas son precisamente los demás grupos que componen la sociedad estadounidense: los afroamericanos, latinos, mujeres, jóvenes, indígenas, y las minorías sexuales. Y, curiosamente, si bien el voto obrero fue siempre demócrata, hoy Trump captura parte de ese voto, con la promesa de la protección de los empleos frente a la competencia extranjera y de los inmigrantes.
Pero, sobretodo, la polarización tiene que ver con que, en vez de buscar unificar al país, lo que hace Trump es incentivar la división racial, partidista, e ideológica, porque su apuesta es que solo así conserva alguna opción de ganar la elección. En el 2016, Hillary Clinton perdió porque no logró movilizar a las urnas la cantidad de gente que Obama sí movilizó en el 2012. La apuesta de Trump y su gente entonces es hacer que ese 38 – 40% que lo apoya vaya a votar masivamente, y poner al mismo tiempo todo tipo de obstáculos para que el potencial votante demócrata haga lo mismo. Ya hay múltiples denuncias, por ejemplo, de supresión de locales de votación en zonas de mayoría demócrata, así como intentos deliberados por dificultar el voto por correo, que es la opción que tienen los con mayores dificultades para votar, generalmente personas de sectores de escasos recursos, y que votan por los demócratas.
¿Y si a pesar de esto Trump pierde? El curso de acción que ha adoptado el actual Presidente es un claro peligro para la democracia, ya que pretendería desconocer la legitimidad del resultado, acusando un supuesto fraude proveniente de los votos que llegarán por correo (acusación que carece de todo fundamento) y cuyo recuento podría demorar días, sino semanas. Estados Unidos es sin embargo una democracia con instituciones vigorosas, y, en ese caso, el rol de la Corte Suprema, del Congreso, la prensa y las propias fuerzas armadas, debiesen garantizar que si el actual Mandatario pierde, abandone pacíficamente la Casa Blanca.
Pero no todo está dicho, quedan aún 75 días aproximadamente, y eso en política puede ser una eternidad. Las variables estructurales que deciden una elección son hoy ampliamente desfavorables para el actual Presidente, pero los biógrafos que han estudiado su vida coinciden en que está dispuesto a llegar muy lejos, usando casi cualquier recurso, con tal de nunca perder. Será un tiempo peligroso. Como el título de una película, en Estados Unidos seguramente recordarán este 2020 como “el año que vivimos en peligro”. Porque lo que habrá estado en juego será ni más ni menos que el respeto a las reglas básicas de la democracia, hasta ahora nunca cuestionadas como en la actual elección, tal vez la más trascendente de los últimos 100 años en este país.