Casper Klynge, un diplomático de carrera de Dinamarca, ha trabajado en algunos de los lugares más turbulentos del mundo. Una vez pasó dieciocho meses inmerso en los trabajos de reconstrucción en Afganistán y, durante dos años, encabezó una misión de manejo de crisis en Kosovo.
Sin embargo, Klynge, de 46 años, señala que quizás el trabajo más difícil que se le ha asignado sea el que tiene ahora como el primer embajador extranjero del mundo para la industria de la tecnología.
En 2017, Dinamarca se convirtió en el primer país en crear formalmente un cargo diplomático para representar sus intereses ante empresas como Facebook y Google. Después de que las autoridades danesas decidieran que los gigantes tecnológicos ahora tienen tanto poder como muchos gobiernos —si no es que más— enviaron a Klynge a Silicon Valley.
“¿Qué tiene un mayor impacto en la sociedad actual? ¿Un país en el sur de Europa o en el Sureste Asiático o Latinoamérica, o tal vez las grandes plataformas de tecnología?”, planteó Klynge el mes pasado en una entrevista realizada en una cafetería del centro de Copenhague, durante una reunión anual de los cuerpos diplomáticos de Dinamarca. “En mi opinión, nuestros valores, nuestras instituciones, la democracia, los derechos humanos, están siendo desafiados por el surgimiento de las nuevas tecnologías”.
“Estas empresas han pasado de ser compañías con intereses comerciales a convertirse, realmente, en actores de hecho en la política exterior”, añadió.
No obstante, tras dos años en este puesto, Klynge no se engaña sobre el lugar que ocupan las inquietudes de Dinamarca en la mente de los ejecutivos de Silicon Valley. La población de Dinamarca de 5,8 millones de personas es más pequeña que la del área de la bahía de San Francisco. Menos del 0,3 por ciento de los 2400 millones de usuarios de Facebook en todo el mundo viven en el país escandinavo.
Las reacciones de las empresas de Silicon Valley y sus líderes ante la presencia de Klynge han sido diversas. Nunca se ha reunido con Mark Zuckerberg de Facebook ni con Sundar Pichai de Google ni con Tim Cook de Apple. Los funcionarios daneses comentaron que era como tratar con una nueva superpotencia mundial incomprensible.
A las autoridades danesas les preocupan los retos que el cambio tecnológico ha planteado y que han afectado a otras democracias occidentales, como la difusión en redes sociales de contenido controversial en términos políticos, cuestiones sobre la privacidad y los servicios que almacenan gran cantidad de datos, la seguridad cibernética y los bajos impuestos que pagan las empresas fuera de Estados Unidos.
Andrew Cooper, un profesor de ciencias políticas en la Universidad de Waterloo, mencionó que desde hace mucho tiempo los países más pequeños han implementado formas novedosas de captar la atención de los países con mayor poder.
Por ejemplo, las Maldivas han organizado reuniones submarinas de Gabinete para crear conciencia acerca del cambio climático, mientras que Suecia estableció una embajada en el videojuego Second Life. Según Cooper, lo que sorprende es la intención con la que Dinamarca está aplicando su estrategia con las empresas privadas.
“Dinamarca tiene que cambiar su jugada”, afirmó.
Sin embargo, los obstáculos que Klynge ha enfrentado en Silicon Valley han sido aleccionadores. Dijo que tardó nueve meses en reunirse con un alto ejecutivo de una de las empresas tecnológicas más grandes. Llegó con la expectativa de que tendría una conversación honesta sobre temas acordados de antemano, incluyendo impuestos, seguridad cibernética y desinformación en internet pero, en cambio, le ofrecieron un recorrido por las oficinas generales.
Algunas empresas de tecnología dijeron que estaban comenzando a entender mejor el trabajo de Klynge.
Brad Smith, presidente de Microsoft, mencionó que con regularidad habla con Klynge, cuyo nombramiento, según él, le otorgaba a Dinamarca una “influencia impresionante”.
“Si deseo comentar asuntos tecnológicos, él es una de las personas mejor informadas que hay”, señaló Smith.
Peter Münster, vocero de Facebook, comentó: “Pasaron algunas reuniones antes de que entendiéramos el alcance y las intenciones que implica el trabajo de Klynge”. Ahora, añadió, “tenemos un diálogo válido y constructivo con el embajador danés para la tecnología, quien habla con honestidad y ofrece retroalimentación tanto crítica como positiva”.
Google y Apple se rehusaron a hacer comentarios para este artículo, mientras que Amazon no respondió a las solicitudes para que se pronunciara.
Klynge afirmó que no se debe subestimar a Dinamarca. Como miembro de la Unión Europea, puede influir en las normas acerca de la privacidad, la competencia, la moderación del contenido, los impuestos y la desinformación. Señaló que con frecuencia tenía que aclararles a los ejecutivos de tecnología que sus funciones no dependen del trabajo de Margrethe Vestager, quien hace cumplir las reglas antimonopolio de la Unión Europea y ha impuesto miles de millones de dólares en multas a la industria tecnológica.
Dinamarca ha enfrentado algunas críticas por poner a las empresas al mismo nivel que los gobiernos soberanos, pero otros países también están destinando sus recursos diplomáticos a la industria de la tecnología. Francia creó un puesto de embajador para asuntos digitales, y Australia, el Reino Unido y Alemania, entre otros, han añadido publicaciones centradas en la tecnología, con frecuencia como una ayuda para facilitar el comercio y las inversiones. Pero Dinamarca dijo ser el único país con un embajador destinado a la tecnología enviado al extranjero.
Priya Guha, excónsul general del Reino Unido en San Francisco, afirmó que incluso cuando aumentaron los retos de la sociedad como resultado de las plataformas de los gigantes de la tecnología, los lazos económicos eran una prioridad fundamental para los diplomáticos enviados para fungir como enlaces con la industria.
“La diplomacia ha cambiado. Ya no estamos en el siglo XX; no estamos en un mundo donde todo se resume a relaciones bilaterales con otros países”, señaló Guha, quien ahora es socia en Merian Ventures, una empresa de capital de riesgo. “Los países tienen que adaptar su idea de la diplomacia para contrarrestar eso. Las empresas tendrán una gran influencia en el mundo, y podemos alejarnos y ver qué ocurre, o trabajar en eso”.
Aproximadamente 55 personas de Dinamarca solicitaron el puesto de Klynge cuando se creó. Ahora él tiene un equipo de aproximadamente once personas, siete en California, tres en Dinamarca y una en China. Su oficina está en Palo Alto, California, cerca de las oficinas centrales de muchas empresas de tecnología.
Su equipo envía mensajes de inteligencia a los dirigentes gubernamentales sobre lo que está sucediendo dentro de las empresas, así como informes sobre temas que incluyen la seguridad cibernética, el uso cada vez mayor de datos relacionados con la salud y los referentes a vehículos autónomos. Luego los funcionarios daneses pueden emplearlos para informar a quienes diseñan las políticas.
Klynge señaló que pasó más o menos la mitad del año viajando a otros centros de tecnología y visitó China, India y algunos países europeos. Comentó que le sorprendió que las empresas chinas estuvieran más abiertas que las de Estados Unidos a hablar sobre temas políticos.
Ya ha tenido algunos éxitos. El año pasado, cuando un ciudadano danés fue asesinado por un terrorista islámico mientras estaba de viaje en Marruecos, Klynge habló rápidamente con los representantes de Facebook y Google para que eliminaran el video del espeluznante ataque.
“La diplomacia es, por naturaleza, un asunto a largo plazo en el que las metas no se cumplen de un día para otro”, afirmó.
Contenido publicado en: The New York Times